Un enemigo sutil

Un enemigo sutil …
“El corazón apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos.” Proverbios‬ ‭14‬:‭30‬ ‭RVR1960‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬
 La envidia es un enemigo sutil. Pensamos que estamos libres de ella, pero frecuentemente es la raíz silenciosa de nuestros pecados. Podemos tomar decisiones impías porque queremos una calidad de vida similar a la de nuestros vecinos. Podemos formar juicios sin fundamento porque nos vemos obligados a condenar mentalmente a otras personas para agrandarnos mentalmente a nosotros mismos. Y podemos evitar el plan de Dios para nuestra vida, porque anhelamos mucho encajar en nuestra cultura. Nuestra tendencia constante es la de compararnos con los demás, y la comparación lleva a la envidia. Afecta la manera en que gastamos nuestro dinero, nuestro tiempo y nuestros talentos. Afecta las carreras que elegimos y las relaciones que cultivamos. Muy dentro de todos nosotros existe un impulso para «lograrlo», para obtener mucho más éxito que la persona media.
Queremos éxito porque hemos visto que otros lo tienen. Esta obsesión de éxito por comparación, arraigada en la envidia, conlleva muchos síntomas físicos. Nos succiona hacia una competencia sin tregua y muy intensa, a una máquina de correr que debilita nuestra buena salud. Hace que gastemos más de lo que tenemos para gastar, que impresionemos más de lo que debemos impresionar y que controlemos más de lo que nos toca controlar. Nos dice que nunca somos lo suficientemente buenos y que siempre hay más por hacer. Nos llena de ansiedad.
¿Cómo superamos esta actitud tan corrosiva?
No puede haber espacio para la envidia cuando nos medimos según como Dios lo hace y no en la forma en que lo hacen los demás. Si todos somos desdichados pecadores, salvos por una misericordia incomparable, ¿a quién podemos envidiar? Solo a los que se han aferrado a la inmensa gracia de Dios, que está disponible en igual medida para todos los que se aferren a ella. Si el estrés de la competencia sin tregua te carcome, reconoce primero la envidia que está oculta. Luego intenta esto: Realiza una acción al día que desafíe el “éxito” como alguna vez lo definiste. Elige no impresionar a nadie; rehúsa invertir en una imagen, trata de ver algo bueno en alguien que alguna vez juzgaste. Por favor, permite que tu corazón esté en paz.
Para pensar.
Lo que Dios tiene para ti, ni la envidia, ni los malos ojos lo detendrá. Ni el destino, ni la mala suerte lo cambiará. Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. (Tito 3:3)



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