Nada que esconder
Nada que esconder
Esfuérzate para poder presentarte delante de Dios y recibir su aprobación. Sé un buen obrero, alguien que no tiene de qué avergonzarse y que explica correctamente la palabra de verdad. 2 Timoteo 2.15
Las cartas pastorales contienen la sabiduría acumulada por Pablo a lo largo de toda una vida de ministerio. El joven Timoteo aún debía recorrer mucho camino, y Pablo se muestra ansioso por proveerle todas las herramientas necesarias para terminar con éxito la carrera a la que ha sido llamado.
En el texto que hoy examinamos, lo exhorta a que demuestre intensa diligencia en presentarse delante de Dios de modo que reciba su aprobación.
Entiendo que el apóstol no se refiere a una futura aprobación, sino a la meta que debe dirigir su vida cotidiana. Es decir, Timoteo debe vivir de tal manera que, a la noche, cuando se acueste, el Espíritu pueda examinarlo y no encontrar en él comportamientos merecedores de censura.
El detalle a tomar en cuenta es que debe presentarse delante de Dios. Los muchos años en el ministerio me han mostrado cuánto esfuerzo y dedicación invertimos para ganarnos la aprobación de los hombres; de hecho, mucho más de lo que invertimos en agradar al Señor.
Para algunos de nosotros agradar a otros es una verdadera adicción. No logramos vivir en paz si no estamos seguros de que los de nuestro alrededor piensan bien de nosotros. No soportamos ninguna clase de crítica, aun cuando sea justificada. La necesidad de ser bien vistos por los demás nos lleva a recorrer caminos que requieren una enorme inversión de energía para asegurar la aprobación del prójimo.
¡Cuánto tiempo perdido en un esfuerzo que no tiene valor alguno!
No seremos juzgados por haber usado o no corbata, por la limpieza de nuestros hogares o por nuestras oraciones piadosas. Dios examinará el esfuerzo que invertimos en agradarle solamente a él, aun cuando esto signifique la reprobación de aquellos que más amamos.
Seguramente esta es una de las razones por la que Pablo, en estas dos epístolas, exhorta cinco veces a Timoteo a que evite las discusiones necias. Si los hombres no son los que nos aprueban, ¿por qué perdemos tanto tiempo intentando demostrar que somos inocentes, que no nos entendieron, que su lectura de tal situación es injusta, que en realidad quisimos decir otra cosa o que nosotros no somos como ellos nos perciben?
¡Cuánta energía derrochada, cuánto desgaste para algo de tan poco peso!
Pablo, en efecto, le está diciendo a Timoteo: «Vive con los ojos puestos en el Señor. No hagas nada que te lleve a bajar la mirada cuando él te mira. Que tus palabras alegren su corazón. Que tus obras señalen que él es tu Dios. Que tus actitudes reflejen el amor generoso e incondicional que tiene hacia todos. En todo, busca que él pueda decir de ti, como dijo de Job: “¿Te has fijado en mi siervo Timoteo? Es el mejor hombre en toda la Tierra; es un hombre intachable y de absoluta integridad. Tiene temor de Dios y se mantiene apartado del mal”».
Para pensar
«Estar en Cristo es la fuente de la vida del cristiano; ser como Cristo es la corona de su excelencia; estar con Cristo es la plenitud de su gozo».
Dwight L. Moody
Esfuérzate para poder presentarte delante de Dios y recibir su aprobación. Sé un buen obrero, alguien que no tiene de qué avergonzarse y que explica correctamente la palabra de verdad. 2 Timoteo 2.15
Las cartas pastorales contienen la sabiduría acumulada por Pablo a lo largo de toda una vida de ministerio. El joven Timoteo aún debía recorrer mucho camino, y Pablo se muestra ansioso por proveerle todas las herramientas necesarias para terminar con éxito la carrera a la que ha sido llamado.
En el texto que hoy examinamos, lo exhorta a que demuestre intensa diligencia en presentarse delante de Dios de modo que reciba su aprobación.
Entiendo que el apóstol no se refiere a una futura aprobación, sino a la meta que debe dirigir su vida cotidiana. Es decir, Timoteo debe vivir de tal manera que, a la noche, cuando se acueste, el Espíritu pueda examinarlo y no encontrar en él comportamientos merecedores de censura.
El detalle a tomar en cuenta es que debe presentarse delante de Dios. Los muchos años en el ministerio me han mostrado cuánto esfuerzo y dedicación invertimos para ganarnos la aprobación de los hombres; de hecho, mucho más de lo que invertimos en agradar al Señor.
Para algunos de nosotros agradar a otros es una verdadera adicción. No logramos vivir en paz si no estamos seguros de que los de nuestro alrededor piensan bien de nosotros. No soportamos ninguna clase de crítica, aun cuando sea justificada. La necesidad de ser bien vistos por los demás nos lleva a recorrer caminos que requieren una enorme inversión de energía para asegurar la aprobación del prójimo.
¡Cuánto tiempo perdido en un esfuerzo que no tiene valor alguno!
No seremos juzgados por haber usado o no corbata, por la limpieza de nuestros hogares o por nuestras oraciones piadosas. Dios examinará el esfuerzo que invertimos en agradarle solamente a él, aun cuando esto signifique la reprobación de aquellos que más amamos.
Seguramente esta es una de las razones por la que Pablo, en estas dos epístolas, exhorta cinco veces a Timoteo a que evite las discusiones necias. Si los hombres no son los que nos aprueban, ¿por qué perdemos tanto tiempo intentando demostrar que somos inocentes, que no nos entendieron, que su lectura de tal situación es injusta, que en realidad quisimos decir otra cosa o que nosotros no somos como ellos nos perciben?
¡Cuánta energía derrochada, cuánto desgaste para algo de tan poco peso!
Pablo, en efecto, le está diciendo a Timoteo: «Vive con los ojos puestos en el Señor. No hagas nada que te lleve a bajar la mirada cuando él te mira. Que tus palabras alegren su corazón. Que tus obras señalen que él es tu Dios. Que tus actitudes reflejen el amor generoso e incondicional que tiene hacia todos. En todo, busca que él pueda decir de ti, como dijo de Job: “¿Te has fijado en mi siervo Timoteo? Es el mejor hombre en toda la Tierra; es un hombre intachable y de absoluta integridad. Tiene temor de Dios y se mantiene apartado del mal”».
Para pensar
«Estar en Cristo es la fuente de la vida del cristiano; ser como Cristo es la corona de su excelencia; estar con Cristo es la plenitud de su gozo».
Dwight L. Moody
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