Nuestros pensamientos se convierten en nuestras palabras y en nuestras acciones.

Nuestros pensamientos se convierten en nuestras palabras y en nuestras acciones.

»Hoy te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre bendiciones y maldiciones. Ahora pongo al cielo y a la tierra como testigos de la decisión que tomes. ¡Ay, si eligieras la vida, para que tú y tus descendientes puedan vivir!—DEUTERONOMIO 30:19



Cuando Dios comienza a tratar con nosotros con respecto a un comportamiento equivocado, es bastante fácil decir: “No puedo evitarlo”, pero requiere verdadera valentía y fe decir: “Estoy listo para ser responsable y enderezar mi vida”.

La evasión, que es no enfrentar los problemas, es un problema mayor. Las cosas malas no se van solo porque nos rehusamos a reconocerlas. Con frecuencia guardamos cosas. Nos escondemos de ellas, y siempre que lo hacemos, obtienen poder sobre nosotros. Los problemas que se entierran vivos nunca se mueren.

Esta persona del ejemplo de hoy, vivió durante muchos años, se reusó a tratar con el abuso sexual que sufrió en su niñez. El padre la abusó, así que se fue de casa la misma semana que cumplió los dieciocho años. Ella pensó, que se  estaba alejando del problema al irse, pero no se dio cuenta de que tenía el problema en su alma; ya que todo estaba en sus pensamientos, actitudes y palabras.

Afectaban sus acciones y todas sus relaciones. Había enterrado su pasado y con él todos sus asuntos no resueltos. No tenemos que vivir en el pasado, de hecho, la Palabra de Dios nos anima a olvidarlo y dejarlo ir. No obstante, eso no significa que seamos libres para ignorar sus resultados y aparentar que no estamos sufriendo cuando lo estamos.

Tenía muchos malos comportamientos y malas actitudes. También tenía montones de excusas. No estaba tratando con nada del pasado; meramente se estaba autocompadeciendo y diciendo: “No lo puedo evitar. No fue su culpa, sufrió abuso”. Y no era su culpa. Pero era su responsabilidad dejar que Dios le ayudara a vencer todas las ataduras que estaba experimentando como resultado de ese abuso.
Dios comenzó a liberarla por medio de tratar con ella con respecto a todos los pensamientos equivocados que había aceptado y permitido.

Su mente tuvo que cambiar antes de que su vida pudiera cambiar. Al principio, ni siquiera quería responsabilizarse de sus pensamientos. Ella pensaba: ¡No podia evitar lo que pensaba ; las cosas simplemente estaban en su cabeza! Con el tiempo aprendió que podía escoger sus propios pensamientos, y que podía pensar en cosas a propósito. Aprendió que no tenía que aceptar cada pensamiento que llegaba en su mente. Podemos expulsar los equivocados y reemplazarlos con los correctos.

Aprendió que en lugar de sentirse indefensa contra los pensamientos que llenaban su mente, puedo hacer algo positivo.

Mucha de nuestra manera de pensar es habitual. Si regularmente pensamos en Dios y en cosas buenas, los pensamientos santos se vuelven algo natural. Miles de pensamientos pasan por nuestra mente todos los días. Probablemente sentimos que no tenemos el control, pero sí lo tenemos. Aunque no tenemos que esforzarnos para nada para pensar malos pensamientos, tenemos que esforzarnos mucho para pensar pensamientos buenos. A medida que comencemos a hacer cambios, tendremos que librar una batalla.

Nuestra mente es el campo de batalla, y la manera principal de Satanás de iniciar sus planes malignos para nosotros es por medio de nuestros pensamientos. Si sentimos que no tenemos poder sobre nuestros pensamientos, Satanás nos atrapará y nos derrotará. En lugar de ello podemos decidir pensar en caminos santos.

Constantemente tomamos decisiones. ¿De dónde provienen esas decisiones? Se originan en nuestros pensamientos. Nuestros pensamientos se convierten en nuestras palabras y en nuestras acciones.

Dios nos ha dado el poder de decidir; de escoger los pensamientos correctos sobre los equivocados. Pero una vez que tomamos esa decisión debemos continuar escogiendo pensamientos correctos. No es una decisión de una vez por todas, pero sí se vuelve cada vez más fácil. Entre más llenamos nuestra vida con la lectura de la Biblia, la oración, la alabanza y la comunión con otros creyentes, es más fácil para nosotros seguir escogiendo pensamientos correctos.

Quizá suene como si estoy diciendo que tratar de vivir una vida cristiana no es otra cosa que una lucha continua. Y eso es en parte cierto, pero es solo un fragmento de la historia. Demasiadas personas quieren vivir vidas cristianas victoriosas, pero no quieren librar las batallas. Sin embargo, la victoria significa ganar y vencer obstáculos. También debemos recordar que vivir una vida en desobediencia a Dios es más difícil que escoger vivir en victoria. Sí, hay luchas, pero al final valen la pena.

Pensar en la manera correcta requiere práctica, y no es siempre fácil, ni se siente natural que nos enfoquemos solamente en el bien. Pero si sabemos que este es el camino a la vida—tanto ahora como en la eternidad—vale la pena el esfuerzo y la lucha tener pensamientos positivos.

Cuando somos bombardeados con dudas y temores, es cuando necesitamos levantarnos. No queremos volver a decir: “No lo puedo evitar”. Queremos creer y decir: “Dios está conmigo, y me fortalece. Dios me habilita para ganar”. El apóstol Pablo lo dijo de esta manera: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:57–58).
Podemos escoger. No solo podemos escoger, sino que lo hacemos. Al no echar fuera los malos pensamientos de nuestra mente, les estamos permitiendo invadirnos y tomarnos cautivos.

Para pensar
Toma tiempo aprender a escoger el bien y rechazar el mal. No va a ser fácil, pero nos estamos moviendo en la dirección correcta cada vez que nos responsabilizamos y tomamos decisiones correctas.

Oremos
 Dios, recuérdame que puedo tomar y que tomo decisiones todos los días. Por favor, ayúdame a monitorear mis pensamientos, escogiendo solamente los que me ayudarán a vencer al diablo y ganar la batalla de mi mente. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

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