Construir sobre lo construido

Construir sobre lo construido
 
Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.  
Efesios 2.10 NBLH
 
En estos días hemos examinado este texto en el que Pablo resume, con admirable sencillez, nuestra vocación espiritual. Fuimos creados con la capacidad de poseer la mente de Cristo, de manera que nuestros pensamientos sean similares a los pensamientos de Dios. Esa aptitud nos habilita para andar por la vida proclamando con buenas obras lo que Cristo ha hecho en nosotros.
 
Hoy quisiera reflexionar sobre una característica muy particular que poseen estas obras. El apóstol declara que Dios las preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.
 
Si consideramos algunos ejemplos de las Escrituras, lograremos comprender mejor el concepto que intenta comunicar Pablo. Cuando Josué se preparó para tomar la ciudad de Jericó, por ejemplo, el Señor le dijo: «Mira, he entregado en tu mano a Jericó, y a su rey con sus valientes guerreros» (Josué 6.2, NBLH).
 
La ciudad ya era de ellos; lo único que debían hacer era tomar posesión de ella, siguiendo las instrucciones que el Señor les daba.
Lo mismo sucedió con el temeroso Gedeón. Por medio de un sueño, Dios le mostró que «el SEÑOR ha entregado en manos de ustedes el campamento de Madián» (Jueces 7.15, NBLH). Esta es una de las razones por las que el Señor le quitó el 99 por ciento de sus guerreros. La victoria ya estaba asegurada, y Gedeón solamente necesitaba caminar en ella.
Así también ocurrió cuando Dios envió a Samuel a ungir a David por rey. El momento en que Samuel derrama aceite sobre la cabeza del joven pastor de Belén no es el instante en que se convierte en rey. Más bien, es la confirmación de que Dios ya lo había escogido, hacía tiempo, para esa tarea.
Observamos el mismo principio en el llamamiento del profeta Jeremías. No se convierte en profeta en el momento en que Dios le habla, sino que en ese diálogo el Señor le revela que: «Antes que Yo te formara en el seno materno, te conocí, Y antes que nacieras, te consagré; Te puse por profeta a las naciones» (Jeremías 1.5, NBLH).
 
En el Nuevo Testamento, la historia del hombre ciego (Juan 9), nos ofrece otro buen ejemplo. Los discípulos querían enredarse en una discusión acerca del origen de su aflicción. Jesús, sin embargo, percibió en el hombre una oportunidad preparada de antemano «para que las obras de Dios se manifiesten en él» (v. 3, NBLH).
¿Cuáles son las implicaciones de este principio? Señala claramente que no necesitamos inventar nada nuevo ni pasar tiempo analizando con qué proyecto podemos honrar más al Señor. Más bien, necesitamos discernimiento para percibir cuáles son las obras que él está realizando a nuestro alrededor, para unir nuestro esfuerzo a lo que él ya está haciendo. Esto torna mucho más sencillas las buenas obras, pues gran parte del trabajo ya lo ha realizado el Señor. El camino está allanado; nosotros solamente necesitamos caminar por él.
 
Para pensar.
«Puedes hacer todos los planes que quieras, pero el propósito del SEÑOR prevalecerá». Proverbios 19.21 NTV

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