Mis sentimientos
Mis sentimientos
Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. —ROMANOS 10:9–10
“Pero no puedo evitar como me siento”, lloró Angie.
La mayoría de nosotros hemos escuchado esta afirmación. Significa que la manera en que la persona se siente ha quedado establecida y creen que tienen que seguir esos sentimientos. Es como una realidad sin discusión de la vida.
Tenemos sentimientos, y a veces son fuertes, pero nos confundimos. Permitimos que nuestros sentimientos determinen nuestras decisiones y, finalmente, nuestro destino. Con ese tipo de mentalidad significa que si nos sentimos desalentados, estamos desalentados; si nos sentimos victoriosos, somos victoriosos. Significa que si nos sentimos deprimidos, debemos estar deprimidos.
Alguien dijo en cierta ocasión: “Mis sentimientos son emociones; no son una realidad”. En otras palabras, solo porque nos sentimos en cierta manera no hace que ese sentimiento sea verdad. Solamente significa que nos sentimos en esa manera. Debemos aprender a proseguir más allá de nuestros sentimientos.
Probablemente un ejemplo ayude. Janet vende bienes raíces, y cuando logra una venta se siente maravillosa y exitosa. El mes pasado vendió cinco casas lujosas y recibió una excelente comisión. Este mes, como solo ha vendido una, se siente como si fuera un fracaso. ¿Es Janet un fracaso? No. Es solamente en esos días oscuros que ella se siente así; pero eso no significa que sea cierto.
Hoy quizá no sienta que Dios está obrando en mi vida. Pero, ¿es eso cierto o es como me siento? Sé que muchas personas no se sienten amadas por Dios; así es como se sienten, pero no es la verdad. El diablo obtiene una fortaleza en esta área. Si puede convencernos de que nuestros sentimientos son una realidad, ha hecho un gran avance, y podemos ser derrotados con facilidad.
Hace años, hablé en una iglesia, y muchas personas vinieron a decirme cómo mi mensaje las había alentado. Brillaba porque todavía era nueva en el ministerio y realmente necesitaba cantidad de felicitaciones para sentirme exitosa. Un hombre me dijo: “No estuve de acuerdo con nada de lo que dijo. Usted necesita enderezar su teología”. Y se alejó.
De inmediato el desánimo me abrumó. Me había esforzado mucho por ser el instrumento de Dios para la gente y había fallado. Al salir de esa iglesia, pensé en lo sucedido. Por lo menos, cincuenta personas me dijeron cómo mis palabras las habían bendecido. Un hombre vino a mí con un mensaje negativo y, ¿cómo reaccioné? Creí lo negativo. Permití que sus palabras cambiaran mi manera de pensar, y me convencí a mí misma de haber fallado.
No había fallado. Escuché la voz equivocada y le permití que controlara mis sentimientos. Decidí que nunca jamás volveré a permitir que una voz negativa me desanime y me haga sentir que he fallado. Posiblemente había fallado en ayudar a ese hombre—y no podía hacer nada al respecto—, pero mi enseñanza había tocado a muchos otros. Una mujer tenía lágrimas en sus ojos cuando me dijo que le había dado exactamente la palabra correcta que necesitaba escuchar.
Hice algo más esa noche. Me recordé a mí mismo que lo que había experimentado había sido un sentimiento negativo, pero que no había sido la realidad. Comencé a citar versículos bíblicos, recordándome que Satanás nos ataca donde somos débiles y vulnerables. Yo era nueva hablando en público y el hombre del mensaje negativo lo sabía.
Pensé en Romanos 10:9–10. Con frecuencia citamos estos dos versículos cuando le hablamos a las personas acerca de la salvación; sin embargo, el principio está allí sin importar el tema. Pablo dice que necesitamos creerlo en nuestro corazón y confesarlo con nuestros labios. Me detuve y dije en voz alta: “Dios, creo que estoy a tu servicio. Creo que hice lo mejor para ti. Creo que usaste mis palabras para bendecir a muchas personas. No tengo que escuchar esa voz negativa”.
En unos minutos me sentí mejor (¿ve lo rápido que pueden cambiar los sentimientos?). La realidad no había cambiado, pero yo sí. Me rehusé a permitir que pensamientos negativos, equivocados, me desviaran de la realidad.
Oremos
Amoroso Dios que cuidas de mí, perdóname por tener pensamientos equivocados y por permitir que los sentimientos equivocados determinen mi actitud. Te pido en el nombre de Jesús que me ayudes a creer tu Palabra y a tener en mente pensamientos positivos. Amén.
Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. —ROMANOS 10:9–10
“Pero no puedo evitar como me siento”, lloró Angie.
La mayoría de nosotros hemos escuchado esta afirmación. Significa que la manera en que la persona se siente ha quedado establecida y creen que tienen que seguir esos sentimientos. Es como una realidad sin discusión de la vida.
Tenemos sentimientos, y a veces son fuertes, pero nos confundimos. Permitimos que nuestros sentimientos determinen nuestras decisiones y, finalmente, nuestro destino. Con ese tipo de mentalidad significa que si nos sentimos desalentados, estamos desalentados; si nos sentimos victoriosos, somos victoriosos. Significa que si nos sentimos deprimidos, debemos estar deprimidos.
Alguien dijo en cierta ocasión: “Mis sentimientos son emociones; no son una realidad”. En otras palabras, solo porque nos sentimos en cierta manera no hace que ese sentimiento sea verdad. Solamente significa que nos sentimos en esa manera. Debemos aprender a proseguir más allá de nuestros sentimientos.
Probablemente un ejemplo ayude. Janet vende bienes raíces, y cuando logra una venta se siente maravillosa y exitosa. El mes pasado vendió cinco casas lujosas y recibió una excelente comisión. Este mes, como solo ha vendido una, se siente como si fuera un fracaso. ¿Es Janet un fracaso? No. Es solamente en esos días oscuros que ella se siente así; pero eso no significa que sea cierto.
Hoy quizá no sienta que Dios está obrando en mi vida. Pero, ¿es eso cierto o es como me siento? Sé que muchas personas no se sienten amadas por Dios; así es como se sienten, pero no es la verdad. El diablo obtiene una fortaleza en esta área. Si puede convencernos de que nuestros sentimientos son una realidad, ha hecho un gran avance, y podemos ser derrotados con facilidad.
Hace años, hablé en una iglesia, y muchas personas vinieron a decirme cómo mi mensaje las había alentado. Brillaba porque todavía era nueva en el ministerio y realmente necesitaba cantidad de felicitaciones para sentirme exitosa. Un hombre me dijo: “No estuve de acuerdo con nada de lo que dijo. Usted necesita enderezar su teología”. Y se alejó.
De inmediato el desánimo me abrumó. Me había esforzado mucho por ser el instrumento de Dios para la gente y había fallado. Al salir de esa iglesia, pensé en lo sucedido. Por lo menos, cincuenta personas me dijeron cómo mis palabras las habían bendecido. Un hombre vino a mí con un mensaje negativo y, ¿cómo reaccioné? Creí lo negativo. Permití que sus palabras cambiaran mi manera de pensar, y me convencí a mí misma de haber fallado.
No había fallado. Escuché la voz equivocada y le permití que controlara mis sentimientos. Decidí que nunca jamás volveré a permitir que una voz negativa me desanime y me haga sentir que he fallado. Posiblemente había fallado en ayudar a ese hombre—y no podía hacer nada al respecto—, pero mi enseñanza había tocado a muchos otros. Una mujer tenía lágrimas en sus ojos cuando me dijo que le había dado exactamente la palabra correcta que necesitaba escuchar.
Hice algo más esa noche. Me recordé a mí mismo que lo que había experimentado había sido un sentimiento negativo, pero que no había sido la realidad. Comencé a citar versículos bíblicos, recordándome que Satanás nos ataca donde somos débiles y vulnerables. Yo era nueva hablando en público y el hombre del mensaje negativo lo sabía.
Pensé en Romanos 10:9–10. Con frecuencia citamos estos dos versículos cuando le hablamos a las personas acerca de la salvación; sin embargo, el principio está allí sin importar el tema. Pablo dice que necesitamos creerlo en nuestro corazón y confesarlo con nuestros labios. Me detuve y dije en voz alta: “Dios, creo que estoy a tu servicio. Creo que hice lo mejor para ti. Creo que usaste mis palabras para bendecir a muchas personas. No tengo que escuchar esa voz negativa”.
En unos minutos me sentí mejor (¿ve lo rápido que pueden cambiar los sentimientos?). La realidad no había cambiado, pero yo sí. Me rehusé a permitir que pensamientos negativos, equivocados, me desviaran de la realidad.
Oremos
Amoroso Dios que cuidas de mí, perdóname por tener pensamientos equivocados y por permitir que los sentimientos equivocados determinen mi actitud. Te pido en el nombre de Jesús que me ayudes a creer tu Palabra y a tener en mente pensamientos positivos. Amén.
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