Problemas que bendicen

Problemas que bendicen

Amados hermanos, cuando tengan que enfrentar cualquier tipo de problemas, considérenlo como un tiempo para alegrarse mucho porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse.   Santiago 1.2-3

Aquí vemos como Santiago señala con sencilla claridad los beneficios de los problemas, ofreciendo una óptica que nos permite convertirlas en oportunidades para crecer.

El contexto práctico del pasaje lo provee cualquier tipo de dificultad que pone a prueba nuestro carácter. En esta descripción están incluidas todas las adversidades que son comunes a la existencia del ser humano.

Puede tratarse de una demora en el tránsito, un lavarropas que dejó de funcionar, un resfrío inesperado, un aumento en la cuenta de electricidad, o asuntos más serios, tales como la pérdida de un ser querido, situaciones de persecución por la fe o un repentino despido laboral. No es la dimensión de la dificultad lo que importa aquí, sino el potencial que posee este problema para hacer descarrilar nuestra fe.

Algunas personas se alteran hasta por los problemas más insignificantes, mientras que a otros los contratiempos más duros los tienen sin cuidado.
El apóstol nos invita a tener una actitud de plena alegría cuando nos enfrentamos a una prueba. Es llamativo que nos llame a «alegrarnos mucho», porque cuando surgen los problemas lo primero que desaparece es el gozo. Este se ve desplazado por el fastidio, la irritación, la tristeza o la amargura. La razón es que nuestra miopía espiritual no nos permite ver más allá de la dificultad que tenemos delante de nuestras narices. Convencidos de que la resolución de este problema es lo único que importa, no nos detenemos a pensar en los posibles beneficios que podemos extraer de las pruebas.

Poner los ojos sobre los beneficios, sin embargo, es lo que genera en nosotros la actitud de gozo. Santiago señala que una prueba puede producir en nosotros constancia. El término que emplea se refiere a la capacidad de mantenerse firme en medio de las tribulaciones. Es decir, guardar un comportamiento y una actitud que honren al Señor, a pesar de las pruebas.

¿Por qué la prueba nos ofrece una oportunidad para desarrollar la constancia?
Porque la dificultad representa un obstáculo en nuestro camino que, inevitablemente, entorpece nuestro avance hacia las metas que nos hemos propuesto. La prueba amenaza con impedir que logremos nuestro cometido, pero también nos recuerda de que no avanzamos por la tenacidad de nuestro esfuerzo ni lo terco de nuestras intenciones. Logramos progresar en la vida por la acción del Espíritu a nuestro favor.

Y el Espíritu se mueve con mayor libertad en nuestros corazones cuando mostramos actitudes que honran al Señor. Por esto, la prueba debe ser el momento en que nos afianzamos en la práctica de bendecir el nombre del Señor en todo tiempo.

Para pensar.
«También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación». Romanos 5.3-4


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