Respuesta adversa

Respuesta adversa
 
Les dijo: «Ustedes me enviaron al SEÑOR, Dios de Israel, con su petición y esta es la respuesta: “Permanezcan aquí en esta tierra”». Jeremías 42.9-10

Jeremías pasó diez días orando, buscando una palabra de orientación de parte de Dios, para un grupo que había pedido que el profeta intercediera por ellos. Por la grave crisis que enfrentaban habían pensado descender a Egipto, pero consideraron importante consultar a Dios primero. Por su parte, Jeremías había prometido no guardarse nada de lo que el Señor le mostrara, aun cuando la Palabra que recibiera fuera contraria a los deseos del grupo.
En demasiadas ocasiones Dios le había dado al profeta palabras que contradecían abiertamente lo que la gente quería. Por esta razón, no gozaba de popularidad. De hecho, era tal la oposición que sufrió que cayó en una profunda crisis.
Elevó un reproche a Dios, diciendo: «Oh SEÑOR, me engañaste, y yo me dejé engañar. Eres más fuerte que yo, y me dominaste. Ahora soy objeto de burla todos los días; todos se ríen de mí. Cuando hablo, me brotan las palabras. Grito: “¡Violencia y destrucción!”. Así que estos mensajes del SEÑOR me han convertido en objeto de burla» (Jeremías 20.7-8).
En esta ocasión, Dios volvió a darle un mensaje que era contrario a lo que la gente quería. Deseaban embarcarse en un viaje hacia Egipto para buscar la protección del faraón, pero el Señor les dijo: «Permanezcan aquí en esta tierra». La directiva los mandaba a hacer lo opuesto de lo que tenían pensado.
Así ocurre cuando Dios nos habla. Muchas veces no nos pide un pequeño ajuste a nuestro rumbo, sino un giro de 180 grados. Cuando Pablo se encaminó para Asia, el Señor se le apareció en un sueño y lo desvió hacia Macedonia, que quedaba en la dirección opuesta. Cuando llamó a Pedro le pidió que abandonara sus redes para abrazarse a una nueva vocación. Y a los israelitas que insistían en permanecer en Israel, frente a los embates del ejército caldeo, los mandó a que se entregaran al enemigo para buscar una nueva vida en Babilonia.
Esta dinámica me lleva a considerar cuidadosamente el historial de «palabras» que Dios trae a mi vida. Si siempre escucho lo que quiero escuchar, si su mensaje siempre coincide plenamente con lo que yo pienso, es posible que no esté escuchando la voz de Dios, sino la mía.

Debemos entender que esta ha sido parte de la dinámica de comunicación del Señor a lo largo de los siglos. Él, con frecuencia, rectifica nuestras tendencias naturales pidiéndonos que nos movamos en dirección opuesta a nuestra voluntad, algo que pone a prueba nuestra disposición de obedecerle. En ocasiones traerá a nuestra vida corrección, reprensión, revelación de pecado o un llamado a renovar nuestro compromiso. Si nuestra reacción inicial es de fastidio, es muy probable que el Señor haya dado en el blanco, identificando algún área de nuestro ser que aún no se ha ajustado a los valores del reino de Dios.

Para penar y orar.
Señor, te lo decimos con absoluto temor, porque somos conscientes de nuestra propia fragilidad, pero queremos pedirte que no dejes de decirnos lo que necesitamos escuchar. No queremos que nos endulces los oídos con palabras lisonjeras, sino que podamos sujetar nuestro espíritu a lo que tú quieras decirnos.
 

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