Lugar espacioso
Lugar espacioso
En medio de mi angustia invoqué al SEÑOR; El SEÑOR me respondió y me puso en un lugar espacioso. Salmo 118.5 NBLH
No poseemos detalles acerca de la razón por la que el salmista se encontraba en una situación de angustia, aunque el contexto pareciera indicar que se trataba de un conflicto con otros.
No es necesario que el texto nos provea los pormenores porque la experiencia de angustia es común a todo ser humano. Puede que se deba a una decisión que no se puede postergar, a una confrontación necesaria, a la pérdida de un ser querido o a la traición de quien, hasta ese momento, considerábamos un fiel amigo. La sensación que produce, sin embargo, es siempre la misma.
El término que escoge el salmista proviene de la misma raíz que se utiliza para describir algo que restringe o limita. Una casa, por ejemplo, puede volverse demasiado pequeña para quienes la habitan. El profeta Isaías usa la palabra para hablar de una manta demasiado estrecha para envolver a quien se cubre con ella. La palabra también se puede referir al proceso de atar o envolver, tal como la que se describe en Job 26.8 u Oseas 4.19.
Las imágenes ayudan a comprender los efectos que produce la angustia sobre nuestro espíritu. Cuando se instala en nuestro corazón, tendemos a sentirnos sofocados, acorralados, atrapados, sin opciones en la vida y amenazados por circunstancias que nos desbordan. La parálisis nos envuelve e impide que pensemos con claridad o evaluemos opciones para salir del apuro.
¿Cómo resolvió el salmista esta sensación?
Observa que no le pidió a Dios que le quitara el miedo. Más bien, convirtió la angustia en el factor que lo impulsara a llamar al Señor, a solicitar socorro. Y Dios le respondió, pero no lo hizo quitando las circunstancias que le producían la angustia. Más bien, obró una transformación en el corazón del salmista. Esa transformación lo ubicó en un lugar que poseía características exactamente contrarias a la angustia que lo había atormentado. Ahora se encontraba en un lugar espacioso.
Una vez más, nos resulta útil la imagen que convoca esta palabra. Se refiere a un lugar amplio, abierto, libre, tal como podría ser una pradera o un ancho valle. El profeta Isaías tiene en mente este concepto cuando exhorta: «Ensancha el lugar de tu tienda, Extiende las cortinas de tus moradas, no escatimes; Alarga tus cuerdas Y refuerza tus estacas» (54.2, NBLH).
El salmista nos ayuda a entender que Dios puede obrar una dramática transformación en tiempos de angustia: produce en nuestro interior una sensación de libertad y soltura que es radicalmente opuesta a las circunstancias que vivimos. Aún nos enfrentamos a los mismos desafíos, pero ahora estamos en condiciones óptimas para afrontarlos. Nuestro espíritu cuenta con abundante espacio para elaborar una respuesta adecuada.
Para pensar
No te concentres en lo que produce angustia. Convierte la sensación de angustia en el trampolín que te impulse a buscar al Señor. En poco tiempo podrás decir, junto al salmista: «El SEÑOR está a mi favor; no temeré». Salmo 118.6
En medio de mi angustia invoqué al SEÑOR; El SEÑOR me respondió y me puso en un lugar espacioso. Salmo 118.5 NBLH
No poseemos detalles acerca de la razón por la que el salmista se encontraba en una situación de angustia, aunque el contexto pareciera indicar que se trataba de un conflicto con otros.
No es necesario que el texto nos provea los pormenores porque la experiencia de angustia es común a todo ser humano. Puede que se deba a una decisión que no se puede postergar, a una confrontación necesaria, a la pérdida de un ser querido o a la traición de quien, hasta ese momento, considerábamos un fiel amigo. La sensación que produce, sin embargo, es siempre la misma.
El término que escoge el salmista proviene de la misma raíz que se utiliza para describir algo que restringe o limita. Una casa, por ejemplo, puede volverse demasiado pequeña para quienes la habitan. El profeta Isaías usa la palabra para hablar de una manta demasiado estrecha para envolver a quien se cubre con ella. La palabra también se puede referir al proceso de atar o envolver, tal como la que se describe en Job 26.8 u Oseas 4.19.
Las imágenes ayudan a comprender los efectos que produce la angustia sobre nuestro espíritu. Cuando se instala en nuestro corazón, tendemos a sentirnos sofocados, acorralados, atrapados, sin opciones en la vida y amenazados por circunstancias que nos desbordan. La parálisis nos envuelve e impide que pensemos con claridad o evaluemos opciones para salir del apuro.
¿Cómo resolvió el salmista esta sensación?
Observa que no le pidió a Dios que le quitara el miedo. Más bien, convirtió la angustia en el factor que lo impulsara a llamar al Señor, a solicitar socorro. Y Dios le respondió, pero no lo hizo quitando las circunstancias que le producían la angustia. Más bien, obró una transformación en el corazón del salmista. Esa transformación lo ubicó en un lugar que poseía características exactamente contrarias a la angustia que lo había atormentado. Ahora se encontraba en un lugar espacioso.
Una vez más, nos resulta útil la imagen que convoca esta palabra. Se refiere a un lugar amplio, abierto, libre, tal como podría ser una pradera o un ancho valle. El profeta Isaías tiene en mente este concepto cuando exhorta: «Ensancha el lugar de tu tienda, Extiende las cortinas de tus moradas, no escatimes; Alarga tus cuerdas Y refuerza tus estacas» (54.2, NBLH).
El salmista nos ayuda a entender que Dios puede obrar una dramática transformación en tiempos de angustia: produce en nuestro interior una sensación de libertad y soltura que es radicalmente opuesta a las circunstancias que vivimos. Aún nos enfrentamos a los mismos desafíos, pero ahora estamos en condiciones óptimas para afrontarlos. Nuestro espíritu cuenta con abundante espacio para elaborar una respuesta adecuada.
Para pensar
No te concentres en lo que produce angustia. Convierte la sensación de angustia en el trampolín que te impulse a buscar al Señor. En poco tiempo podrás decir, junto al salmista: «El SEÑOR está a mi favor; no temeré». Salmo 118.6
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