Juntos en el sillón

Juntitos en el sillón

Cada uno de vosotros sepa controlar su propio cuerpo en santificación y honor. 

1 Tesalonicenses 4:4

Hablemos del agape negligente. O mejor dicho de agape empalagoso. Marisa, de cuatro años, pensaba que el amor se trataba de algo empalagoso.

Para Navidad, llegaron a la casa de Marisa un montón de parientes. Hasta vino Susana, su prima que estudiaba en la universidad. Vino acompañada de su novio. Los dos se sentaron juntitos en el sillón para mirar un partido de fútbol. Él sonrió y le puso el brazo alrededor de los hombros. A Marisa no le gustó eso para nada. Saltó sobre el sillón y trató de hacerse un espacio entre Susana y su novio.

Mamá tomó a Marisa y se la llevó a la cocina. Minutos después, Marisa volvió a aparecer en la sala gritando: “Están enaaaamorados. Me lo dijo mamá”.

A veces pareciera que algunos creyentes pensaran que estar “enamorado” es malo.
La Biblia no condena el romance. Escucha qué positivo lo describe el relato de Jacob y Raquel, aun en una sociedad en que los padres arreglaban los casamientos y el esposo pagaba por su esposa con vacas y camellos: “Raquel tenía una bella figura y un hermoso semblante… Jacob… se había enamorado de Raquel… trabajó Jacob por Raquel siete años, los cuales le parecieron como unos pocos días, porque la amaba” (Génesis 29:17, 18, 20).

A Jacob le parecía que Raquel era atractiva. Y al ir creciendo, descubrirás que el atractivo magnético entre chicos y chicas es normal. Así es como te diseñó Dios. Pero, como les dijo Pablo a los tesalonicenses, esa atracción debe manifestarse dentro de límites honorables y santos.

El romance es maravilloso cuando se basa en el amor agape. Es así:
Se quieren por mucho más que la apariencia.
Permanecen puros, reservando la intimidad física para el matrimonio. (¡Si necesitas más información sobre eso, pregúntale a tus padres! y Pastores).

Tus padres aprueban tu relación.
Tu relación no interfiere con tus estudios ni con tus otros amigos.
La amistad entre ustedes les ayuda a acercarse más a Jesús.
“Eh”, quizá comentes, “ni siquiera me gustan los muchachos (o las chicas)”. ¡Está bien! Pero cuando te empiecen a interesar, éstas son cuatro de las grandes reglas. ¿Alguna pregunta?

Para pensar: 
  • ¿Son malos los romances? 
  • ¿Cuándo son buenos?

Para orar: 
Señor, gracias por darnos un corazón que nos permite entusiasmarnos por otros. Estamos contentos porque creaste el amor.
Para hacer:
¿Cómo puedes poner en práctica el agape ahora mismo en tu modo de tratar a los chicos del sexo opuesto?
 Para leer y meditar 1 Tesalonicenses 4:4

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