Fortalezas
Fortalezas
Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. 2 CORINTIOS 10:4
Una fortaleza es un área en la que somos mantenidos en cautiverio; cualquier parte de nuestra vida en la que Satanás nos aprisiona. El diablo hace esto por medio de hacernos pensar en cierta manera; una manera que está basada en las mentiras que se nos han dicho.
Mientras creamos cosas que no son ciertas, permaneceremos aprisionados por esas fortalezas. Para disfrutar la libertad, debemos aprender a utilizar las poderosas armas de Dios.
Fíjate en algo interesante que sucede muy a menudo con los niños que son mal influenciados, aún por sus padres.
Mira estos ejemplos para ilustrarte un poco y puedas entender todo esto:
Mary, a quien su padre había maltratado y lavado el cerebro, y quien, para cuando llegó a ser adolescente, ya no confiaba en los hombres. Ella creyó en las mentiras que Satanás le había metido. Por eso ella y su marido enfrentaron tantos conflictos en su matrimonio durante años. Mary no es un caso aislado.
Conozco a un hombre llamado Daniel quien es bastante inteligente. De hecho, su familia solía decirle que era el hombre más listo de la ciudad. Dios le había dado una mente buena, pero Satanás usó eso para aprisionarlo. Hasta que conoció a Jesucristo, Daniel creía que era más listo que todos los demás y que era superior a ellos.
A causa de este orgullo, era fácil para él ser engañado y pensar más alto de mismo de lo que debía. Criticaba y juzgaba a los demás porque sentía que no eran tan brillantes como él creía que era.
Patricia era semejante en cierta manera a Mary, excepto que su padre le decía constantemente que era buena para nada; que no servía y que debería casarse con el primer hombre que quisiera estar con ella. Eso fue exactamente lo que hizo y vivió una vida miserable. Ella sentía que nunca era lo suficientemente buena para nadie.
Mary, Daniel y Patricia estaban atrapados en prisiones distintas, pero Satanás era el carcelero. Los tres vivieron miserablemente hasta que aprendieron lo que Pablo quería decir con “las armas de nuestra milicia”. La Palabra de Dios fue el arma que los liberó.
Esa arma se volvió eficaz por medio de predicaciones, enseñanzas, libros, grabaciones en audio, seminarios, pequeños grupos de estudio bíblico y sus propios estudios privados. También aprendieron a recurrir a otras armas espirituales como la alabanza y la oración.
Aprendieron que cuando alabamos genuinamente a Dios desde nuestro corazón derrotamos al diablo más rápido que por medio de usar cualquier otra estrategia de batalla.
No vencieron todos los problemas el primer día; fue un proceso lento, pero valió la pena la espera. Patricia más tarde dijo: “Me tomó años quedar aprisionada por las mentiras de Satanás, así que, ¿por qué no darle a Dios abundante tiempo para desarrollar su buen plan en mi vida? Nuestra victoria no es un gran evento único; es un proceso”.
“Entre más me daba cuenta de la facilidad con la que Satanás jugaba con mi mente—dijo Daniel—, más podía resistir en su contra. La verdad de la Palabra de Dios me liberó”.
La verdadera oración refleja una relación con Dios, y muestra que dependemos de Él. Somos sus hijos y Él es nuestro Padre. Cuando oramos, abrimos la puerta para la ayuda de Dios.
Le pedimos que libere nuestra mente y que nos dé la victoria sobre las fortalezas de Satanás. Dios responde esas oraciones. De hecho, Dios está más dispuesto a responder nuestras peticiones de ayuda que lo que nosotros estamos de hacerlas.
Considere la oración de esta manera: cuando oramos en fe, tenemos un poder tremendo a nuestra disposición.
A medida que entendamos verdaderamente que somos hijos de Dios, obtendremos confianza para usar las armas de nuestra milicia. Las armas están allí. Solamente necesitamos ser instruidos sobre cómo usarlas y ser animados a no rendirnos.
Jesús ha prometido estar siempre con nosotros (vea Mateo 28:20). Podemos ganar con nuestras armas porque son armas espirituales. El diablo pelea una batalla carnal, pero podemos ganar porque tenemos el poder de Dios de nuestro lado.
Oremos.
Espíritu Santo, enséñame a entender que las armas de nuestra milicia son espirituales y que podemos ganar en contra de cada ataque del enemigo. Te lo pido en el nombre de Cristo. Amén.
Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. 2 CORINTIOS 10:4
Una fortaleza es un área en la que somos mantenidos en cautiverio; cualquier parte de nuestra vida en la que Satanás nos aprisiona. El diablo hace esto por medio de hacernos pensar en cierta manera; una manera que está basada en las mentiras que se nos han dicho.
Mientras creamos cosas que no son ciertas, permaneceremos aprisionados por esas fortalezas. Para disfrutar la libertad, debemos aprender a utilizar las poderosas armas de Dios.
Fíjate en algo interesante que sucede muy a menudo con los niños que son mal influenciados, aún por sus padres.
Mira estos ejemplos para ilustrarte un poco y puedas entender todo esto:
Mary, a quien su padre había maltratado y lavado el cerebro, y quien, para cuando llegó a ser adolescente, ya no confiaba en los hombres. Ella creyó en las mentiras que Satanás le había metido. Por eso ella y su marido enfrentaron tantos conflictos en su matrimonio durante años. Mary no es un caso aislado.
Conozco a un hombre llamado Daniel quien es bastante inteligente. De hecho, su familia solía decirle que era el hombre más listo de la ciudad. Dios le había dado una mente buena, pero Satanás usó eso para aprisionarlo. Hasta que conoció a Jesucristo, Daniel creía que era más listo que todos los demás y que era superior a ellos.
A causa de este orgullo, era fácil para él ser engañado y pensar más alto de mismo de lo que debía. Criticaba y juzgaba a los demás porque sentía que no eran tan brillantes como él creía que era.
Patricia era semejante en cierta manera a Mary, excepto que su padre le decía constantemente que era buena para nada; que no servía y que debería casarse con el primer hombre que quisiera estar con ella. Eso fue exactamente lo que hizo y vivió una vida miserable. Ella sentía que nunca era lo suficientemente buena para nadie.
Mary, Daniel y Patricia estaban atrapados en prisiones distintas, pero Satanás era el carcelero. Los tres vivieron miserablemente hasta que aprendieron lo que Pablo quería decir con “las armas de nuestra milicia”. La Palabra de Dios fue el arma que los liberó.
Esa arma se volvió eficaz por medio de predicaciones, enseñanzas, libros, grabaciones en audio, seminarios, pequeños grupos de estudio bíblico y sus propios estudios privados. También aprendieron a recurrir a otras armas espirituales como la alabanza y la oración.
Aprendieron que cuando alabamos genuinamente a Dios desde nuestro corazón derrotamos al diablo más rápido que por medio de usar cualquier otra estrategia de batalla.
No vencieron todos los problemas el primer día; fue un proceso lento, pero valió la pena la espera. Patricia más tarde dijo: “Me tomó años quedar aprisionada por las mentiras de Satanás, así que, ¿por qué no darle a Dios abundante tiempo para desarrollar su buen plan en mi vida? Nuestra victoria no es un gran evento único; es un proceso”.
“Entre más me daba cuenta de la facilidad con la que Satanás jugaba con mi mente—dijo Daniel—, más podía resistir en su contra. La verdad de la Palabra de Dios me liberó”.
- La alabanza y la oración son armas excelentes que el pueblo de Dios debería utilizar para vencer el poder del maligno.
- La alabanza nos ayuda a mantener nuestra mente en Dios, en su poder y en las cosas buenas que están sucediendo en nuestra vida. Es una prueba de que creemos que Él puede y quiere ayudarnos.
La verdadera oración refleja una relación con Dios, y muestra que dependemos de Él. Somos sus hijos y Él es nuestro Padre. Cuando oramos, abrimos la puerta para la ayuda de Dios.
Le pedimos que libere nuestra mente y que nos dé la victoria sobre las fortalezas de Satanás. Dios responde esas oraciones. De hecho, Dios está más dispuesto a responder nuestras peticiones de ayuda que lo que nosotros estamos de hacerlas.
Considere la oración de esta manera: cuando oramos en fe, tenemos un poder tremendo a nuestra disposición.
A medida que entendamos verdaderamente que somos hijos de Dios, obtendremos confianza para usar las armas de nuestra milicia. Las armas están allí. Solamente necesitamos ser instruidos sobre cómo usarlas y ser animados a no rendirnos.
Jesús ha prometido estar siempre con nosotros (vea Mateo 28:20). Podemos ganar con nuestras armas porque son armas espirituales. El diablo pelea una batalla carnal, pero podemos ganar porque tenemos el poder de Dios de nuestro lado.
Oremos.
Espíritu Santo, enséñame a entender que las armas de nuestra milicia son espirituales y que podemos ganar en contra de cada ataque del enemigo. Te lo pido en el nombre de Cristo. Amén.
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