Mentalidad de desierto

Mentalidad de desierto

Jehová nuestro Dios nos habló en Horeb, diciendo: Habéis estado bastante tiempo en este monte. Volveos e id al monte del amorreo […] Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra que Jehová juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, que les daría a ellos y a su descendencia después de ellos. DEUTERONOMIO 1:6–8



Los que somos padres conocemos muy bien estas palabras: “Ya voy. Cinco minutos más”. Llamamos a nuestros hijos para que dejen de jugar y entren a la casa, pero ellos solo quieren un poco más de tiempo para estar afuera con sus amigos.

En ese momento, por lo menos, están contentos jugando y no quieren pensar en bañarse o cenar. Siempre son: “Cinco minutos más”, si se los permitimos. Y a veces, nosotros los adultos actuamos como esos pequeños que nos dicen: “Cinco minutos más”.

He conocido a personas miserables; a quienes les disgustaba su vida, odiaban su trabajo o estaban en relaciones intolerables con el tipo de personas equivocadas. Ellos sabían que eran miserables, pero no hacían nada al respecto. “Solo cinco minutos más”. ¿Cinco minutos más de qué? ¿De más dolor? ¿De más desaliento? ¿De más infelicidad?

Esas son las personas que tienen lo que yo llamo “mentalidad de desierto”. Quiero explicarlo: Moisés guio al pueblo de Israel fuera de Egipto. Si hubieran obedecido a Dios, se hubieran dejado de quejar y hubieran avanzado como Dios les pidió originalmente, hubieran hecho el viaje en once días. Pero les tomó cuarenta años.

¿Por qué finalmente partieron? Solamente porque Dios dijo: “Habéis estado bastante tiempo en este monte”. Si Dios no los hubiera empujado a la Tierra Prometida, me pregunto cuánto tiempo se habrían quedado anhelando cruzar el Jordán.

Eran un pueblo en cautiverio. Aunque habían visto milagros en Egipto y habían alabado a Dios por la derrota de los ejércitos egipcios en el mar Rojo, seguían en cautiverio. Las cadenas ya no estaban en su cuerpo, pero nunca se quitaron esas cadenas de la mente. Esa es la mentalidad de desierto.

Se quejaron durante cuarenta años. No tenían agua, y Dios se las proveyó. Se quejaron de la comida; el maná estaba bien, pero querían carne de algún tipo.

No importaba cual fuera la situación, seguían siendo prisioneros mentales. Tal como habían sido en Egipto, así eran en el desierto. No importaba cuantas cosas buenas vinieran a sus vidas, nunca eran suficientemente buenas. Se habían olvidado de todas las penurias y de la esclavitud en Egipto, y cada vez que estaban insatisfechos con el liderazgo de Moisés lloraban: “Ay, si solamente nos hubiéramos quedado en Egipto”.

Se les había olvidado lo mal que lo habían pasado allá; no tenían visión de cuán buenas podían ponerse las cosas. Cuando tuvieron la oportunidad de entrar a la nueva tierra, tuvieron miedo. “Hay gigantes en la tierra”, se lamentaron. Habían visto la liberación de Dios en el pasado, pero no estaban listos para ella en el presente.

Dios finalmente dijo: “Muy bien, es momento de avanzar”. La Biblia no nos dice acerca de su actitud, pero no hay razón para creer que hubiera cambiado. Puedo imaginarme que respondieron: “Vamos a quedarnos un poco de tiempo más. Las cosas no son tan buenas aquí, pero sabemos cómo vivir en el desierto.

Tenemos miedo de dejar este lugar; ya nos acostumbramos a él”.
Si no le gusta su vida, pero no quiere hacer el esfuerzo de cambiar, probablemente tenga una mentalidad de desierto. Si su mente se mantiene llena de pensamientos negativos, lo mantendrán en cautiverio.

Para pensar
 Podrias hacer algo al respecto. No tiene que desperdiciar más tiempo. Puede decir: “Ya he estado bastante tiempo en esta montaña. Ahora voy a la Tierra Prometida; la tierra donde viviré en victoria y derrotaré los planes de Satanás”.

Oremos
Gran Dios, ayúdame a echar fuera la mentalidad de desierto. Ayúdame a tomar la mentalidad de Tierra Prometida y vivir en victoria, a través de Jesucristo. Amén.

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