Gracia barata
Gracia barata
¡Seguro que no estarás enojado para siempre! ¡Sin duda puedes olvidar lo que he hecho! Hablas de esta manera, pero sigues haciendo todo el mal posible. Jeremías 3.5
Participé, unos años atrás, de un encuentro de jóvenes. En esa ocasión asistió una buena cantidad de muchachos que habían nacido dentro de la iglesia.
Su actitud de fastidioso escepticismo proclamaba que, para ellos, la vida espiritual poseía poco atractivo. Los años de vida religiosa los habían inoculado contra cualquier propuesta de una aventura apasionante con la persona de Jesús.
No obstante, su indiferencia, durante varios días del encuentro nos esforzamos, con el equipo de líderes, por seducir sus corazones con el mensaje del amor de Dios.
Intentábamos por todos los medios interesarlos en una relación personal con el Señor, hablando de lo mucho que él los amaba y de cómo podía despertar en ellos una pasión que los sorprendería.
Con el pasar de los días comencé a sentirme incómodo con nuestra proclama. Las verdades de la Palabra siempre se mantienen en tensión, de modo que cuando caemos en el error de enfatizar tanto una sola cara de la moneda, corremos el riesgo de caer en herejías.
Nuestro mensaje se ajustaba a una tendencia que ha marcado a la iglesia en estos tiempos. La aceptación y el perdón incondicional de Dios han pasado a ser los ejes centrales de muchas de las prédicas que hoy se escuchan en diferentes púlpitos.
El espíritu de tolerancia que ha impregnado la cultura actual, con su mensaje de que todo es lícito si está respaldado por el amor, también ha afectado a los que seguimos al Señor.
Anunciamos un mensaje en el que Dios siempre está dispuesto a recibirnos, no importa qué hayamos hecho ni de qué manera vivamos.
Al igual que todas las distorsiones de la Palabra, esta también se basa en una media verdad. El mismo profeta identifica el principio que sostiene esta convicción: «¡No estarás enojado para siempre! ¡Sin duda puedes olvidar lo que he hecho!». Son muchos los textos que hablan de la abundante misericordia del Señor hacia su pueblo, por lo que no erran al afirmar que él no estará enojado para siempre.
En esta perspectiva, sin embargo, falta un pequeño detalle: «Hablas de esta manera, pero sigues haciendo todo el mal posible».
En ocasiones hay quienes creen que, como Dios es generoso en perdonar, pueden seguir pecando tranquilamente porque él nunca se cansará de extender su misericordia.
Esa postura se burla de Dios porque torna innecesaria la confesión. Cuando una persona vuelve, una y otra vez, por el mismo camino de maldad, proclama con sus hechos que su compromiso con el Señor es poco serio.
El verdadero arrepentimiento requiere un espíritu de tristeza por haber dañado la relación más importante que disfrutamos.
Exige la decisión de intentar, por todos los medios posibles, apartarse del mal para no seguir lastimando una relación que se construye sobre el fundamento del amor.
Para pensar.
«La gracia barata consiste en predicar el perdón sin exigir el arrepentimiento, el bautismo sin la disciplina, la comunión sin la confesión… La gracia barata es gracia sin discipulado, gracia sin la cruz, gracia sin la persona de Jesucristo». Dietrich Bonhoeffer
¡Seguro que no estarás enojado para siempre! ¡Sin duda puedes olvidar lo que he hecho! Hablas de esta manera, pero sigues haciendo todo el mal posible. Jeremías 3.5
Participé, unos años atrás, de un encuentro de jóvenes. En esa ocasión asistió una buena cantidad de muchachos que habían nacido dentro de la iglesia.
Su actitud de fastidioso escepticismo proclamaba que, para ellos, la vida espiritual poseía poco atractivo. Los años de vida religiosa los habían inoculado contra cualquier propuesta de una aventura apasionante con la persona de Jesús.
No obstante, su indiferencia, durante varios días del encuentro nos esforzamos, con el equipo de líderes, por seducir sus corazones con el mensaje del amor de Dios.
Intentábamos por todos los medios interesarlos en una relación personal con el Señor, hablando de lo mucho que él los amaba y de cómo podía despertar en ellos una pasión que los sorprendería.
Con el pasar de los días comencé a sentirme incómodo con nuestra proclama. Las verdades de la Palabra siempre se mantienen en tensión, de modo que cuando caemos en el error de enfatizar tanto una sola cara de la moneda, corremos el riesgo de caer en herejías.
Nuestro mensaje se ajustaba a una tendencia que ha marcado a la iglesia en estos tiempos. La aceptación y el perdón incondicional de Dios han pasado a ser los ejes centrales de muchas de las prédicas que hoy se escuchan en diferentes púlpitos.
El espíritu de tolerancia que ha impregnado la cultura actual, con su mensaje de que todo es lícito si está respaldado por el amor, también ha afectado a los que seguimos al Señor.
Anunciamos un mensaje en el que Dios siempre está dispuesto a recibirnos, no importa qué hayamos hecho ni de qué manera vivamos.
Al igual que todas las distorsiones de la Palabra, esta también se basa en una media verdad. El mismo profeta identifica el principio que sostiene esta convicción: «¡No estarás enojado para siempre! ¡Sin duda puedes olvidar lo que he hecho!». Son muchos los textos que hablan de la abundante misericordia del Señor hacia su pueblo, por lo que no erran al afirmar que él no estará enojado para siempre.
En esta perspectiva, sin embargo, falta un pequeño detalle: «Hablas de esta manera, pero sigues haciendo todo el mal posible».
En ocasiones hay quienes creen que, como Dios es generoso en perdonar, pueden seguir pecando tranquilamente porque él nunca se cansará de extender su misericordia.
Esa postura se burla de Dios porque torna innecesaria la confesión. Cuando una persona vuelve, una y otra vez, por el mismo camino de maldad, proclama con sus hechos que su compromiso con el Señor es poco serio.
El verdadero arrepentimiento requiere un espíritu de tristeza por haber dañado la relación más importante que disfrutamos.
Exige la decisión de intentar, por todos los medios posibles, apartarse del mal para no seguir lastimando una relación que se construye sobre el fundamento del amor.
Para pensar.
«La gracia barata consiste en predicar el perdón sin exigir el arrepentimiento, el bautismo sin la disciplina, la comunión sin la confesión… La gracia barata es gracia sin discipulado, gracia sin la cruz, gracia sin la persona de Jesucristo». Dietrich Bonhoeffer
1 Comment
Wow, que buena palabra la del señor...