Desde lo secreto

Desde lo secreto

 

Lo he hecho con leones y con osos, y lo haré también con este filisteo pagano, ¡porque ha desafiado a los ejércitos del Dios viviente!  ¡El mismo SEÑOR que me rescató de las garras del león y del oso me rescatará de este filisteo!   1 Samuel 17.36-37



La conclusión a la que arribó Saúl, al mirar a David, es categórica: «¡No hay forma de que tú puedas pelear contra ese filisteo y ganarle! Eres tan solo un muchacho, y él ha sido un hombre de guerra desde su juventud» (v. 33).

Según su opinión, le faltaba la clase de experiencia necesaria para poder hacerle frente a un experto de la talla de Goliat.



Era verdad que David nunca se había enfrentado a otro hombre en combate. También era cierto que nunca había salido a la batalla con dos ejércitos como espectadores. Su respuesta, no obstante, revela que el joven contaba con muchas batallas en su haber.



Esta no era, de ninguna manera, la primera situación de peligro que le había tocado enfrentar. En más de una ocasión había tenido que defender a las ovejas de su padre de los feroces ataques de un oso o un león. En esas situaciones David salió a enfrentarse a las bestias con toda la furia de aquellos que creen en la justicia de su causa.



Con admirables despliegues de coraje, el joven pastor había logrado rescatar de la boca de las fieras a los corderos robados y había eliminado la amenaza matando a los animales que podían volver a atacar el rebaño. Las hazañas logradas, mientras desempeñaba sus tareas como pastor, le servirían como fundamento para el desafío que representaba Goliat.



Su historia nos ofrece una valiosa lección. Resulta complicado practicar en público aquello que no forma parte de nuestra vida cuando estamos a solas. Cuando asistimos a nuestros encuentros como pueblo de Dios, por ejemplo, difícilmente entraremos en el espíritu de adoración que propone la reunión si no estamos acostumbrados a adorar en la intimidad de nuestra vida personal. Del mismo modo, nos resultará tedioso participar en una reunión de oración si el diálogo con el Señor no forma parte de nuestro caminar diario.

Cuando buscamos identificar la razón del éxito de David frente a Goliat, debemos remitirnos a esas experiencias que cultivó cuando nadie lo estaba mirando. No esperó el momento del combate para aprender cómo luchar con adversarios mucho más feroces que él. No intentó echar mano, en ese momento, de habilidades que no había desarrollado en lo secreto de su vocación pastoral.



Podemos, por un tiempo, mantener la apariencia pública de una vida de devoción y compromiso. Mantener esta fachada, sin embargo, requiere mayor esfuerzo que vivir una vida de genuina intimidad con el Señor. No debemos conformarnos, entonces, con impresionar a los demás cuando podemos participar de algo mucho más apasionante y significativo: las aventuras de fe que Dios tiene preparadas para los suyos, en el marco de nuestras actividades cotidianas.



Para pensar.

«El SEÑOR es mi fortaleza y mi escudo; confío en él con todo mi corazón. Me da su ayuda y mi corazón se llena de alegría; prorrumpo en canciones de acción de gracias». Salmo 28.7

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