Cuando Dios te da una portunidad
Cuando Dios te da una portunidad
El SEÑOR habló de nuevo a Acaz: «Pide para ti una señal del SEÑOR tu Dios que sea tan profunda como el Seol (región de los muertos) o tan alta como el cielo». Pero Acaz respondió: «No pediré, ni tentaré al SEÑOR».Isaías 7.10-12 NBLH
Acaz ocupa un lugar en el panteón de los reyes abominables que reinaron sobre Judá. Introdujo muchas prácticas repugnantes en la nación e incluso llegó a ofrecer a sus hijos en sacrificio a los dioses a quienes adoraba.
El historiador resume, de manera escueta, el trágico paso de Acaz por Judá: «De esta manera, siguió las prácticas detestables de las naciones paganas que el SEÑOR había expulsado de la tierra al paso de los israelitas» (2 Reyes 16.3, NTV).
A pesar de la maldad de su corazón, Dios le proveyó de una palabra cuando se vio amenazado por los reyes de Damasco e Israel. Por medio del profeta Isaías le hizo saber que la campaña de estos dos no prosperaría. Acaz, sin embargo, no era un hombre acostumbrado a escuchar al Señor.
Dios, en su inmensa misericordia, le advierte a él y a los reyes que lo acompañaban: «Si ustedes no lo creen, de cierto no permanecerán» (7.9, NBLH).
Cuando percibe el escepticismo del rey, el Señor le hace un ofrecimiento que, francamente, nos desconcierta. ¡Jamás habríamos sido tan generosos con un hombre tan perverso!
El Señor lo invita a que pida una señal que avale la palabra recibida por boca del profeta. La oferta es generosa porque puede pedir lo que se le ocurra. El Señor le da, literalmente, carta blanca en este asunto.
La respuesta de Acaz es patética. Intenta ser más bueno que Dios mismo y opta por rechazar el magnánimo gesto que se le ha extendido. Isaías no tarda en descargar contra el rey su fastidio: «Oigan ahora, casa de David: ¿Les parece poco cansar a los hombres, que también cansarán a mi Dios?» (v. 13).
¿Qué nos pasa que tan fácilmente dejamos pasar oportunidades para ver cómo se activa el poder de Dios en el ámbito donde nos movemos?
¿Por qué nuestra experiencia en Cristo es tan tímida y retraída?
El Espíritu nos ubica ante la posibilidad de orar por un enfermo y solamente atinamos a balbucear: «Voy a estar orando por esta situación». Se nos cruza la posibilidad de compartir la Buena Noticia y no logramos más que dejar, escondido sobre el escritorio, un tratado.
La exhortación que Dios le dio a Josué es también para nosotros. «Esfuérzate y sé valiente». El reino avanza por la acción de personas que intentan percibir en cada situación si el Espíritu los está invitando a que se involucren. Dios permanece activo en nuestro mundo. Busca hombres que se unan a los alocados emprendimientos que propone.
Para pensar.
«¿Alguna vez has escuchado la voz? Te llama, como una seductora, a que abandones la monotonía de la vida para comenzar una aventura. Amenaza con dejarte en el tedio si rehúsas arriesgar todo lo que tienes para llegar a ser todo lo que puedes. Cuando la ignoras, la voz pierde fuerza y, finalmente, deja de llamarte».
El SEÑOR habló de nuevo a Acaz: «Pide para ti una señal del SEÑOR tu Dios que sea tan profunda como el Seol (región de los muertos) o tan alta como el cielo». Pero Acaz respondió: «No pediré, ni tentaré al SEÑOR».Isaías 7.10-12 NBLH
Acaz ocupa un lugar en el panteón de los reyes abominables que reinaron sobre Judá. Introdujo muchas prácticas repugnantes en la nación e incluso llegó a ofrecer a sus hijos en sacrificio a los dioses a quienes adoraba.
El historiador resume, de manera escueta, el trágico paso de Acaz por Judá: «De esta manera, siguió las prácticas detestables de las naciones paganas que el SEÑOR había expulsado de la tierra al paso de los israelitas» (2 Reyes 16.3, NTV).
A pesar de la maldad de su corazón, Dios le proveyó de una palabra cuando se vio amenazado por los reyes de Damasco e Israel. Por medio del profeta Isaías le hizo saber que la campaña de estos dos no prosperaría. Acaz, sin embargo, no era un hombre acostumbrado a escuchar al Señor.
Dios, en su inmensa misericordia, le advierte a él y a los reyes que lo acompañaban: «Si ustedes no lo creen, de cierto no permanecerán» (7.9, NBLH).
Cuando percibe el escepticismo del rey, el Señor le hace un ofrecimiento que, francamente, nos desconcierta. ¡Jamás habríamos sido tan generosos con un hombre tan perverso!
El Señor lo invita a que pida una señal que avale la palabra recibida por boca del profeta. La oferta es generosa porque puede pedir lo que se le ocurra. El Señor le da, literalmente, carta blanca en este asunto.
La respuesta de Acaz es patética. Intenta ser más bueno que Dios mismo y opta por rechazar el magnánimo gesto que se le ha extendido. Isaías no tarda en descargar contra el rey su fastidio: «Oigan ahora, casa de David: ¿Les parece poco cansar a los hombres, que también cansarán a mi Dios?» (v. 13).
¿Qué nos pasa que tan fácilmente dejamos pasar oportunidades para ver cómo se activa el poder de Dios en el ámbito donde nos movemos?
¿Por qué nuestra experiencia en Cristo es tan tímida y retraída?
El Espíritu nos ubica ante la posibilidad de orar por un enfermo y solamente atinamos a balbucear: «Voy a estar orando por esta situación». Se nos cruza la posibilidad de compartir la Buena Noticia y no logramos más que dejar, escondido sobre el escritorio, un tratado.
La exhortación que Dios le dio a Josué es también para nosotros. «Esfuérzate y sé valiente». El reino avanza por la acción de personas que intentan percibir en cada situación si el Espíritu los está invitando a que se involucren. Dios permanece activo en nuestro mundo. Busca hombres que se unan a los alocados emprendimientos que propone.
Para pensar.
«¿Alguna vez has escuchado la voz? Te llama, como una seductora, a que abandones la monotonía de la vida para comenzar una aventura. Amenaza con dejarte en el tedio si rehúsas arriesgar todo lo que tienes para llegar a ser todo lo que puedes. Cuando la ignoras, la voz pierde fuerza y, finalmente, deja de llamarte».
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