«Maestro bueno»
«Maestro bueno»
Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Mateo 19:16
Si el joven del evangelio utilizó este título hablando con el Señor, ¿cuánto más lo puedo yo emplear para dirigirme a él?
Él es, en verdad, mi Maestro y mi Dueño: tanto porque me gobierna como porque me enseña.
Me gozo en obedecer sus órdenes y en sentarme a sus pies.
Soy su siervo y su discípulo, y considero un alto honor ser ambas cosas.
Si me preguntaran por qué lo llamo «bueno», tendría lista la respuesta.
Es verdad que «ninguno es bueno sino uno, a saber, Dios»; pero, en tal caso, Jesús es Dios y toda la bondad de la deidad resplandece en él.
En mi experiencia lo he hallado bueno:
Nunca ha podido haber un Maestro mejor:
Ya que su servicio es libertad y su gobierno, amor. La milésima parte de su bondad como dueño quisiera yo tenerla como siervo. Cuando me enseña como mi rabino, Bueno: es indeciblemente bueno: su doctrina es divina; su trato, condescendiente; su Espíritu la dulzura misma…
Esta palabra indeciblemente implica que la cualidad de algo es tan intensa que no se puede expresar con palabras.
En este contexto, se refiere a algo que es positivo, deseable, o de alta calidad.
En conjunto:
La frase "indeciblemente bueno" se usa para transmitir una sensación de asombro o admiración por algo que es extraordinariamente bueno.
Por lo tanto, la frase "indeciblemente bueno" se utiliza para describir algo que es tan bueno que las palabras no pueden capturar su verdadera esencia.
Ningún error se mezcla en su instrucción: Toda su enseñanza conduce a la bondad, santificando y edificando al discípulo.
Nuestro humilde testimonio debe pretender ese mismo fin.
Dar este testimonio delante de amigos y semejantes; pues, posiblemente, por medio de este, estos se verán guiados a buscar al Señor como su propio Maestro y Dueño.
¡Dios quiera que así lo hagamos!
¡Nunca te arrepentirás de tan sabia resolución!
Para pensar.
Si tomamos el yugo fácil de Jesús, nos encontraríamos en servicio tan regio que todos apuntaríamos a estar ahí para siempre.
Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Mateo 19:16
Si el joven del evangelio utilizó este título hablando con el Señor, ¿cuánto más lo puedo yo emplear para dirigirme a él?
Él es, en verdad, mi Maestro y mi Dueño: tanto porque me gobierna como porque me enseña.
Me gozo en obedecer sus órdenes y en sentarme a sus pies.
Soy su siervo y su discípulo, y considero un alto honor ser ambas cosas.
Si me preguntaran por qué lo llamo «bueno», tendría lista la respuesta.
Es verdad que «ninguno es bueno sino uno, a saber, Dios»; pero, en tal caso, Jesús es Dios y toda la bondad de la deidad resplandece en él.
En mi experiencia lo he hallado bueno:
- Tan bueno, en realidad, que todo el bien que poseo me ha venido por medio de Él.
- Él me fue bueno cuando yo estaba muerto en pecados, porque me resucitó por el poder de su Espíritu.
- Él me ha sido bueno en todas mis necesidades, pruebas, luchas y aflicciones.
Nunca ha podido haber un Maestro mejor:
Ya que su servicio es libertad y su gobierno, amor. La milésima parte de su bondad como dueño quisiera yo tenerla como siervo. Cuando me enseña como mi rabino, Bueno: es indeciblemente bueno: su doctrina es divina; su trato, condescendiente; su Espíritu la dulzura misma…
Esta palabra indeciblemente implica que la cualidad de algo es tan intensa que no se puede expresar con palabras.
En este contexto, se refiere a algo que es positivo, deseable, o de alta calidad.
En conjunto:
La frase "indeciblemente bueno" se usa para transmitir una sensación de asombro o admiración por algo que es extraordinariamente bueno.
Por lo tanto, la frase "indeciblemente bueno" se utiliza para describir algo que es tan bueno que las palabras no pueden capturar su verdadera esencia.
Ningún error se mezcla en su instrucción: Toda su enseñanza conduce a la bondad, santificando y edificando al discípulo.
- Los ángeles lo consideran un buen Señor, y se deleitan en rendirle homenaje.
- Los santos de la antigüedad comprobaron que se trata de un buen Dueño y Maestro, y cada uno de ellos se gozó en cantar: «Soy tu siervo, oh Señor».
Nuestro humilde testimonio debe pretender ese mismo fin.
Dar este testimonio delante de amigos y semejantes; pues, posiblemente, por medio de este, estos se verán guiados a buscar al Señor como su propio Maestro y Dueño.
¡Dios quiera que así lo hagamos!
¡Nunca te arrepentirás de tan sabia resolución!
Para pensar.
Si tomamos el yugo fácil de Jesús, nos encontraríamos en servicio tan regio que todos apuntaríamos a estar ahí para siempre.
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