En Cristo Jesus
En Cristo Jesús
Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.
Efesios 2.10 NBLH
Ayer reflexionábamos sobre el particular sentido que posee la palabra «hechura». Se refiere a esa misteriosa capacidad, que nos ha otorgado el Señor, para tener pensamientos similares a los pensamientos de él.
Poseer este atributo no es un detalle menor. Nos permite vivir una vida que le agrada, al estar direccionada por los pensamientos del Señor. Cuando los pensamientos provienen de nuestra humanidad, las obras que hacemos, aun cuando sean bien intencionadas, no producen el mejor fruto.
Un buen ejemplo de esto es el intento de Pedro por impedir que Cristo avanzara hacia la muerte en la cruz. Lejos de ganarse el cariño y el aprecio de Jesús, fue reprendido con dureza. Cristo fue tajante cuando le explicó por qué rechazaba la exhortación del discípulo: «no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres» (Mateo 16.23, NBLH).
Las palabras de Cristo no hacen más que confirmar la declaración del profeta Isaías: «Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos —dice el SEÑOR—. Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse» (Isaías 55.8, NTV).
Pablo es consciente de esta enorme distancia que nos separa de Dios cuando pregunta: «¿Quién puede conocer los pensamientos del Señor? ¿Quién sabe lo suficiente para enseñarle a él?». Nos sorprende, sin embargo, con una atrevida declaración: «nosotros entendemos estas cosas porque tenemos la mente de Cristo» (1 Corintios 2.16, NTV).
Es por esto que, en el texto que consideramos, añade un importante detalle: «somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús».
Cristo es el arquitecto de este increíble milagro en la mente. Por medio de su muerte, él nos aseguró que pudiéramos, una vez más, disfrutar de la intimidad con Dios. Y es en el marco de esa intimidad que comenzamos a pensar como él piensa.
Una buena ilustración de este proceso es la armonía que existe en un matrimonio que lleva muchas décadas de vida compartida. Ha logrado un nivel tal de conocimiento mutuo que cuando uno habla, el cónyuge puede completar sus frases. Aun en el silencio son capaces de discernir lo que puede estar pasando por la mente del otro.
Esto no es el resultado de una técnica, sino más bien de la intensidad de la relación que han disfrutado durante tanto tiempo.
El hecho de que el Señor obre esta transformación en nosotros implica que debemos aprender a caminar de otra manera a la que estábamos acostumbrados. Debemos comenzar a identificar aquellos pensamientos similares a los de él, para actuar en consecuencia. Este proceso no está libre de riesgos, pero son los mismos que acompañan todo proyecto de aprendizaje. Cometeremos errores, confundiremos mensajes, volveremos a actuar de manera impulsiva. No obstante, si perseveramos nos sentiremos cada vez más cómodos siguiendo los pensamientos que son similares a los de Dios.
Para pensar.
«Los que están dominados por la naturaleza pecaminosa piensan en cosas pecaminosas, pero los que son controlados por el Espíritu Santo piensan en las cosas que agradan al Espíritu». Romanos 8.5 NTV
Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.
Efesios 2.10 NBLH
Ayer reflexionábamos sobre el particular sentido que posee la palabra «hechura». Se refiere a esa misteriosa capacidad, que nos ha otorgado el Señor, para tener pensamientos similares a los pensamientos de él.
Poseer este atributo no es un detalle menor. Nos permite vivir una vida que le agrada, al estar direccionada por los pensamientos del Señor. Cuando los pensamientos provienen de nuestra humanidad, las obras que hacemos, aun cuando sean bien intencionadas, no producen el mejor fruto.
Un buen ejemplo de esto es el intento de Pedro por impedir que Cristo avanzara hacia la muerte en la cruz. Lejos de ganarse el cariño y el aprecio de Jesús, fue reprendido con dureza. Cristo fue tajante cuando le explicó por qué rechazaba la exhortación del discípulo: «no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres» (Mateo 16.23, NBLH).
Las palabras de Cristo no hacen más que confirmar la declaración del profeta Isaías: «Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos —dice el SEÑOR—. Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse» (Isaías 55.8, NTV).
Pablo es consciente de esta enorme distancia que nos separa de Dios cuando pregunta: «¿Quién puede conocer los pensamientos del Señor? ¿Quién sabe lo suficiente para enseñarle a él?». Nos sorprende, sin embargo, con una atrevida declaración: «nosotros entendemos estas cosas porque tenemos la mente de Cristo» (1 Corintios 2.16, NTV).
Es por esto que, en el texto que consideramos, añade un importante detalle: «somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús».
Cristo es el arquitecto de este increíble milagro en la mente. Por medio de su muerte, él nos aseguró que pudiéramos, una vez más, disfrutar de la intimidad con Dios. Y es en el marco de esa intimidad que comenzamos a pensar como él piensa.
Una buena ilustración de este proceso es la armonía que existe en un matrimonio que lleva muchas décadas de vida compartida. Ha logrado un nivel tal de conocimiento mutuo que cuando uno habla, el cónyuge puede completar sus frases. Aun en el silencio son capaces de discernir lo que puede estar pasando por la mente del otro.
Esto no es el resultado de una técnica, sino más bien de la intensidad de la relación que han disfrutado durante tanto tiempo.
El hecho de que el Señor obre esta transformación en nosotros implica que debemos aprender a caminar de otra manera a la que estábamos acostumbrados. Debemos comenzar a identificar aquellos pensamientos similares a los de él, para actuar en consecuencia. Este proceso no está libre de riesgos, pero son los mismos que acompañan todo proyecto de aprendizaje. Cometeremos errores, confundiremos mensajes, volveremos a actuar de manera impulsiva. No obstante, si perseveramos nos sentiremos cada vez más cómodos siguiendo los pensamientos que son similares a los de Dios.
Para pensar.
«Los que están dominados por la naturaleza pecaminosa piensan en cosas pecaminosas, pero los que son controlados por el Espíritu Santo piensan en las cosas que agradan al Espíritu». Romanos 8.5 NTV
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