Salud doble...

SALUD DOBLE…
“Él sana a los quebrantados de corazón, Y venda sus heridas.” Salmos‬ ‭147‬:‭3‬ ‭‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬
En cierta ocasión escuché a un médico describir la doble naturaleza de su trabajo. Parte de su labor consistía en limpiar lo que no debía estar allí: cortar tejidos enfermos o eliminar la infección del cuerpo.
El segundo aspecto de su tarea estaba en promover el proceso de curación: ayudar al cuerpo a restablecerse. Por medio de medicación o rehabilitación el médico crea un ambiente en que el cuerpo pueda fortalecerse.
En la vida cristiana, tanto limpiar como reconstruir son aspectos necesarios para completar el proceso de sanidad. El Espíritu Santo utilizará convicción y la disciplina para eliminar lo que no debe haber en nuestra vida ahora que tenemos una relación con Dios. Esto es doloroso, porque lo que elimina es a menudo algo en lo que confiamos para comodidad, seguridad o mérito terrenal, pero que en realidad mina nuestra salud espiritual. No obstante, una vez que nos sometemos a este proceso de limpieza, Dios nos reconstruye dándonos fortaleza, valor y resistencia para aceptar la plenitud del plan que nos tiene.
¿Te encuentras en una de estas fases o en ambas?
¿Está el Señor liberándote de la esclavitud y edificándote para el servicio? No tengas miedo. Tu Gran Médico sabe exactamente lo que hace con el fin de convertirlo en miembro sano y fructífero del cuerpo de Cristo.
Son numerosas las heridas que pueden alojarse en el espíritu si no se busca la ayuda necesaria para sanar. Guardar todo para ti solo traerá tristeza, dolor, amargura, resentimiento y falta de perdón a tu vida. Estos sentimientos no son positivos, ya que podrían dañarte tanto mental como físicamente. Una de las formas más efectivas de alcanzar la libertad y recibir sanación espiritual es hablando con el Espíritu Santo. Solo necesitas dedicarle tiempo para que sus abrazos acaricien tu alma y la sanen por completo.
Dios quiere usarte como un testimonio vivo de que sí es posible tener un corazón sano cada vez que te acerques al Padre. Y recuerda, necesitas estar sano para poder ver el rostro de Jesús un día.
Para pensar.
Cuando estés ante él, no habrá lamento ni tristeza, solo una sonrisa de amor por su gracia. Todo lo que tienes que hacer no es para quedar bien con los demás, sino para cuidar y mantener tu relación con el Espíritu Santo de Dios.



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