desinteresado servicio
Desinteresado servicio
De modo que Rut trabajó junto a las mujeres en los campos de Booz y recogió grano con ellas hasta el final de la cosecha de cebada. Luego siguió trabajando con ellas durante la cosecha de trigo, a comienzos del verano. Y todo ese tiempo vivió con su suegra. Rut 2.23
Cuando Noemí volvió a su tierra natal en estado de indigencia, su nuera, Rut, decidió refugiarse en las leyes mosaicas acerca de la cosecha. Salió de la casa y comenzó a juntar granos de los bordes de los campos, los cuales estaban destinados a ayudar a los pobres y necesitados. El dueño del campo era Booz, quien, observando su desinteresado servicio, pronto la invitó a que recogiera todo lo que quisiera, de modo que regresó a su casa con una gran abundancia de granos.
El historiador nos dice que esta situación se extendió hasta el final de la cosecha de la cebada y, luego, acompañó la cosecha del trigo. De esta manera Rut trabajó, con el mismo perfil modesto y esforzado, alrededor de dos meses. Cada día regresaba a la casa de su suegra con el fruto de sus labores. La condición de las dos mujeres seguramente mejoró notablemente gracias a la generosidad de Booz, quien no se cansó en ningún momento de hacer el bien.
La asistencia que dura por un instante produce un alivio momentáneo, pero rara vez alcanza para resolver los problemas más apremiantes que sufren los necesitados. Las soluciones que generan una verdadera transformación requieren un compromiso que perdura a lo largo del tiempo necesario para su implementación.
Observamos este mismo compromiso en la historia del buen samaritano. Sin duda, el hombre que yacía al costado de la ruta, golpeado, se habría beneficiado algo de los primeros auxilios que le brindó el samaritano. En la parábola, sin embargo, el samaritano se desvió de su camino y lo llevó a una posada. Allí le encargó al dueño que supervisara la recuperación del lastimado y se comprometió a cubrir los gastos que este proceso pudiera generar.
Así es, también, el compromiso de nuestro buen Padre celestial con nosotros. A pesar de que solemos acentuar el interés que tiene por salvarnos, la obra que él se ha propuesto abarca nuestra transformación completa. Así lo expresa Pedro en el texto que hemos examinado en otra oportunidad: «En su bondad, Dios los llamó a ustedes a que participen de su gloria eterna por medio de Cristo Jesús. Entonces, después de que hayan sufrido un poco de tiempo, él los restaurará, los sostendrá, los fortalecerá y los afirmará sobre un fundamento sólido» (1 Pedro 5.10).
Los pasos de este extraordinario proceso encierran un trabajo paciente y perseverante que solamente se completará en el glorioso día en que regrese nuestro Señor.
Nosotros también debemos esforzarnos más allá de las simples obras de caridad, para comprometernos en la «redención» de aquellos que padecen una diversidad de aflicciones.
Para pensar
«El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia». 1 Corintios 13.7
De modo que Rut trabajó junto a las mujeres en los campos de Booz y recogió grano con ellas hasta el final de la cosecha de cebada. Luego siguió trabajando con ellas durante la cosecha de trigo, a comienzos del verano. Y todo ese tiempo vivió con su suegra. Rut 2.23
Cuando Noemí volvió a su tierra natal en estado de indigencia, su nuera, Rut, decidió refugiarse en las leyes mosaicas acerca de la cosecha. Salió de la casa y comenzó a juntar granos de los bordes de los campos, los cuales estaban destinados a ayudar a los pobres y necesitados. El dueño del campo era Booz, quien, observando su desinteresado servicio, pronto la invitó a que recogiera todo lo que quisiera, de modo que regresó a su casa con una gran abundancia de granos.
El historiador nos dice que esta situación se extendió hasta el final de la cosecha de la cebada y, luego, acompañó la cosecha del trigo. De esta manera Rut trabajó, con el mismo perfil modesto y esforzado, alrededor de dos meses. Cada día regresaba a la casa de su suegra con el fruto de sus labores. La condición de las dos mujeres seguramente mejoró notablemente gracias a la generosidad de Booz, quien no se cansó en ningún momento de hacer el bien.
La asistencia que dura por un instante produce un alivio momentáneo, pero rara vez alcanza para resolver los problemas más apremiantes que sufren los necesitados. Las soluciones que generan una verdadera transformación requieren un compromiso que perdura a lo largo del tiempo necesario para su implementación.
Observamos este mismo compromiso en la historia del buen samaritano. Sin duda, el hombre que yacía al costado de la ruta, golpeado, se habría beneficiado algo de los primeros auxilios que le brindó el samaritano. En la parábola, sin embargo, el samaritano se desvió de su camino y lo llevó a una posada. Allí le encargó al dueño que supervisara la recuperación del lastimado y se comprometió a cubrir los gastos que este proceso pudiera generar.
Así es, también, el compromiso de nuestro buen Padre celestial con nosotros. A pesar de que solemos acentuar el interés que tiene por salvarnos, la obra que él se ha propuesto abarca nuestra transformación completa. Así lo expresa Pedro en el texto que hemos examinado en otra oportunidad: «En su bondad, Dios los llamó a ustedes a que participen de su gloria eterna por medio de Cristo Jesús. Entonces, después de que hayan sufrido un poco de tiempo, él los restaurará, los sostendrá, los fortalecerá y los afirmará sobre un fundamento sólido» (1 Pedro 5.10).
Los pasos de este extraordinario proceso encierran un trabajo paciente y perseverante que solamente se completará en el glorioso día en que regrese nuestro Señor.
Nosotros también debemos esforzarnos más allá de las simples obras de caridad, para comprometernos en la «redención» de aquellos que padecen una diversidad de aflicciones.
Para pensar
«El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia». 1 Corintios 13.7
No Comments