¡Siga caminando sobre el agua

¡Siga caminando sobre el agua!

Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, ¡no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. MATEO 14:25–28


Enfoquémonos por un momento en esta parte de una historia muy conocida del Nuevo Testamento. Los discípulos estaban en medio del Mar de Galilea a medianoche cuando alzaron la vista y vieron a Jesús caminando sobre el agua. Eso es asombroso, pero a medida que la historia continúa, Mateo escribe que además había un fuerte viento, sin embargo, Jesús siguió caminando sobre las aguas.

Los discípulos estaban asustados; y eso es lógico. ¿Quién podría esperar ver a alguien caminar sobre el agua, incluso bajo las mejores condiciones?
Entonces Jesús clamó y les dijo: “¡Tened ánimo; ¡yo soy, no temáis!” (v. 27).

Este es el momento poderoso de la historia. ¿Y ahora, qué va a suceder? ¿Deberían hacer espacio para que Jesús se sentara en la barca? ¿Deberían bajarse y caminar con Él sobre las olas? ¿Deberían abrazarse en temor, recordándose a sí mismos que los seres humanos no pueden caminar sobre el agua?

Pedro fue el único que respondió con verdadera fe. Y no erremos; que Pedro dijera: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (v. 28) fue un tremendo acto de fe. Usted va a notar que fue el único que habló de esa manera.
Fue un poderoso momento de fe. Un momento de definición que señaló la gran fe de Pedro y su confianza en Jesús, el Ungido de Dios. Estaba tan convencido de que Jesús era verdaderamente el Hijo de Dios que estaba listo para descender de la barca y caminar sobre el agua con Él.

¿Cuántos de ustedes descenderían de la barca?
Enfatizo esto porque sería bastante fácil decir: “Señor, te veo caminar sobre el agua, y creo que podría caminar sobre el agua a tu lado”. ¿Lo haría usted? ¿Tendría el tipo de fe que lo facultara a descender de la barca? De los doce discípulos, Pedro fue el único que tomó ese paso de fe.

No estoy citando este ejemplo de fe para desanimarlo o para hacerlo sentir que su fe en alguna manera carece de algo. ¡Simplemente estoy señalando el gran triunfo de un hombre que se atrevió a creer! Pedro creía con tanta fuerza que tomó un paso de fe por encima del costado de la barca y comenzó a caminar hacia Jesús.

La mayoría de nosotros conocemos el resto de la historia. Algunos incluso podrían sonreír con sarcasmo: “¡Gran cosa! Bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua, se asustó y comenzó a hundirse. Y, además, recibió una reprensión por parte de Jesús: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (v. 31).
Pero piénselo; Jesús no le dijo esas palabras a los demás discípulos. Le dirigió las palabras “hombre de poca fe” a Pedro. La implicación es que los demás no tenían fe en ese momento.

Piense en esas palabras, no solo como palabras de reprensión, sino también como palabras de ánimo para Pedro, quien tuvo suficiente fe para descender de la barca y comenzar a caminar sobre el agua. “Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!” (v. 30).

¿Qué pasaría si usted considerara estas palabras como de gran aliento por parte de Jesús, no solo para Pedro, sino también para usted? ¿Y si usted viera este evento como si Jesús estuviera diciéndole a usted: “Comenzaste muy bien? Creíste en mí y descendiste de la barca. ¡Lo lograste! Caminaste sobre el agua al igual que yo. Pero entonces dejaste que la duda entrara, y cuando eso sucedió te comenzaste a hundir”.

Esta historia poderosa es un recordatorio poderoso de que Jesús está siempre con usted, y que va a suspender las leyes naturales para alcanzarlo y cuidar de usted.

Para pensar.
Te ha pasado alguna vez que estas en una situación difícil y sea de salud o económica Dios te habla atreves de tu guía espiritual u otra persona cercana  ti y sigues dudando?
Si tú eres esa persona...

Oremos juntos hoy, o cuando leas esta reflexión:

Señor Jesús, por favor, perdona mi falta de fe. Incrementa mi fe en tu Palabra, y ayúdame a confiar en ti lo suficiente como para seguir tu guía. Cuando las circunstancias a mi alrededor me amenacen con hundirme en las aguas profundas de la duda, ayúdame a enfocarme en ti. Te pido estas cosas en tu santo nombre. Amén.

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