Una buena reputación
Una buena reputación
Las moscas muertas hacen que el ungüento del perfumista dé mal olor; un poco de insensatez pesa más que la sabiduría y el honor.
Eclesiastés 10.1 (LBLA)
Cuando los apóstoles decidieron nombrar diáconos en la iglesia de los primeros tiempos, encargaron al pueblo que eligieran siete hombres que, entre otras cosas, tuvieran buena reputación.
La reputación tiene dos características importantes. Al igual que el resplandor en el rostro de Moisés, es algo que es visible para los que están a nuestro alrededor. Y, si bien la reputación habla de lo que otros han podido observar en nuestras vidas, no puede percibirse en un solo encuentro, sino que es la suma de muchos momentos que proclaman la clase de persona que somos.
Se construye lentamente, a lo largo de los años, y es el más fiel reflejo de lo que verdaderamente hay en nuestros corazones. Encierra cosas tan preciosas como la responsabilidad, la fidelidad, la confiabilidad, la integridad y la sabiduría, todas cualidades que no pueden ser compradas, ni tampoco falsificadas. Reputación es lo que dicen las personas del creyente maduro cuando no está presente.
¿Y qué valor tiene la reputación?
Como hemos visto, esta cualidad es la más difícil de construir porque es el resultado de muchos elementos que se suman a lo largo de los años. Una persona joven difícilmente podrá tener una buena reputación, simplemente porque el factor tiempo aún no existe en su trayectoria dentro del pueblo de Dios.
El autor de Eclesiastés conocía el valor de la buena reputación. Lo compara con el perfume del perfumista. Es agradable a todos los que lo huelen. Pero Salomón también sabía que la buena reputación, que tarda años en construirse, puede destruirse en un solo momento. No hace falta más que un acto insensato y la reputación puede quedar en ruinas.
Una decisión apresurada, una relación inconveniente, un momento de locura, todos son elementos que pueden, en un instante, borrar el buen testimonio de años. Tristemente, una vez que la reputación se ha perdido, será muy difícil recuperarla. Muchos años después de la caída, la gente seguirá recordando ese momento de insensatez más que todos los años de buen trabajo que le precedieron.
Por esta razón, el creyente maduro sabio será cauteloso en las decisiones que toma. Tomará el tiempo necesario para evaluar las consecuencias de sus actos y medir si es bueno el camino que escoge. Sabrá que hay algunas alternativas que le son lícitas pero que no convienen, por los efectos que tendrán sobre su reputación.
Para pensar:
¿Sabe cuál es la opinión de otros acerca de usted como creyente maduro?
¿Cuáles son las cosas que aportan a su reputación?
¿Ha dedicado tiempo a invertir en estas cosas?
¿Cómo puede reparar las cosas que no hablan bien de su desempeño como cristiano maduro?
Las moscas muertas hacen que el ungüento del perfumista dé mal olor; un poco de insensatez pesa más que la sabiduría y el honor.
Eclesiastés 10.1 (LBLA)
Cuando los apóstoles decidieron nombrar diáconos en la iglesia de los primeros tiempos, encargaron al pueblo que eligieran siete hombres que, entre otras cosas, tuvieran buena reputación.
La reputación tiene dos características importantes. Al igual que el resplandor en el rostro de Moisés, es algo que es visible para los que están a nuestro alrededor. Y, si bien la reputación habla de lo que otros han podido observar en nuestras vidas, no puede percibirse en un solo encuentro, sino que es la suma de muchos momentos que proclaman la clase de persona que somos.
Se construye lentamente, a lo largo de los años, y es el más fiel reflejo de lo que verdaderamente hay en nuestros corazones. Encierra cosas tan preciosas como la responsabilidad, la fidelidad, la confiabilidad, la integridad y la sabiduría, todas cualidades que no pueden ser compradas, ni tampoco falsificadas. Reputación es lo que dicen las personas del creyente maduro cuando no está presente.
¿Y qué valor tiene la reputación?
- Según la reputación que tiene un creyente maduro va a ser el respeto que le confieren sus seguidores y las personas con las cuales entra en contacto.
- Cuando la reputación de un ministro es buena, sus seguidores confían en su persona y están dispuestos a seguirle aun en las más difíciles circunstancias.
- De la misma manera, aún el más elocuente orador no inspirará profundo respeto en sus seguidores si no posee una buena reputación.
Como hemos visto, esta cualidad es la más difícil de construir porque es el resultado de muchos elementos que se suman a lo largo de los años. Una persona joven difícilmente podrá tener una buena reputación, simplemente porque el factor tiempo aún no existe en su trayectoria dentro del pueblo de Dios.
El autor de Eclesiastés conocía el valor de la buena reputación. Lo compara con el perfume del perfumista. Es agradable a todos los que lo huelen. Pero Salomón también sabía que la buena reputación, que tarda años en construirse, puede destruirse en un solo momento. No hace falta más que un acto insensato y la reputación puede quedar en ruinas.
Una decisión apresurada, una relación inconveniente, un momento de locura, todos son elementos que pueden, en un instante, borrar el buen testimonio de años. Tristemente, una vez que la reputación se ha perdido, será muy difícil recuperarla. Muchos años después de la caída, la gente seguirá recordando ese momento de insensatez más que todos los años de buen trabajo que le precedieron.
Por esta razón, el creyente maduro sabio será cauteloso en las decisiones que toma. Tomará el tiempo necesario para evaluar las consecuencias de sus actos y medir si es bueno el camino que escoge. Sabrá que hay algunas alternativas que le son lícitas pero que no convienen, por los efectos que tendrán sobre su reputación.
Para pensar:
¿Sabe cuál es la opinión de otros acerca de usted como creyente maduro?
¿Cuáles son las cosas que aportan a su reputación?
¿Ha dedicado tiempo a invertir en estas cosas?
¿Cómo puede reparar las cosas que no hablan bien de su desempeño como cristiano maduro?
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