Tarea de hombres

Tarea de hombres
 
Y el ángel contestó: «¡Dios ha recibido tus oraciones y tus donativos a los pobres como una ofrenda! Ahora pues, envía a algunos hombres a Jope y manda llamar a un hombre llamado Simón Pedro».   Hechos 10.4-5
 
 
La historia de la conversión de Cornelio nos provee una fascinante mirada a las maneras en que el Espíritu trabaja en varios frentes a la vez, para lograr que todas «las piezas» de un proyecto celestial caigan, en el momento preciso, perfectamente en su lugar.
 
La Palabra nos dice que, a pesar de su origen romano, «era un hombre devoto, temeroso de Dios, igual que todos los de su casa. Daba generosamente a los pobres y oraba a Dios con frecuencia» (10.2). Podemos observar, en su forma de proceder, que su devoción hacia Dios se había manifestado en una actitud compasiva y bondadosa hacia los menos afortunados de la sociedad.
 
El resultado de su búsqueda del Señor fue que Dios envió un ángel a visitarlo. A pesar del pavor que se había apoderado de él, Cornelio se atrevió a preguntarle qué quería. La respuesta la leemos en el texto de hoy: instrucciones para que fuera a buscar a Pedro, quien le traería mayor entendimiento sobre aquello que su alma anhelaba.
 
Cuando leo este relato no puedo evitar la pregunta que parece asomarse: si el Señor se tomó el trabajo de enviar un ángel para visitar a Cornelio, en respuesta a sus oraciones, ¿por qué el ángel no le ahorró tiempo y esfuerzo, explicándole lo que Pedro, con cierta torpeza, eventualmente le expondría? ¿Cuál es la razón por la que el Señor llamó a Pedro para hacer esta tarea, cuando el ángel bien la podría haber realizado sin ninguna dificultad?
 
La respuesta nos la ofrece la reacción de Cornelio a la visita del ángel. Lucas nos dice que «Cornelio lo miró fijamente, aterrorizado» (v. 4). Nos encontramos frente a un oficial del ejército más poderoso de la tierra, un hombre acostumbrado a los horrores de la guerra. No obstante, esta aparición lo llenó de espanto.
 
La reacción de Cornelio es común a todas las personas que, en las Escrituras, recibieron la visita de un ser celestial. Aún no he encontrado algún relato donde la persona no haya sentido miedo frente a este suceso. El ángel no es, entonces, el más indicado para darle la Buena Noticia de Cristo.
El hecho es que los hombres escuchan con respeto y atención a otros hombres. Uno posee autoridad para hablarle a otro simplemente porque es peregrino en el mismo camino, sufre las mismas tribulaciones y disfruta las mismas alegrías. Por esto, logramos una comunicación efectiva y fluida cuando hablamos con seres que son iguales a nosotros.
Es este mismo principio que llevó a Cristo a tomar la forma de hombre y habitar en medio nuestro. Logró su mejor conexión con nosotros cuando se vistió de nuestra misma humanidad.
 
Para pensar.
El Señor ha encomendado en nuestras manos la tarea de compartir la Buena Noticia con aquellos que comparten con nosotros la vida. Si no lo hacemos nosotros, no lo hará nadie. Somos los instrumentos ideales para esta consigna, y por eso él ha escogido depender enteramente de nuestra fidelidad en cumplirla.

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