Inocentes o Culpables
Inocentes o Culpables
Y ahora, Dios nuestro, ¿qué diremos después de esto? Porque hemos abandonado Tus mandamientos, que por medio de Tus siervos los profetas nos ordenaste. Esdras 9.10-11 NBLH
La profunda tristeza del sacerdote Esdras radicaba en que el pueblo había desperdiciado la nueva oportunidad que Dios les había dado.
«Desde los días de nuestros padres hasta el día de hoy hemos estado bajo gran culpa, y a causa de nuestras iniquidades, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados en mano de los reyes de estas tierras, a la espada, al cautiverio, al saqueo y a la vergüenza pública, como en este día. Pero ahora, por un breve momento, ha habido misericordia de parte del SEÑOR nuestro Dios, para dejarnos un remanente que ha escapado y darnos un refugio en Su lugar santo, para que nuestro Dios ilumine nuestros ojos y nos conceda un poco de vida en nuestra servidumbre» (vv. 7-8).
A pesar de la severa lección que había dejado la amarga experiencia del exilio, Israel había vuelto a transitar por el mismo camino que había significado, en los días de Jeremías, juicio y disciplina. ¿Cómo podía ser que no habían aprendido nada de la costosísima corrección que había caído sobre ellos?
Las palabras de Esdras, que constituyen un verdadero modelo para la oración de confesión, carecen de todo argumento o explicación que pueda servir para justificar lo que ha pasado.
Podría haber apelado a la fragilidad espiritual del pueblo o advertido que la ausencia de mujeres israelitas le había obligado a suplir la necesidad de esposas buscando entre las naciones paganas de la zona. Mas Esdras no cedió a la tentación de sumarle vergüenza a su confesión buscando explicar lo inexplicable.
Allí se encuentra el origen de todos los males. Si hubiéramos actuado conforme a las instrucciones del Señor, no estaríamos en la situación en que estamos.
Pero nuestra naturaleza, rebelde y porfiada, siempre nos impulsa a hacer las cosas «a nuestra manera». Por esto, la confesión siempre va de la mano de un renovado compromiso a vivir bajo los designios de Dios.
Confesar es reconocer que solamente en su Palabra encontramos la vida que tanto anhelamos.
Para pensar.
«La confesión de obras de maldad es el primer paso hacia las buenas obras».
Y ahora, Dios nuestro, ¿qué diremos después de esto? Porque hemos abandonado Tus mandamientos, que por medio de Tus siervos los profetas nos ordenaste. Esdras 9.10-11 NBLH
La profunda tristeza del sacerdote Esdras radicaba en que el pueblo había desperdiciado la nueva oportunidad que Dios les había dado.
«Desde los días de nuestros padres hasta el día de hoy hemos estado bajo gran culpa, y a causa de nuestras iniquidades, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados en mano de los reyes de estas tierras, a la espada, al cautiverio, al saqueo y a la vergüenza pública, como en este día. Pero ahora, por un breve momento, ha habido misericordia de parte del SEÑOR nuestro Dios, para dejarnos un remanente que ha escapado y darnos un refugio en Su lugar santo, para que nuestro Dios ilumine nuestros ojos y nos conceda un poco de vida en nuestra servidumbre» (vv. 7-8).
A pesar de la severa lección que había dejado la amarga experiencia del exilio, Israel había vuelto a transitar por el mismo camino que había significado, en los días de Jeremías, juicio y disciplina. ¿Cómo podía ser que no habían aprendido nada de la costosísima corrección que había caído sobre ellos?
Las palabras de Esdras, que constituyen un verdadero modelo para la oración de confesión, carecen de todo argumento o explicación que pueda servir para justificar lo que ha pasado.
Podría haber apelado a la fragilidad espiritual del pueblo o advertido que la ausencia de mujeres israelitas le había obligado a suplir la necesidad de esposas buscando entre las naciones paganas de la zona. Mas Esdras no cedió a la tentación de sumarle vergüenza a su confesión buscando explicar lo inexplicable.
- Ese fue el camino que recorrieron Adán y Eva cuando esgrimieron que ellos no eran culpables de su propia rebeldía.
- Fue el argumento que esgrimió Aarón cuando Moisés lo confrontó por el becerro de oro; no había sido idea suya, sino del pueblo, según él.
- Fue la patética respuesta de Saúl cuando Samuel le exigió una explicación de por qué no había cumplido con la Palabra de Dios. A ninguno de ellos le favoreció sus débiles argumentos. No lograron desviar el juicio que vino sobre sus vidas.
- Nunca se esconde detrás de razonamientos necios.
- No evade responsabilidades ni procura minimizar la gravedad de la situación.
- Declara los hechos tal cual ocurrieron y reconoce que es merecedora de la disciplina de Dios.
Allí se encuentra el origen de todos los males. Si hubiéramos actuado conforme a las instrucciones del Señor, no estaríamos en la situación en que estamos.
Pero nuestra naturaleza, rebelde y porfiada, siempre nos impulsa a hacer las cosas «a nuestra manera». Por esto, la confesión siempre va de la mano de un renovado compromiso a vivir bajo los designios de Dios.
Confesar es reconocer que solamente en su Palabra encontramos la vida que tanto anhelamos.
Para pensar.
«La confesión de obras de maldad es el primer paso hacia las buenas obras».
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