Huracán prueba nuestra confianza

Huracán prueba nuestra confianza
“Porque habló, e hizo levantar un viento tempestuoso, Que encrespa sus ondas.” Salmos‬ ‭107‬:‭25‬ ‭RVR1960‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬
El huracán es un monstruo temporal.
Es, también, una bestia prolongada por las horas que toma en pasar. Es ruidoso y destructivo. Es engañoso, a su vez, con el ojo de paz que se forma en su centro y da un respiro a tanta crueldad.
¿Por qué provoca o permite Dios estas tormentas? ¿Será acaso que Dios es atacado con alguna frecuencia por emociones que lo hacen inmisericorde?
La Biblia afirma que Su misericordia triunfa sobre el juicio (Stg 2:13) y que Su favor dura toda la vida (Sal 30:5).
Ahora bien, la Biblia está llena de pasajes que ofrecen respuestas para esta pregunta. Un dato sobresaliente es que la mayoría de esos pasajes bíblicos apuntan a las misma enseñanza: es la soberanía de Dios. Las cosas se pueden salir de nuestro control, pero nunca se saldrán del control de Dios. Además, estar en medio de una tormenta no necesariamente significa que estamos fuera de la voluntad divina. Mucho menos fuera de su cuidado y de su protección. Es por esto que podemos poner toda nuestra ansiedad sobre Él, como lo enseña su Santa Palabra; porque Él tiene cuidado de nosotros (1 Ped 5:6-7).
Claro está, esto no está opuesto al uso de la prudencia y de un alto sentido de responsabilidad. Una enseñanza adicional que encontramos cuando atravesamos por tiempos de tempestad es que Dios usa nuestra confianza en Él para dar testimonio a los demás. El salmista dice en el Salmo 107 que esas tempestades provocan que nuestra valentía, nuestras almas, (v. 26) se consuman y que nos encontremos transitando sin seguridad en los pasos que damos. Él llama a esto temblar y titubear (v. 27). Además, él añade además que terminamos aceptando que todas las herramientas humanas que tenemos para manejar problemas de esa naturaleza son inservibles e inútiles (v. 27). Él salmista califica esto como nuestra ciencia.

Todo el conocimiento científico palidece ante la potencia y la fuerza de un torbellino como este. De hecho, nada de lo que sabemos o entendemos nos permite controlarlo y en ocasiones ni siquiera predecir lo que hará.

En otras palabras, el salmista afirma que Dios nos rompe, nos quebranta en medio de esas tormentas. Ahora bien, ¿por qué decide Dios rompernos así? ¿Para qué? Lo que hemos visto en la Biblia es que Dios lo permite porque nos quiere usar con poder para Su gloria y honor.  La tierra que va a ser sembrada necesita ser rota, fragmentada. La tierra que va a ver nacer las plantas y los árboles que van a dar fruto vuelve a romperse allí. El grano de trigo y el maíz que se usará para hacer pan y convertirse en alimento, tiene que ser roto para ser transformado. El pan que nos alimenta tiene que permitir que lo hagamos pedazos en nuestras bocas para que este nos pueda alimentar y darnos fuerzas. Las nubes que van a derramar su lluvia necesitan ser rotas para lograr su objetivo. Por último, no hay adoración genuina si no se rompe el alabastro que la contiene (Lcs 7:37; Jn 12:1-3)
Para pensar.
Cada tormenta traerá consigo toda una escuela de enseñanzas que debemos aprovechar y atesorar. Todas las tormentas que enfrentamos en la vida son necesarias, porque cada una de ellas nos revela quiénes somos nosotros en el Amado.





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