Desfigurados por la desesperación

Desfigurados por la desesperación

Tiempo después, el rey de Aram reunió a todo su ejército y sitió Samaria. Como consecuencia, hubo mucha hambre en la ciudad.   2 Reyes 6.24-25

El sitio es uno de los métodos más crueles que se emplean, en el marco de un conflicto bélico, para subyugar al enemigo.

Se trata de una maniobra por la cual el ejército atacante rodea una ciudad y le corta todos los caminos por los que sus habitantes se abastecen de alimentos y productos básicos para su existencia.

El texto de hoy no dice cuánto tiempo duró el sitio contra Samaria, pero describe la pavorosa situación que existía dentro de la ciudad. El hambre era tan intensa que la cabeza de un burro se vendía por ochenta piezas de plata, lo que equivalía a una verdadera fortuna. Hasta el estiércol de paloma se había convertido en un valioso bien, a causa del hambre que cada día atormentaba la existencia de los ciudadanos.

En medio de ese terrible panorama, dos mujeres llegaron a un horroroso acuerdo: ¡decidieron comerse a sus propios hijos! Primero se comieron al hijo de una de ellas, pero cuando llegó el momento de comerse al hijo de la otra la madre, esta no pudo cumplir con su palabra y lo escondió.
Nos resulta difícil entender que alguien pueda llegar a tal grado de desesperación que contemple acciones que jamás consideraría en el marco de una vida normal. La historia, sin embargo, está repleta de ejemplos similares. Durante la desastrosa retirada del ejército de Napoleón de Moscú, en medio de un cruento invierno, el hambre de los soldados era tal que se juntaban alrededor de los que caían por el camino, esperando el momento en que fallecieran para comerse los cuerpos de sus compañeros.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército alemán sitió a Leningrado durante 872 días. En un momento el hambre era tan intensa que fallecían cien mil personas por mes. La desesperación llevó a que la población comenzara a ver casos de canibalismo, mientras que otros se alimentaban de los cadáveres que los rodeaban.

Es poco probable que nosotros, algún día, nos encontremos en una situación similar. La historia, sin embargo, nos alerta sobre una verdad: cuando una crisis profunda azota nuestras vidas, somos capaces de comportamientos que nos tornan irreconocibles.
Es por esto que tiene tanta importancia aprovechar bien los días buenos. Al igual que el consejo de José al faraón, es bueno aprovisionarnos de riquezas espirituales para los eventuales años de vacas flacas. No sabemos en qué momento nos puede tocar atravesar por una abrumadora crisis.
No obstante, sabemos que lo que nos sostendrá en esos días será lo que pudimos construir en nuestras vidas cuando el sol brillaba y todo se veía bien.

La persona con una fe endeble se desmoronará en medio de la crisis, más la persona con una vida espiritual robusta podrá mantenerse en pie. No esperemos que llegue la tormenta para buscar al Señor.


Para pensar.
Cristo pronto viene y el final se acerca es tiempo ahora de hacer un stop en el camino y recordar este salmo:
«Con todo mi corazón te he buscado; no dejes que me desvíe de tus mandamientos. En mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti». Salmo 119.10-11 NBLH

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