Nacimiento indeseado

Nacimiento indeseado
 
Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte.   Santiago 1.15 NBLH
 
Santiago intenta ayudarnos a entender el proceso por el cual una prueba acaba convirtiéndose en ocasión para una derrota espiritual.
 
Usando la analogía de la gestación de un ser humano nos ha explicado que somos arrastrados por los malos deseos que anidan en nuestros propios corazones. Estos nos presentan una diversidad de argumentos y razonamientos para que actuemos de manera contraria a la voluntad del Señor.
 
Cuando esos razonamientos se hacen fuertes en nosotros, nace una idea, la semilla de lo que, eventualmente, se convertirá en una acción.
 
Ese pensamiento es el que debemos arrebatar antes de que tenga la oportunidad de echar raíces en nuestro corazón. Una vez que comenzó a fortalecerse, será cada vez más difícil revertir la dirección por la que nos impulsa. Por eso es importante cortar esos pensamientos cuando apenas son una idea incipiente.
 
Es en este punto que resulta útil la analogía del embarazo, pues nos recuerda que un bebé no aparece, repentinamente, de la nada.
 
Existe un período extendido de gestación en el que se va formando esa pequeña vida dentro de la madre, hasta que llega el día en que ella da a luz. Del mismo modo, debemos ser conscientes de que el pecado nunca es una decisión instantánea. Más bien, existe un proceso de gestación en el que la idea de algo malvado va tomando forma en nuestro interior, y eventualmente culmina en una acción específica.
 
El hecho de que no seamos conscientes de este proceso no indica, de ningún modo, su inexistencia.
El pecado es el resultado de un proceso, tal como lo vemos en la caída de Adán y Eva. La serpiente se acercó y entabló un diálogo en el que sembró la duda sobre la bondad de Dios y especuló con las posibles consecuencias de la desobediencia.
 
Notamos, a diferencia de Jesús en el desierto, que la mujer participó de este diálogo; lo cual constituye un error fatal, pues el enemigo es infinitamente más astuto que nosotros. Cuando comenzó a germinar la idea de comer del fruto prohibido, desencadenó en una acción: tomar el fruto y probarlo.
 
La acción en sí no constituye el fin de la vida, pero es el principio del fin. Esa primera acción se verá seguida por otras acciones, las cuales eventualmente se convertirán en estilo de vida, y esa forma de vivir, señala Santiago, acaba en la muerte.
 
Es por esto por lo que insisto que el momento en que nuestra lucha contra el pecado es más efectiva es en su etapa incipiente.
 
Al igual que José con la mujer de Potifar, debemos huir ante la mera posibilidad de pecar. José sabía que, si permanecía, no tendría las fuerzas para mantenerse firme. Con gran sabiduría decidió escapar antes de que fuera demasiado tarde. Con la ayuda del Espíritu, nosotros también podemos disciplinar nuestra mente para que se sujete al Señor.
 
Para pensar.
«Cuando un hombre piensa que posee la fuerza suficiente y confía en sus capacidades, puedes anticipar su caída. Quizás pasen años antes de que salga a la luz, pero el proceso ya ha comenzado». D. L. Moody

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