Otra óptica

Otra óptica
 
Los malvados conspiran contra los justos; les gruñen de manera desafiante. Pero el Señor simplemente se ríe, porque ve que el día de su juicio se acerca. 
Salmo 37.12-13

David, en este salmo, nos ha mandado a no irritarnos por causa de los malvados. En una serie de exhortaciones referidas al tema nos anima a que dejemos de lado la ira, que soltemos el deseo de hacer justicia por mano propia y que nos relajemos frente a la aparente impunidad de los malvados.
La razón por la que nos invita a tener esta actitud, que es contraria a nuestra inclinación natural, es porque caminamos con un Dios que no pasa por alto la maldad de los perversos. Nos invita a que nos retiremos de la situación para mirarla desde lejos, con una perspectiva eterna en lugar de terrenal. Cuando logramos este paso, entendemos que los que practican iniquidad «como la hierba, pronto se desvanecen; como las flores de primavera, pronto se marchitan» (37.2).
Este es el mismo camino que debió recorrer Asaf, en el Salmo 73. Su corazón se llenó de amargura (v. 21) cuando vio la prosperidad de los arrogantes. Su angustia procedía de comparar su vida con la de ellos, lo que lo obligó a una pregunta que parecía poseer una respuesta negativa: «¿Conservé puro mi corazón en vano? ¿Me mantuve en inocencia sin ninguna razón? En todo el día no consigo más que problemas; cada mañana me trae dolor» (vv. 13-14).
No obstante su angustia, recorrió el camino que insinúa David y allí descubrió otra perspectiva: «Entonces entré en tu santuario, oh Dios, y por fin entendí el destino de los perversos» (v. 17).
En algún momento de su peregrinaje David había descubierto esta verdad, y eso le había permitido responder de otra manera cuando los impíos «(sacaban) sus espadas y (ponían) cuerdas a sus arcos para matar al pobre y al oprimido, para masacrar a los que (hacían) lo correcto» (Salmo 37.14).
También emplea una llamativa frase para ayudarnos a entender lo insignificante de los avances que creen lograr los malvados: «El Señor simplemente se ríe».
Cuando leo esta frase me imagino la risa que nos produce ver a los niños intentando llevar a cabo acciones que son propias de adultos. Las personas malvadas, a quienes describe David en el salmo, imaginan que son intocables, que nadie puede echar a perder sus planes ni frenar sus ambiciones. Precisamente por esa convicción actúan con tanta arrogancia.
Necesitamos mirar al mundo con los ojos del Señor. La mirada horizontal, desde nuestra humanidad, nos llena de desesperanza, frustración y amargura. Pero la mirada que logramos desde los cielos nos permite ver que los malvados tienen los días contados. Puede que su reino dure diez, veinte o treinta años; sin embargo, cuando lo comparamos con la extensión de tiempo que significa la eternidad, no representa siquiera una gota de agua en el océano. Podemos esperar confiados; cuando el tiempo sea propicio, el Señor hará justicia.

Para pensar.
«Aprendan una lección de este juez injusto. Si hasta él dio un veredicto justo al final, ¿acaso no creen que Dios hará justicia a su pueblo escogido que clama a él día y noche? ¿Seguirá aplazando su respuesta? Les digo, ¡él pronto les hará justicia!». Lucas 18.6-8

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