Palabras agradables, palabras de sanidad
Palabras agradables, palabras de sanidad
El sabio de corazón habla con prudencia, y a sus labios añade sabiduría. Las palabras amables son un panal de miel; endulzan el alma y sanan el cuerpo. PROVERBIOS 16:23–24, RVC
Nuestros pensamientos pueden meternos en problemas o elevarnos por sobre nuestros problemas. No obstante, con mucha frecuencia le permitimos a nuestra mente que se entretenga y pondere con el tipo de pensamientos equivocados. En el epígrafe del capítulo dice que la mente (o el corazón) del sabio habla con prudencia.
Este proverbio significa que los pensamientos en los que perseveramos con el tiempo se convierten en nuestras palabras. Si nuestras palabras son buenas y edificantes, alientan a los demás y a nosotros mismos.
Esos pensamientos no solo se tratan de los demás; también se tratan de la manera en que reflexionamos sobre nosotros mismos.
Una de los amigos más inteligente que tuve en la escuela confesó un día que se sentía intelectualmente inferior. Sus palabras me impresionaron, y se lo dije. Me enteré de que su padre solía decirle estúpida cuando no entendía algo la primera vez que se lo explicaba. Con el tiempo, sus propios pensamientos le dijeron: No eres los suficientemente inteligente para entender esto.
Ese es un buen ejemplo de cómo nuestras palabras pueden destruir a los demás. Pero también podemos levantar a los demás con nuestras palabras. Cuando nos enfocamos en lo bueno que vemos en las personas y se los décimos, bien podríamos ser el mensajero de Dios para ellos.
Todos necesitamos escuchar palabras agradables de sanidad. Es demasiado fácil suponer que ciertas personas no tienen las mismas batallas o las batallas severas que experimentamos. No obstante, todos nosotros batallamos, y para algunos, es peor que para los demás. Creo que entre más Dios quiere usarnos, más fuertemente Satanás ejerce su poder en nuestra contra.
Nos podemos ayudar unos a otros. Cuando hablamos palabras agradables con sinceridad, no solamente estamos desactivando el poder de nuestro enemigo, sino que nos estamos edificando unos a otros. Necesitamos edificar a todos tanto como necesitamos que los demás nos alienten.
Puedo recordar ocasiones en las que he querido decirle una palabra amable a alguien y pienso: Ay, pero ya sabe eso. Ya lo ha escuchado antes. Y entonces me digo a mí mismo: Sí, probablemente esa persona ya lo sabe, y es posible que lo haya escuchado antes, pero no lo ha escuchado de mí. No es que mis palabras sean mejores que las de los demás, pero es el Espíritu Santo quien toma nuestras palabras, las unge y trae sanidad y ayuda a los demás.
¿Qué pasaría si cada uno de nosotros decidiéramos: Soy el siervo de Dios para traer palabras de sanidad a los corazones heridos y en sufrimiento?
¿Qué pasaría si Dios nos escogiera para fortalecer y edificar a las personas por medio de hablarles palabras de alivio, amables y consideradas?
No solamente hacemos huir al diablo, sino que el gozo de nuestros amigos se eleva así como el nuestro también porque hemos sido usados como instrumentos de Dios para sanidad. Aprendí hace mucho tiempo que se requiere muy poco para hacer mucho bien. Con frecuencia es solo una palabra de aliento, un abrazo o solamente decir las palabras: “Te tengo en mis pensamientos”.
Oremos
Santo Espíritu de Dios, por favor recuérdame las palabras que moran dentro de mí. Recuérdame aferrarme a los pensamientos buenos, amables y edificantes y facúltame para alejar los que pueden lastimar y derribar a otros y a mí mismo. Te pido esto por medio de Jesucristo. Amén.
El sabio de corazón habla con prudencia, y a sus labios añade sabiduría. Las palabras amables son un panal de miel; endulzan el alma y sanan el cuerpo. PROVERBIOS 16:23–24, RVC
Nuestros pensamientos pueden meternos en problemas o elevarnos por sobre nuestros problemas. No obstante, con mucha frecuencia le permitimos a nuestra mente que se entretenga y pondere con el tipo de pensamientos equivocados. En el epígrafe del capítulo dice que la mente (o el corazón) del sabio habla con prudencia.
Este proverbio significa que los pensamientos en los que perseveramos con el tiempo se convierten en nuestras palabras. Si nuestras palabras son buenas y edificantes, alientan a los demás y a nosotros mismos.
Esos pensamientos no solo se tratan de los demás; también se tratan de la manera en que reflexionamos sobre nosotros mismos.
Una de los amigos más inteligente que tuve en la escuela confesó un día que se sentía intelectualmente inferior. Sus palabras me impresionaron, y se lo dije. Me enteré de que su padre solía decirle estúpida cuando no entendía algo la primera vez que se lo explicaba. Con el tiempo, sus propios pensamientos le dijeron: No eres los suficientemente inteligente para entender esto.
Ese es un buen ejemplo de cómo nuestras palabras pueden destruir a los demás. Pero también podemos levantar a los demás con nuestras palabras. Cuando nos enfocamos en lo bueno que vemos en las personas y se los décimos, bien podríamos ser el mensajero de Dios para ellos.
Todos necesitamos escuchar palabras agradables de sanidad. Es demasiado fácil suponer que ciertas personas no tienen las mismas batallas o las batallas severas que experimentamos. No obstante, todos nosotros batallamos, y para algunos, es peor que para los demás. Creo que entre más Dios quiere usarnos, más fuertemente Satanás ejerce su poder en nuestra contra.
Nos podemos ayudar unos a otros. Cuando hablamos palabras agradables con sinceridad, no solamente estamos desactivando el poder de nuestro enemigo, sino que nos estamos edificando unos a otros. Necesitamos edificar a todos tanto como necesitamos que los demás nos alienten.
Puedo recordar ocasiones en las que he querido decirle una palabra amable a alguien y pienso: Ay, pero ya sabe eso. Ya lo ha escuchado antes. Y entonces me digo a mí mismo: Sí, probablemente esa persona ya lo sabe, y es posible que lo haya escuchado antes, pero no lo ha escuchado de mí. No es que mis palabras sean mejores que las de los demás, pero es el Espíritu Santo quien toma nuestras palabras, las unge y trae sanidad y ayuda a los demás.
¿Qué pasaría si cada uno de nosotros decidiéramos: Soy el siervo de Dios para traer palabras de sanidad a los corazones heridos y en sufrimiento?
¿Qué pasaría si Dios nos escogiera para fortalecer y edificar a las personas por medio de hablarles palabras de alivio, amables y consideradas?
No solamente hacemos huir al diablo, sino que el gozo de nuestros amigos se eleva así como el nuestro también porque hemos sido usados como instrumentos de Dios para sanidad. Aprendí hace mucho tiempo que se requiere muy poco para hacer mucho bien. Con frecuencia es solo una palabra de aliento, un abrazo o solamente decir las palabras: “Te tengo en mis pensamientos”.
Oremos
Santo Espíritu de Dios, por favor recuérdame las palabras que moran dentro de mí. Recuérdame aferrarme a los pensamientos buenos, amables y edificantes y facúltame para alejar los que pueden lastimar y derribar a otros y a mí mismo. Te pido esto por medio de Jesucristo. Amén.

No Comments