Un paso necesario

Un paso necesario

Si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios Lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación.   Romanos 10.9-10 NBLH

La combinación del acto de creer con el hecho de confesar es una a la que debemos prestar atención. Revela uno de los principios que sostiene la vida en el reino de los cielos. Toda convicción espiritual abrazada con el corazón debe, necesariamente, traducirse en una acción concreta. Esto permite que se libere todo el potencial de esa verdad en la vida de quien la cree. En este caso, la acción es la confesión, y Pablo considera necesario aclarar que esta acción debe ser realizada «con la boca».
¿Cuál es la razón por la que añade este detalle?
Sencillamente, porque una convicción invisible debe, necesariamente, traducirse en una acción visible. La convicción de que hemos sido llamados a la reconciliación, por ejemplo, debe gestar un proceso en el que nos acercamos a la persona con quien estamos enemistados y pedimos perdón por las actitudes o hechos que han generado esta postura. Del mismo modo, cuando creemos en el corazón que Jesús es el Señor, alguna manifestación visible de esta convicción es necesaria. En este caso, una confesión audible es la acción que debe acompañar lo que hemos creído.

La confesión saca mis convicciones del plano de lo privado y las inserta en el ámbito público, a vista de los que están a mi alrededor. Este proceso robustece mi fe en forma inmediata, porque me obliga a adoptar una postura que puede ser censurada por los demás. Me veré obligado, ahora, a permanecer firme y, si fuera necesario, a defender mis convicciones, lo cual es sano para mi propio desarrollo espiritual.

La confesión, sin embargo, posee otra ventaja. Es necesario que yo mismo escuche, de manera audible, mi propia confesión. Esto rescata mis convicciones de los confusos y enredados procesos de pensamiento que ocurren en la intimidad de mi corazón, y las clarifica por medio de declaraciones puntuales.

Yo soy el primer beneficiado cuando decido confesar, en voz alta, las convicciones que he abrazado en la intimidad de mi corazón. Cuando escucho mis propias declaraciones, la fe en mi corazón también crece.

Por esto, el ejercicio de declarar continuamente a mí mismo, con la boca, las verdades de Dios es algo sumamente provechoso. Afirma las verdades que he escogido para guiar mis pasos por la vida y me salva de las interminables especulaciones que son propias de una mente desordenada.

Para pensar
El salmista también cree que es necesario expresar algunas verdades en forma audible. Acosado por el desánimo, se atreve a dialogar con su corazón: «¿Por qué te desesperas, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues Lo he de alabar otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!». Salmo 42.11 NBLH









No Comments