«Cambiará su desierto en paraíso».
«Cambiará su desierto en paraíso».
»Aunque Jerusalén está en ruinas, yo la consolaré y la convertiré en un hermoso jardín. Será como el jardín que planté en Edén. Entonces Jerusalén celebrará y cantará canciones de alegría y de acción de gracias». Isaías 51:3 TLA
Me parece ver en visión de un espantoso yermo, un dilatado y terrible desierto semejante al del Sahara.
No veo nada en él donde poder descansar la vista; más bien me hastío contemplando, por todas partes, sus arenas ardientes sembradas de miles de esqueletos blanquecinos: hombres infelices que murieron de angustia por haberse extraviado en la tierra baldía.
¡Qué tétrica y horrible visión: un mar de arena sin límites ni oasis alguno! ¡Un triste cementerio para una raza desamparada!
No obstante, observa:
No lo llames más Sahara; llámalo Paraíso.
No hables más de él como del valle de Sombra de Muerte; pues, he aquí que, allí donde yacen los esqueletos blanquecinos, se proclama una resurrección y los muertos se levantan como un poderoso ejército, llenos de vida inmortal.
Pero llega Jesús, cuya presencia hace nuevas todas las cosas.
Nuestra admiración no es menor cuando consideramos la salvación que nos dejó en su pasada física por este mundo; Te contemplo a ti, querido lector y Se que El, te ha lavado y limpiado con su sangre, y te han adoptado en la familia celestial: se te ha puesto en la frente el hermoso sello del amor y en la mano el anillo de la fidelidad.
Ahora eres un príncipe para Dios, aunque en otro tiempo hayas sido un huérfano abandonado. ¡Oh, ten en mucha estima ese incomparable poder y esa gracia que convierten el desierto en huerto y hacen cantar gozoso al corazón estéril!
Para pensar.
No te sientas solo y abandonado y veas a tu alrededor desierto, mira con tus ojos espirituales y veras tu futuro profético lleno de Gozo y nuevos comienzos...
»Aunque Jerusalén está en ruinas, yo la consolaré y la convertiré en un hermoso jardín. Será como el jardín que planté en Edén. Entonces Jerusalén celebrará y cantará canciones de alegría y de acción de gracias». Isaías 51:3 TLA
Me parece ver en visión de un espantoso yermo, un dilatado y terrible desierto semejante al del Sahara.
No veo nada en él donde poder descansar la vista; más bien me hastío contemplando, por todas partes, sus arenas ardientes sembradas de miles de esqueletos blanquecinos: hombres infelices que murieron de angustia por haberse extraviado en la tierra baldía.
¡Qué tétrica y horrible visión: un mar de arena sin límites ni oasis alguno! ¡Un triste cementerio para una raza desamparada!
No obstante, observa:
No lo llames más Sahara; llámalo Paraíso.
No hables más de él como del valle de Sombra de Muerte; pues, he aquí que, allí donde yacen los esqueletos blanquecinos, se proclama una resurrección y los muertos se levantan como un poderoso ejército, llenos de vida inmortal.
Pero llega Jesús, cuya presencia hace nuevas todas las cosas.
Nuestra admiración no es menor cuando consideramos la salvación que nos dejó en su pasada física por este mundo; Te contemplo a ti, querido lector y Se que El, te ha lavado y limpiado con su sangre, y te han adoptado en la familia celestial: se te ha puesto en la frente el hermoso sello del amor y en la mano el anillo de la fidelidad.
Ahora eres un príncipe para Dios, aunque en otro tiempo hayas sido un huérfano abandonado. ¡Oh, ten en mucha estima ese incomparable poder y esa gracia que convierten el desierto en huerto y hacen cantar gozoso al corazón estéril!
Para pensar.
No te sientas solo y abandonado y veas a tu alrededor desierto, mira con tus ojos espirituales y veras tu futuro profético lleno de Gozo y nuevos comienzos...
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