Mis ojos han visto tu salvación
MIS OJOS HAN VISTO TU SALVACIÓN
“Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;” Lucas 2:30-31
“Mis ojos han visto tu salvación” es una expresión profunda de fe, gratitud y revelación, tomada de las palabras de Simeón en el templo cuando tomó en brazos al niño Jesús. Este versículo nos invita a reflexionar sobre la obra redentora de Dios en nuestra vida y cómo la salvación no es solo un concepto, sino una experiencia viva y transformadora.
Escuche un testimonio de una mujer llamada Ana. Había atravesado momentos muy oscuros: pérdidas familiares, enfermedad y un sentimiento profundo de vacío. Un día, mientras caminaba por un parque, se topó con un anciano que tocaba un himno en su guitarra. Por alguna razón, sintió el impulso de detenerse y escuchar. Al finalizar, el anciano la miró con una ternura especial y le dijo: “Hija, tu vida no termina aquí. El Señor tiene un propósito contigo. Busca su salvación y tus ojos verán lo que tu alma anhela.”
Esas palabras resonaron profundamente en su corazón. A partir de ese momento, Ana comenzó un camino de búsqueda espiritual. Encontró una iglesia donde escuchó sobre Jesús y, un día, levantó sus manos en rendición total. Desde entonces, cada vez que cuenta su testimonio, dice con lágrimas en los ojos: “Ha visto mi vida la salvación de Dios. No solo me rescató del dolor, sino que me dio un propósito eterno.”
Como Simeón, quien esperaba con anhelo al Mesías, debemos abrir los ojos espirituales para reconocer que la salvación está presente y viva en Cristo. A veces, Dios se manifiesta en las circunstancias más simples: una conversación, una canción o incluso un extraño con una palabra precisa. Hoy podemos declarar con gratitud que nuestra vida ha visto la salvación, no como un evento del pasado, sino como una experiencia constante en nuestro caminar con Dios.
Para pensar.
¿Podemos decir con Simeón y Ana que nuestros ojos han contemplado su salvación? ¿Estamos siendo instrumentos para que otros también puedan verla?
Nosotros tenemos muchos más motivos que Simeón para decir: «ha visto mis ojos tu salvación…”
A través de Jesucristo y su sacrificio somos salvos del pecado que nos separaba de Dios y nos conducía a la condenación eterna. Este precioso acto de amor nos reconcilió con nuestro Creador y nos permite una relación con nuestro Padre celestial como sus hijos. ¿Qué más podemos desear? ¿Qué más podemos necesitar? ¿No tenemos razones de sobra para vivir para aquel que dio su vida por nosotros?
“Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;” Lucas 2:30-31
“Mis ojos han visto tu salvación” es una expresión profunda de fe, gratitud y revelación, tomada de las palabras de Simeón en el templo cuando tomó en brazos al niño Jesús. Este versículo nos invita a reflexionar sobre la obra redentora de Dios en nuestra vida y cómo la salvación no es solo un concepto, sino una experiencia viva y transformadora.
Escuche un testimonio de una mujer llamada Ana. Había atravesado momentos muy oscuros: pérdidas familiares, enfermedad y un sentimiento profundo de vacío. Un día, mientras caminaba por un parque, se topó con un anciano que tocaba un himno en su guitarra. Por alguna razón, sintió el impulso de detenerse y escuchar. Al finalizar, el anciano la miró con una ternura especial y le dijo: “Hija, tu vida no termina aquí. El Señor tiene un propósito contigo. Busca su salvación y tus ojos verán lo que tu alma anhela.”
Esas palabras resonaron profundamente en su corazón. A partir de ese momento, Ana comenzó un camino de búsqueda espiritual. Encontró una iglesia donde escuchó sobre Jesús y, un día, levantó sus manos en rendición total. Desde entonces, cada vez que cuenta su testimonio, dice con lágrimas en los ojos: “Ha visto mi vida la salvación de Dios. No solo me rescató del dolor, sino que me dio un propósito eterno.”
Como Simeón, quien esperaba con anhelo al Mesías, debemos abrir los ojos espirituales para reconocer que la salvación está presente y viva en Cristo. A veces, Dios se manifiesta en las circunstancias más simples: una conversación, una canción o incluso un extraño con una palabra precisa. Hoy podemos declarar con gratitud que nuestra vida ha visto la salvación, no como un evento del pasado, sino como una experiencia constante en nuestro caminar con Dios.
Para pensar.
¿Podemos decir con Simeón y Ana que nuestros ojos han contemplado su salvación? ¿Estamos siendo instrumentos para que otros también puedan verla?
Nosotros tenemos muchos más motivos que Simeón para decir: «ha visto mis ojos tu salvación…”
A través de Jesucristo y su sacrificio somos salvos del pecado que nos separaba de Dios y nos conducía a la condenación eterna. Este precioso acto de amor nos reconcilió con nuestro Creador y nos permite una relación con nuestro Padre celestial como sus hijos. ¿Qué más podemos desear? ¿Qué más podemos necesitar? ¿No tenemos razones de sobra para vivir para aquel que dio su vida por nosotros?
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