El corazón del líder
El corazón del líder
A uno de tus hermanos pondrás sobre ti como rey; no podrás poner sobre ti a un hombre extranjero que no sea tu hermano. Pero él no deberá tener muchos caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto con el fin de adquirir caballos, pues Jehová os ha dicho: «No volváis nunca por este camino». Tampoco deberá tener muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe; ni amontonará para sí demasiada plata ni oro. Deuteronomio 17.15–17
Aunque estas palabras fueron habladas a Moisés hace casi 4.000 años, los conceptos que encierran no han perdido su carácter radical. Con una simple lectura del texto nos damos cuenta de algunos de los elementos que Dios considera indispensables para aquellos que ejercen autoridad.
En primer lugar, la persona que fuera rey debía salir de entre el pueblo. Esto garantizaba que fuera alguien que entendía bien la realidad de la gente que iba a gobernar. Sería un conocedor de sus costumbres, sus valores, sus luchas y su historia. Todo esto le ayudaría a evitar la clase de imposiciones que provocarían innecesariamente al pueblo, típicas de aquellas personas que entran a una posición de autoridad sin conocer bien a las personas sobre las cuales ejercitarán su gobierno. En muchas ocasiones un pastor que llega de afuera, implementa cambios que terminan por inflamar los ánimos de la congregación que pretende pastorear. Para toda persona que está en autoridad, es fundamental que se gane el respeto y la buena disposición de aquellos que dirige. Solamente de esa manera estarán dispuestos a seguirle y a colaborar en los proyectos que propone para mejorar sus vidas.
Un segundo elemento tiene que ver con la cercanía del rey al pueblo. Dios deseaba que el rey no se enriqueciera, ni que acumulara para sí bienes, ni muchas mujeres. Estas cosas solamente servirían para introducirlo en una realidad distinta a la de las personas que debía representar. Los que tienen abundancia en su casa rápidamente endurecen su corazón y pierden sensibilidad hacia aquellos que están en situación de escasez.
No obstante esta advertencia, no ha existido en la historia de la humanidad, un rey que no se haya rodeado de abundancia de lujos. Por esta razón resultó tan difícil para las autoridades aceptar el estilo de Cristo, el único rey que ha vivido entre el pueblo. Muchos pastores también han aprovechado su situación para acumular riquezas escandalosas, que no han hecho más que poner una barrera entre ellos y las personas que pretenden pastorear. Para que el pastor atienda bien a sus ovejas debe vivir en una situación similar a la de ellas.
Por último, Dios pretendía que un rey nunca buscara lo que necesitaba en otros países, tales como Egipto. Las necesidades del pueblo debía elevarlas al Señor, dirigiendo al pueblo dentro de un marco puramente espiritual. De igual manera el pastor ha sido llamado a una vida de absoluta dependencia de Dios, buscando del Señor lo que no tiene en sí mismo para dar. Una tarea espiritual requiere de una perspectiva espiritual de la autoridad.
Para pensar:
Lea Ezequiel 34.1–16 a la luz del texto de hoy y podrá entender por qué Dios condenó con tanta dureza a los pastores de Israel.
A uno de tus hermanos pondrás sobre ti como rey; no podrás poner sobre ti a un hombre extranjero que no sea tu hermano. Pero él no deberá tener muchos caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto con el fin de adquirir caballos, pues Jehová os ha dicho: «No volváis nunca por este camino». Tampoco deberá tener muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe; ni amontonará para sí demasiada plata ni oro. Deuteronomio 17.15–17
Aunque estas palabras fueron habladas a Moisés hace casi 4.000 años, los conceptos que encierran no han perdido su carácter radical. Con una simple lectura del texto nos damos cuenta de algunos de los elementos que Dios considera indispensables para aquellos que ejercen autoridad.
En primer lugar, la persona que fuera rey debía salir de entre el pueblo. Esto garantizaba que fuera alguien que entendía bien la realidad de la gente que iba a gobernar. Sería un conocedor de sus costumbres, sus valores, sus luchas y su historia. Todo esto le ayudaría a evitar la clase de imposiciones que provocarían innecesariamente al pueblo, típicas de aquellas personas que entran a una posición de autoridad sin conocer bien a las personas sobre las cuales ejercitarán su gobierno. En muchas ocasiones un pastor que llega de afuera, implementa cambios que terminan por inflamar los ánimos de la congregación que pretende pastorear. Para toda persona que está en autoridad, es fundamental que se gane el respeto y la buena disposición de aquellos que dirige. Solamente de esa manera estarán dispuestos a seguirle y a colaborar en los proyectos que propone para mejorar sus vidas.
Un segundo elemento tiene que ver con la cercanía del rey al pueblo. Dios deseaba que el rey no se enriqueciera, ni que acumulara para sí bienes, ni muchas mujeres. Estas cosas solamente servirían para introducirlo en una realidad distinta a la de las personas que debía representar. Los que tienen abundancia en su casa rápidamente endurecen su corazón y pierden sensibilidad hacia aquellos que están en situación de escasez.
No obstante esta advertencia, no ha existido en la historia de la humanidad, un rey que no se haya rodeado de abundancia de lujos. Por esta razón resultó tan difícil para las autoridades aceptar el estilo de Cristo, el único rey que ha vivido entre el pueblo. Muchos pastores también han aprovechado su situación para acumular riquezas escandalosas, que no han hecho más que poner una barrera entre ellos y las personas que pretenden pastorear. Para que el pastor atienda bien a sus ovejas debe vivir en una situación similar a la de ellas.
Por último, Dios pretendía que un rey nunca buscara lo que necesitaba en otros países, tales como Egipto. Las necesidades del pueblo debía elevarlas al Señor, dirigiendo al pueblo dentro de un marco puramente espiritual. De igual manera el pastor ha sido llamado a una vida de absoluta dependencia de Dios, buscando del Señor lo que no tiene en sí mismo para dar. Una tarea espiritual requiere de una perspectiva espiritual de la autoridad.
Para pensar:
Lea Ezequiel 34.1–16 a la luz del texto de hoy y podrá entender por qué Dios condenó con tanta dureza a los pastores de Israel.
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