Cántico triunfal

Cántico triunfal
 
Cantaré al SEÑOR, porque ha triunfado gloriosamente; arrojó al mar al caballo y al jinete. El SEÑOR es mi fuerza y mi canción; él me ha dado la victoria. Él es mi Dios, y lo alabaré; es el Dios de mi padre, ¡y lo exaltaré!  
Éxodo 15.1-2
 
Cuando el pueblo de Dios llegó al otro lado del mar Rojo, luego de la asombrosa intervención del Señor, entonaron esta canción al Señor. Hubo gran celebración porque Dios había demostrado de manera contundente su maravilloso cuidado hacia el pueblo. No solamente había neutralizado la amenaza que representaba la soberbia tozudez del faraón, sino que todo el ejército egipcio había sido destruido cuando las aguas del mar se desplomaron sobre ellos.
 
No se requiere de mucha creatividad para imaginar el espíritu de absoluta euforia que predominaba en el campamento de los israelitas. El relato nos dice que «la profetisa Miriam, hermana de Aarón, tomó una pandereta, se puso al frente, y todas las mujeres la siguieron, danzando y tocando sus panderetas» (v. 20).
 
Suponemos que los festejos se prolongaron hasta altas horas de la madrugada, o incluso a lo largo de varios días. ¡Israel finalmente se había librado del yugo de la esclavitud!
Tomemos un momento para rebobinar la historia y observemos a los israelitas antes de que se abriera el mar Rojo. Cuando llegaron a orillas del mar se dieron cuenta de que no tenían forma de avanzar. De pronto, aparecieron las tropas del faraón y los israelitas no tardaron en reaccionar. «¿Por qué nos trajiste aquí a morir en el desierto?», le preguntaron a Moisés. «¿Acaso no había suficientes tumbas para nosotros en Egipto? ¿Qué nos has hecho? ¿Por qué nos obligaste a salir de Egipto? ¿No te dijimos que esto pasaría cuando aún estábamos en Egipto?
 
Te dijimos: “¡Déjanos en paz! Déjanos seguir siendo esclavos de los egipcios. ¡Es mejor ser un esclavo en Egipto que un cadáver en el desierto!”» (Éxodo 14:11-12).
 
¡Qué dramática es la diferencia de esta escena con los eufóricos festejos que ocurrieron del otro lado del mar Rojo! Pareciera que nos encontráramos frente a dos grupos de personas completamente diferentes. La triste verdad, sin embargo, es que se trata del mismo pueblo.
 
Usemos la creatividad nuevamente e imaginemos que las letras del texto de hoy representan un cántico que entonaron los israelitas antes de cruzar el mar Rojo. Es decir, no habían visto la extraordinaria intervención de Dios a su favor, pero poseían convicciones tan firmes de que el Señor no los abandonaría, que se entregaron a adorarle, sin reservas, antes de que él abriera el mar Rojo.
Es difícil imaginarse esta situación, ¿verdad?, personas celebrando la victoria de Dios, antes de que se las haya otorgado. No obstante, es el camino que recorren los verdaderos gigantes de la fe. Celebran por anticipado los triunfos que el Señor les va a conceder. Esta es la expresión más pura de un corazón que confía plenamente en el Señor. No adora con el periódico del lunes en la mano; eso lo podemos hacer todos. Adora cuando el desenlace es incierto.
 
Para pensar.
«Cuando le confiamos completamente cualquier situación difícil a Dios, agradeciéndole y alabándolo por ella, su poder se manifiesta». Merlin Carothers[25]

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