Jamas
Jamás
Cuando sean tentados, acuérdense de no decir: «Dios me está tentando». Dios nunca es tentado a hacer el mal y jamás tienta a nadie. Santiago 1.13
Santiago intenta proveernos una perspectiva diferente sobre las pruebas, al explicar que estas son, en realidad, tremendas oportunidades para crecer en la fe.
Si reaccionamos de la manera correcta ante las dificultades de la vida lograremos crecer en constancia, ese elemento que nos permite seguir avanzando por los caminos de Dios aun cuando las circunstancias nos invitan a desviarnos.
La posibilidad de que nos despistemos convierte a las pruebas en situaciones con un desenlace incierto. Pueden ser generadoras de gran crecimiento espiritual, tal como hemos visto en las últimas reflexiones, o pueden ser las detonantes de actitudes que atrasen significativamente nuestro desarrollo. La resolución la determinamos nosotros con la respuesta que escogemos tener frente a las pruebas.
Santiago desea despejar toda duda en cuanto a la responsabilidad por el desenlace, cuando aclara que Dios no es tentado ni tienta. Saber esto es de particular importancia en los tiempos en que vivimos, cuando nadie parece ser responsable de nada. La filosofía predominante es que nuestros males invariablemente son por culpa de otros. Esa mentalidad fácilmente acaba atribuyéndole a Dios situaciones en las que él no tiene ninguna participación.
La declaración del apóstol ofrece claridad sobre dos principios absolutos.
En primer lugar.
Dios nunca es tentado a hacer el mal. El que intenta llevarnos por el camino del mal es el enemigo de nuestras almas, el padre de mentiras.
Cuando Santiago declara que Dios no es tentado a hacer el mal, revela que Satanás nunca puede entablar batalla contra el Señor como lo hace con nosotros.
Esto echa por tierra uno de los mitos arraigados en la cultura popular, de que Dios y el diablo están entrelazados en un terrible combate que tendrá, en los últimos días, su desenlace. El diablo no lucha con Dios, porque es un ser creado y Dios es su creador. Como tal, Dios mora en una dimensión a la cual el enemigo solamente tiene acceso cuando Dios se lo permite.
El segundo principio
es que Dios no se ocupa de tentarnos a hacer el mal. El compromiso del Señor consiste en procurar aquello que resultará en bendición para nuestras vidas. Por esto, él puede conducirnos a situaciones donde somos tentados, como ocurrió en el caso de Jesús; pues el texto afirma que fue el Espíritu el que lo condujo al desierto para ser tentado (Mateo 4.1). No obstante, el trabajo de tentar fue realizado por el mismo diablo (Mateo 4.3, 5, 8).
Observamos en esta dinámica las dimensiones que abarca la declaración de Pablo, en Romanos ocho: «Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos» (v. 28).
El enemigo no puede avanzar tanto como para salir del reinado absoluto que el Señor ejerce sobre todas las cosas. Aun cuando obra con malicia, Dios lo puede emplear para lograr sus propósitos, los cuales son siempre buenos.
Para pensar.
«Así que no se dejen engañar, mis amados hermanos. Todo lo que es bueno y perfecto es un regalo que desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre, quien creó todas las luces de los cielos». Santiago 1.16-17
Cuando sean tentados, acuérdense de no decir: «Dios me está tentando». Dios nunca es tentado a hacer el mal y jamás tienta a nadie. Santiago 1.13
Santiago intenta proveernos una perspectiva diferente sobre las pruebas, al explicar que estas son, en realidad, tremendas oportunidades para crecer en la fe.
Si reaccionamos de la manera correcta ante las dificultades de la vida lograremos crecer en constancia, ese elemento que nos permite seguir avanzando por los caminos de Dios aun cuando las circunstancias nos invitan a desviarnos.
La posibilidad de que nos despistemos convierte a las pruebas en situaciones con un desenlace incierto. Pueden ser generadoras de gran crecimiento espiritual, tal como hemos visto en las últimas reflexiones, o pueden ser las detonantes de actitudes que atrasen significativamente nuestro desarrollo. La resolución la determinamos nosotros con la respuesta que escogemos tener frente a las pruebas.
Santiago desea despejar toda duda en cuanto a la responsabilidad por el desenlace, cuando aclara que Dios no es tentado ni tienta. Saber esto es de particular importancia en los tiempos en que vivimos, cuando nadie parece ser responsable de nada. La filosofía predominante es que nuestros males invariablemente son por culpa de otros. Esa mentalidad fácilmente acaba atribuyéndole a Dios situaciones en las que él no tiene ninguna participación.
La declaración del apóstol ofrece claridad sobre dos principios absolutos.
En primer lugar.
Dios nunca es tentado a hacer el mal. El que intenta llevarnos por el camino del mal es el enemigo de nuestras almas, el padre de mentiras.
Cuando Santiago declara que Dios no es tentado a hacer el mal, revela que Satanás nunca puede entablar batalla contra el Señor como lo hace con nosotros.
Esto echa por tierra uno de los mitos arraigados en la cultura popular, de que Dios y el diablo están entrelazados en un terrible combate que tendrá, en los últimos días, su desenlace. El diablo no lucha con Dios, porque es un ser creado y Dios es su creador. Como tal, Dios mora en una dimensión a la cual el enemigo solamente tiene acceso cuando Dios se lo permite.
El segundo principio
es que Dios no se ocupa de tentarnos a hacer el mal. El compromiso del Señor consiste en procurar aquello que resultará en bendición para nuestras vidas. Por esto, él puede conducirnos a situaciones donde somos tentados, como ocurrió en el caso de Jesús; pues el texto afirma que fue el Espíritu el que lo condujo al desierto para ser tentado (Mateo 4.1). No obstante, el trabajo de tentar fue realizado por el mismo diablo (Mateo 4.3, 5, 8).
Observamos en esta dinámica las dimensiones que abarca la declaración de Pablo, en Romanos ocho: «Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos» (v. 28).
El enemigo no puede avanzar tanto como para salir del reinado absoluto que el Señor ejerce sobre todas las cosas. Aun cuando obra con malicia, Dios lo puede emplear para lograr sus propósitos, los cuales son siempre buenos.
Para pensar.
«Así que no se dejen engañar, mis amados hermanos. Todo lo que es bueno y perfecto es un regalo que desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre, quien creó todas las luces de los cielos». Santiago 1.16-17
No Comments