Las obras que Dios preparó de antemano
Las obras que Dios preparó de antemano
Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y lo acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Al otro día entraron en Cesarea. Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. Hechos 10.23–24
Esta es, quizás, una de las mejores ilustraciones que encontramos en la Palabra de lo que significa el texto que dice: «pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Ef 2.10).
La historia de Pedro con Cornelio revela cómo el Padre, por medio del Espíritu, ordena todas las partes de una misma historia para que su desenlace sea conforme a la voluntad divina.
El objetivo de este plan era que Cornelio, y toda su familia, llegaran a conocer las buenas nuevas de Cristo. La Palabra nos dice que Cornelio era un hombre «piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba siempre a Dios» (Hch. 10.2). No cabe duda, entonces, que la primera acción de Dios fue movilizar el corazón de este hombre para que lo buscara.
Después de un tiempo, el Señor intervino por segunda vez, envió un ángel para que hablara con él. El ángel le dio instrucciones a Cornelio de que mandara a buscar a Pedro, quien le mostraría el camino a seguir.
Mientras los mensajeros de Cornelio salían rumbo a la costa para buscar a Pedro, Dios comenzó su tercera acción, que era revelarle a Pedro, por medio de una visión, los planes que él tenía preparados para que el apóstol anduviera en ellos.
Luego de una momentánea confusión, Pedro accedió a ir. Mientras aún expresaba su aceptación de la consigna, llegaron los hombres a buscarlo, que también habían sido movilizados por la acción de Dios. Juntos, los tres retornaron a la casa de Cornelio donde, seguramente movido por Dios, el hombre había juntado a su familia y sus vecinos. El escenario estaba ahora preparado para que Pedro presentara a estas personas a Jesucristo.
¡El desenlace de esta historia era previsible! «Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso» (Hch 10.44). Todos los detalles habían sido cuidadosamente coordinados por el Señor para producir este fruto. Y estos son los detalles que nosotros conocemos de la historia. ¿En cuántas otras cosas habrá intervenido Dios para producir esta conversión?
A la luz del relato de la conversión de Cornelio y su familia, resulta casi cómico el exagerado rol que nos atribuimos en los acontecimientos del reino. Con demasiada frecuencia creemos que nosotros somos los que estamos «empujando la carreta».
En realidad nuestra parte es muy pequeña. La fatiga que experimentamos viene cuando no somos concientes de lo que Dios está haciendo y creemos que estamos trabajando solos. La historia de hoy nos invita a relajarnos, a abrir los ojos para ver el obrar de Dios en los proyectos donde tenemos participación. Sobre todo, nos invita a desistir de querer planificar nosotros las obras en las cuales vamos a andar.
Para pensar:
La clave para participar en este tipo de ministerio es mantener una absoluta sensibilidad, en todo momento, al Espíritu. Sin esa sensibilidad, trabajamos a ciegas.
Bendiciones,
Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y lo acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Al otro día entraron en Cesarea. Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. Hechos 10.23–24
Esta es, quizás, una de las mejores ilustraciones que encontramos en la Palabra de lo que significa el texto que dice: «pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Ef 2.10).
La historia de Pedro con Cornelio revela cómo el Padre, por medio del Espíritu, ordena todas las partes de una misma historia para que su desenlace sea conforme a la voluntad divina.
El objetivo de este plan era que Cornelio, y toda su familia, llegaran a conocer las buenas nuevas de Cristo. La Palabra nos dice que Cornelio era un hombre «piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba siempre a Dios» (Hch. 10.2). No cabe duda, entonces, que la primera acción de Dios fue movilizar el corazón de este hombre para que lo buscara.
Después de un tiempo, el Señor intervino por segunda vez, envió un ángel para que hablara con él. El ángel le dio instrucciones a Cornelio de que mandara a buscar a Pedro, quien le mostraría el camino a seguir.
Mientras los mensajeros de Cornelio salían rumbo a la costa para buscar a Pedro, Dios comenzó su tercera acción, que era revelarle a Pedro, por medio de una visión, los planes que él tenía preparados para que el apóstol anduviera en ellos.
Luego de una momentánea confusión, Pedro accedió a ir. Mientras aún expresaba su aceptación de la consigna, llegaron los hombres a buscarlo, que también habían sido movilizados por la acción de Dios. Juntos, los tres retornaron a la casa de Cornelio donde, seguramente movido por Dios, el hombre había juntado a su familia y sus vecinos. El escenario estaba ahora preparado para que Pedro presentara a estas personas a Jesucristo.
¡El desenlace de esta historia era previsible! «Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso» (Hch 10.44). Todos los detalles habían sido cuidadosamente coordinados por el Señor para producir este fruto. Y estos son los detalles que nosotros conocemos de la historia. ¿En cuántas otras cosas habrá intervenido Dios para producir esta conversión?
A la luz del relato de la conversión de Cornelio y su familia, resulta casi cómico el exagerado rol que nos atribuimos en los acontecimientos del reino. Con demasiada frecuencia creemos que nosotros somos los que estamos «empujando la carreta».
En realidad nuestra parte es muy pequeña. La fatiga que experimentamos viene cuando no somos concientes de lo que Dios está haciendo y creemos que estamos trabajando solos. La historia de hoy nos invita a relajarnos, a abrir los ojos para ver el obrar de Dios en los proyectos donde tenemos participación. Sobre todo, nos invita a desistir de querer planificar nosotros las obras en las cuales vamos a andar.
Para pensar:
La clave para participar en este tipo de ministerio es mantener una absoluta sensibilidad, en todo momento, al Espíritu. Sin esa sensibilidad, trabajamos a ciegas.
Bendiciones,
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