Deleitate en el dador de la bendición
Deléitate en el dador de la bendición
“Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.” Salmos 37:4
Mucha de la teología que escuchamos hoy en día es egocéntrica e interesada: «Señor, quiero que me cures, me prosperes, me bendigas y me protejas en todas las formas que te pido». Sin embargo, no somos el centro del universo. Al contrario, Dios es el Creador, Sustentador y Soberano de todas las cosas y nos pide que le sirvamos. Somos muy presuntuosos cuando exigimos que el Señor haga nuestra voluntad como si Él fuera nuestro recadero. La relación apropiada con Dios es aquella en la que nos ponemos en posición de hacer su voluntad. Cuando miramos al Señor de cualquier otra forma nos convertimos en dioses, lo cual en realidad es una forma de idolatría. Esto ocurre cuando no buscamos su presencia tanto como intentamos controlar su provisión. Nos importa más lo que nos ofrece que lo que hacemos por Él, y esto significa adorar la bendición en lugar del Dador de la bendición.
No cometa esa equivocación. Sí, está bien tener deseos, pero recuerda siempre que le perteneces a Dios. Sírvele, haz lo que Él te pide. Enfócate en adorarle y deleitarte en su Presencia, y todo lo demás vendrá por añadidura (Mateo 6:33).
Solamente Dios nos puede satisfacer plena y totalmente. Cuando nos deleitamos en Dios, nuestro mayor deseo es ver que se haga y se cumpla su voluntad. ¡Dios contesta ese deseo! Los buenos deseos, los que reciben el sí de Dios, surgen del amor por las cosas que le agradan a él y vienen de él.
Al deleitarnos en la presencia de Dios, encontramos un refugio lleno de amor y paz. Es en esos momentos de íntima conexión donde nuestros corazones se alinean con Su voluntad y nuestros deseos se transforman en anhelos que resuenan con Su propósito. Así, cada petición que elevamos se convierte en un eco de Su amor, y en el suave susurro de Su respuesta,.
Para pensar.
Descubre lo que Él puede ofrecer.
Dejar que Él guíe tu vidas es un acto de confianza que nos llena de satisfacción y dulzura en cada paso de nuestro camino.
“Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.” Salmos 37:4
Mucha de la teología que escuchamos hoy en día es egocéntrica e interesada: «Señor, quiero que me cures, me prosperes, me bendigas y me protejas en todas las formas que te pido». Sin embargo, no somos el centro del universo. Al contrario, Dios es el Creador, Sustentador y Soberano de todas las cosas y nos pide que le sirvamos. Somos muy presuntuosos cuando exigimos que el Señor haga nuestra voluntad como si Él fuera nuestro recadero. La relación apropiada con Dios es aquella en la que nos ponemos en posición de hacer su voluntad. Cuando miramos al Señor de cualquier otra forma nos convertimos en dioses, lo cual en realidad es una forma de idolatría. Esto ocurre cuando no buscamos su presencia tanto como intentamos controlar su provisión. Nos importa más lo que nos ofrece que lo que hacemos por Él, y esto significa adorar la bendición en lugar del Dador de la bendición.
No cometa esa equivocación. Sí, está bien tener deseos, pero recuerda siempre que le perteneces a Dios. Sírvele, haz lo que Él te pide. Enfócate en adorarle y deleitarte en su Presencia, y todo lo demás vendrá por añadidura (Mateo 6:33).
Solamente Dios nos puede satisfacer plena y totalmente. Cuando nos deleitamos en Dios, nuestro mayor deseo es ver que se haga y se cumpla su voluntad. ¡Dios contesta ese deseo! Los buenos deseos, los que reciben el sí de Dios, surgen del amor por las cosas que le agradan a él y vienen de él.
Al deleitarnos en la presencia de Dios, encontramos un refugio lleno de amor y paz. Es en esos momentos de íntima conexión donde nuestros corazones se alinean con Su voluntad y nuestros deseos se transforman en anhelos que resuenan con Su propósito. Así, cada petición que elevamos se convierte en un eco de Su amor, y en el suave susurro de Su respuesta,.
Para pensar.
Descubre lo que Él puede ofrecer.
Dejar que Él guíe tu vidas es un acto de confianza que nos llena de satisfacción y dulzura en cada paso de nuestro camino.
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