Enigmática exhortación
Enigmática exhortación
Tú, pues, hijo mío, fortalécete en la gracia que hay en Cristo Jesús. 2 Timoteo 2.1 NBLH
Las cartas pastorales que Pablo escribió a Timoteo revelan el espíritu de tierno cuidado con que velaba por el bienestar de los líderes que había formado. Escribió esta epístola desde una prisión en Roma, donde permanecía encadenado. Comparte con Timoteo que muchos le habían dado la espalda por la vergüenza que significaba estar así (1.15).
El apóstol, sin embargo, declara confiadamente: «no me avergüenzo de ello, porque yo sé en quién he puesto mi confianza y estoy seguro de que él es capaz de guardar lo que le he confiado hasta el día de su regreso» (1.12, NTV).
Es en este marco de persecución que Pablo comparte la exhortación que leemos en el texto de hoy. Es llamativo porque pareciera encerrar una contradicción. Hemos meditado, en varias reflexiones, sobre la forma en que el Señor se glorifica por medio de nuestras debilidades.
Muchas de sus obras más asombrosas las realizó con personas que no poseían capacidad alguna para lograr lo que él proponía.
El llamado a ser fuerte, sin embargo, aparentemente impulsa a Timoteo a moverse en la dirección opuesta a la que Pablo había proclamado a los corintos: «Así que ahora me alegra jactarme de mis debilidades, para que el poder de Cristo pueda actuar a través de mí» (2 Corintios 12.9, NTV).
Es por esto por lo que Pablo aclara que la fortaleza de la que debe echar mano Timoteo debe ser en la gracia. Es decir, no lo está llamando a buscar fuerzas en su propia persona, sino a procurar esa acción bondadosa de Dios a nuestro favor, que suple aquello que no poseemos naturalmente.
Por esto, Timoteo necesitará ser consciente de sus propias limitaciones, porque por esa puerta entrará la gracia necesaria.
Esta exhortación de Pablo se basa en el mismo principio expresado en el primer capítulo: «Por eso quiero que reavives el fuego del don que Dios te dio cuando te impuse las manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no nos hace cobardes, sino que él es para nosotros fuente de poder, amor y buen juicio» (1.6-7, PDT).
¿Cómo debe proceder Timoteo para que pueda adquirir la fortaleza que proviene de la gracia?
• Deberá convertir en un hábito la búsqueda del rostro de Dios ante cada desafío que se le presenta.
• Deberá acostumbrarse a dejar a los pies del trono de gracia cada problema que surge.
• Deberá solicitar, ante cada proyecto que emprenda, que el Señor lo supla de las herramientas y actitudes necesarias para llevar adelante la obra del ministerio.
• En resumen, deberá construir su ministerio alrededor de la persona de Cristo, de modo que Jesús sea el principio y el final de todo lo que hace.
Para pensar.
Nosotros, como miembros de la iglesia de Cristo, también debemos movernos en el mismo espíritu que Timoteo, pues Pablo nos exhorta: «sean fuertes en el Señor y en su gran poder» (Efesios 6.10, NTV). El mejor lugar para cultivar esta fuerza es de rodillas, indicando con nuestra postura nuestra completa dependencia del Señor.
Tú, pues, hijo mío, fortalécete en la gracia que hay en Cristo Jesús. 2 Timoteo 2.1 NBLH
Las cartas pastorales que Pablo escribió a Timoteo revelan el espíritu de tierno cuidado con que velaba por el bienestar de los líderes que había formado. Escribió esta epístola desde una prisión en Roma, donde permanecía encadenado. Comparte con Timoteo que muchos le habían dado la espalda por la vergüenza que significaba estar así (1.15).
El apóstol, sin embargo, declara confiadamente: «no me avergüenzo de ello, porque yo sé en quién he puesto mi confianza y estoy seguro de que él es capaz de guardar lo que le he confiado hasta el día de su regreso» (1.12, NTV).
Es en este marco de persecución que Pablo comparte la exhortación que leemos en el texto de hoy. Es llamativo porque pareciera encerrar una contradicción. Hemos meditado, en varias reflexiones, sobre la forma en que el Señor se glorifica por medio de nuestras debilidades.
Muchas de sus obras más asombrosas las realizó con personas que no poseían capacidad alguna para lograr lo que él proponía.
El llamado a ser fuerte, sin embargo, aparentemente impulsa a Timoteo a moverse en la dirección opuesta a la que Pablo había proclamado a los corintos: «Así que ahora me alegra jactarme de mis debilidades, para que el poder de Cristo pueda actuar a través de mí» (2 Corintios 12.9, NTV).
Es por esto por lo que Pablo aclara que la fortaleza de la que debe echar mano Timoteo debe ser en la gracia. Es decir, no lo está llamando a buscar fuerzas en su propia persona, sino a procurar esa acción bondadosa de Dios a nuestro favor, que suple aquello que no poseemos naturalmente.
Por esto, Timoteo necesitará ser consciente de sus propias limitaciones, porque por esa puerta entrará la gracia necesaria.
Esta exhortación de Pablo se basa en el mismo principio expresado en el primer capítulo: «Por eso quiero que reavives el fuego del don que Dios te dio cuando te impuse las manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no nos hace cobardes, sino que él es para nosotros fuente de poder, amor y buen juicio» (1.6-7, PDT).
¿Cómo debe proceder Timoteo para que pueda adquirir la fortaleza que proviene de la gracia?
• Deberá convertir en un hábito la búsqueda del rostro de Dios ante cada desafío que se le presenta.
• Deberá acostumbrarse a dejar a los pies del trono de gracia cada problema que surge.
• Deberá solicitar, ante cada proyecto que emprenda, que el Señor lo supla de las herramientas y actitudes necesarias para llevar adelante la obra del ministerio.
• En resumen, deberá construir su ministerio alrededor de la persona de Cristo, de modo que Jesús sea el principio y el final de todo lo que hace.
Para pensar.
Nosotros, como miembros de la iglesia de Cristo, también debemos movernos en el mismo espíritu que Timoteo, pues Pablo nos exhorta: «sean fuertes en el Señor y en su gran poder» (Efesios 6.10, NTV). El mejor lugar para cultivar esta fuerza es de rodillas, indicando con nuestra postura nuestra completa dependencia del Señor.
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