Una oferta tentadora

Una oferta tentadora

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. MATEO 4:1–2


Después de que Jesús pasó por un ayuno de cuarenta días, Satanás se le acercó con tres ofertas tentadoras. El diablo vino a Jesús cuando estaba débil y hambriento. Es natural suponer que el Señor estaba físicamente debilitado después de haber estado sin alimento durante un periodo tan extenso, así que, por supuesto, la primera oferta del diablo tenía que ver con comida. “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (v. 3).

Más tarde Jesús realizó varios milagros que incluían comida, como transformar el almuerzo de un muchacho en suficiente pescado y pan para alimentar a cinco mil personas, y en otra ocasión a cuatro mil. Todos los milagros de Jesús eran para el bien de los demás. Nunca realizó milagros para sí mismo o para satisfacer alguna necesidad propia. Esa es una importante lección que aprendemos de esta tentación.

El diablo entonces llevó a Jesús a un monte muy alto y le mostró las naciones de la Tierra. Le dijo, algo como: “Puedes tener todo esto a cambio de un pequeño acto fácilmente excusable. Adórame—solo una vez—y podrás tenerlo todo”. Incluso puedo imaginar al diablo diciendo: “No te preocupes; Dios comprenderá. Estás muy débil en este momento”.

Era como si Satanás dijera: “Vas a gobernar sobre esto de todos modos. Este solo es un atajo”. Estaba implicando que, por medio de un simple acto de adoración, Jesús podría evitar el rechazo, el sufrimiento e incluso la horripilante muerte en la cruz. Y de todos modos, iba a lograr la misma meta.
Tan atractiva como la oferta podría haber sonado, Jesús la rechazó. Reconoció la mentira deliberada y bien urdida, y Jesús nunca titubeó. El mundo sería ganado para Dios, pero sería ganado mediante el camino del sacrificio y la obediencia.

El camino de la cruz sería el camino de Jesús a la victoria.
Nuevamente, Jesús nos enseña que el suyo no es el camino fácil. En lugar de ello, debemos tomar el camino correcto. Siempre que el diablo trate de convencernos de que hay una manera más sencilla—una que hará la vida mejor para nosotros—sabemos que no queremos escuchar.
A medida que leemos la historia, la decisión se vuelve obvia. Pero vamos a suponer que ha estado en el desierto cuarenta días y cuarenta noches sin comida ni bebida. Suponga que enfrenta tales grandes tentaciones. Suponga que el diablo le haya susurrado al oído: “Solo esta vez y nadie se va a enterar”.
Esta es una de las mentiras más sutiles del enemigo. No solamente lo tienta para rendirse y recibir lo que le gustaría tener, sino que lo hace sonar simple y fácil: “Solo haz esto y es todo tuyo”.
Dios nunca obra de esa manera. Él quiere que usted tenga lo mejor y solo lo mejor, pero tiene que llegar en la manera correcta.
Al final del relato de la tentación, Mateo inserta una declaración poderosa. En cada tentación, Jesús ganó porque depende de la Palabra de Dios para su fuerza. Y el diablo no pudo luchar contra la Palabra.

Finalmente, Mateo registra: “El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían” (v. 11).
La sabiduría para obtener de esta experiencia es poderosa. Incluso después de haber sido maltratado y tentado, Dios no lo deja solo. Permanece con usted para consolarlo, ministrar a sus necesidades y animarlo. Nunca olvide que Él está tan cerca de usted como la mención de su nombre. Él nunca lo dejará ni lo desamparará.

Oración
Bendito Señor Jesús, gracias por ganar la victoria sobre el diablo. Gracias por no escuchar a Satanás y por pararte en la Palabra de Dios en medio de cada tentación. Señor, en tu nombre, te pido la sabiduría y la fuerza para derrotar al mismo enemigo cuando me tiente. Amén.


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