Espíritu generoso

Espíritu generoso

Cuando Rut regresó a trabajar, Booz ordenó a sus trabajadores: «Déjenla recoger espigas aun entre las gavillas, y no se lo impidan. Además, arranquen de los manojos algunas espigas de cebada y déjenlas caer a propósito. ¡Permítanle recogerlas y no la molesten!».   Rut 2.15-16


Booz, un hombre bueno y generoso, fue mucho más allá de lo que establecía la ley. Bien podría haberse sentido satisfecho porque, según lo ordenado por Moisés, dejaba los bordes de sus parcelas para que se sirvieran los pobres y necesitados. La persona verdaderamente comprometida con el Señor, sin embargo, no tiene interés en cumplir solamente con la letra de la ley; interpreta el espíritu que encierra el mandamiento y busca incorporar ese sentir a su vida.
 
Por esto invitó a Rut a que viniera y comiera con sus cosechadores. «Ella comió todo lo que quiso y hasta le sobró» (v. 14). Esto constituye la evidencia más clara de que Booz no le ofreció de lo que le sobraba, sino que le dio plena participación en lo que él poseía.

Cuando terminaron de comer, habló con los hombres que recogían la cosecha. Los instó a que le permitieran recoger granos de donde quisiera. Incluso los animó a que dejaran caer, a propósito, espigas de cebada, para que se ahorrara el esfuerzo de tener que cortar ella misma los tallos de las plantas. Sus instrucciones fueron claras: «¡Permítanle recogerlas y no la molesten!».

Hemos sido llamados a imitar a Jesús a quien, según señalaba en un devocional anterior, Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder para que anduviera haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo (Hechos 10.38). Este es nuestro modelo. Desprovistos de intereses escondidos o motivaciones espurias nos deleitamos en hacerles bien a todos los que se nos cruzan por la vida, cada día. No consideramos méritos ni posición social o económica.
 Absolutamente todos son blancos legítimos para una acción que resulte en un bien para sus vidas.

La persona sabia, sin embargo, entiende que la consigna no termina allí. Jesús enseñó a los suyos a vivir del mismo modo que él vivía. Booz entendió que su responsabilidad incluía el desafío de enseñar esta filosofía de vida a la gente sobre la que tenía influencia, por lo que no dudó en contagiar a sus labradores del mismo espíritu generoso que dirigía sus propios pasos.

Nuestro llamado se extiende más allá del desafío de ser individuos que hacen el bien. Debemos trabajar de tal manera que otros aprendan también esta forma de vivir. Debemos extender la invitación a los de nuestro alrededor, cada vez que podamos, a que también se inicien en la aventura de andar por la vida buscando oportunidades para hacer el bien. El objetivo a alcanzar es la formación de una comunidad de personas unidas por un deseo en común: compartir la bondad de Dios con la mayor cantidad posible de personas.

Para pensar.
«Cuando la sabiduría y experiencia de una generación no es transmitida a la que sigue detrás de ella, se produce una ruptura que frena significativamente el avance del proyecto de Dios». Juan José Churruarín


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