El verbo se hizo carne
“El Verbo se hizo carne”
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” Juan
Cuando el apóstol Juan escribió que “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, estaba describiendo uno de los misterios más hermosos y profundos de nuestra fe: Dios mismo decidió tomar forma humana en Jesucristo para estar cerca de nosotros. No vino con pompas ni privilegios, sino en humildad, para compartir nuestras alegrías, sufrimientos y nuestra necesidad de salvación.
Hace algunos años, un joven maestro trabajaba en una comunidad rural donde muchos niños no tenían acceso a los libros. Aunque él trataba de enseñarles sobre literatura y poesía, notaba que los niños no parecían entender la importancia de las palabras. Un día, decidió escribir un poema sobre el árbol más grande del pueblo, al que todos los niños conocían bien.
En el poema, describió cómo ese árbol brindaba sombra, protección y hogar a los pájaros. Lo leyó con pasión y, al terminar, los niños aplaudieron emocionados. Entonces, uno de ellos dijo: “Maestro, ahora entiendo que las palabras pueden ser como ese árbol: pueden darnos sombra cuando estamos cansados”.
El maestro comprendió que las palabras no solo tienen significado, sino vida cuando las hacemos relevantes y tangibles.
De la misma manera, Dios sabía que Su mensaje de amor no podría ser comprendido del todo si no se hacía tangible. Así como el maestro conectó con los niños a través del poema, Dios se conectó con nosotros al enviar a Su Hijo en carne y hueso. Jesús vino a mostrar lo que significan las palabras de amor, gracia y verdad en acción.
Para pensar:
Hoy, recordemos que, así como el Verbo se hizo carne, nosotros también podemos ser instrumentos vivos de Su palabra al amar, perdonar y servir a los demás. Que nuestras acciones sean un reflejo del amor de Cristo, para que otros puedan “leer” el mensaje de Dios en nuestras vidas.
Jesús se hizo hombre; Jesús vivió entre nosotros; Jesús reveló su gloria; Jesús nos invita a estar con él.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” Juan
Cuando el apóstol Juan escribió que “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, estaba describiendo uno de los misterios más hermosos y profundos de nuestra fe: Dios mismo decidió tomar forma humana en Jesucristo para estar cerca de nosotros. No vino con pompas ni privilegios, sino en humildad, para compartir nuestras alegrías, sufrimientos y nuestra necesidad de salvación.
Hace algunos años, un joven maestro trabajaba en una comunidad rural donde muchos niños no tenían acceso a los libros. Aunque él trataba de enseñarles sobre literatura y poesía, notaba que los niños no parecían entender la importancia de las palabras. Un día, decidió escribir un poema sobre el árbol más grande del pueblo, al que todos los niños conocían bien.
En el poema, describió cómo ese árbol brindaba sombra, protección y hogar a los pájaros. Lo leyó con pasión y, al terminar, los niños aplaudieron emocionados. Entonces, uno de ellos dijo: “Maestro, ahora entiendo que las palabras pueden ser como ese árbol: pueden darnos sombra cuando estamos cansados”.
El maestro comprendió que las palabras no solo tienen significado, sino vida cuando las hacemos relevantes y tangibles.
De la misma manera, Dios sabía que Su mensaje de amor no podría ser comprendido del todo si no se hacía tangible. Así como el maestro conectó con los niños a través del poema, Dios se conectó con nosotros al enviar a Su Hijo en carne y hueso. Jesús vino a mostrar lo que significan las palabras de amor, gracia y verdad en acción.
Para pensar:
Hoy, recordemos que, así como el Verbo se hizo carne, nosotros también podemos ser instrumentos vivos de Su palabra al amar, perdonar y servir a los demás. Que nuestras acciones sean un reflejo del amor de Cristo, para que otros puedan “leer” el mensaje de Dios en nuestras vidas.
Jesús se hizo hombre; Jesús vivió entre nosotros; Jesús reveló su gloria; Jesús nos invita a estar con él.
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