Adoracion

Adoración
Mientras comía, entró una mujer con un hermoso frasco de alabastro que contenía un perfume costoso, preparado con esencias de nardo. Ella abrió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Marcos 14.3

Esta escena nos ofrece una de las imágenes más gráficas del acto de adorar. Contiene varios componentes que resultan de interés para quienes deseamos crecer en nuestra vida de devoción al Señor.


Primero,
Es llamativo que este acto haya ocurrido mientras Jesús comía. Le resta algo de solemnidad, cosa que muchas veces intentamos imprimir sobre nuestros encuentros de adoración. En medio del bullicio de la mesa, los aromas de la comida, los movimientos de los presentes —una escena absolutamente ordinaria— esta mujer entró a la casa y adoró a Jesús.
Nadie los había convocado a una reunión de adoración, ni tampoco el pasaje nos da indicios de que los demás presentes estaban ocupados en adorar a Jesús.
Me atrevo a afirmar, entonces, como primera observación, que no existe lugar ni momento sagrado para adorar. El verdadero adorador adora en medio de las situaciones más comunes de la vida cotidiana.


Lo segundo.
Llama la atención es el elevado costo de su ofrenda de adoración. Cuando la contemplo, siento una enorme vergüenza por las veces en que he sacado del bolsillo el primer billete que tenía al alcance para «adorar» a Dios a través de mi ofrenda.
Siento cuán poco vale mi adoración cuando no puedo siquiera levantar los brazos al cielo porque los músculos de mis hombros protestan ante el esfuerzo que implica, o mis rodillas se rehúsan a doblarse para postrarme en su presencia.
  • La adoración que parece tocar el corazón de Dios es aquella que, en las palabras del rey David, nos significa un sacrificio.
  • Es la figura de Job quien, en medio de su agónica pérdida, elige inclinarse ante el Todopoderoso.
  • Son los ancianos, en Apocalipsis, quienes arrojan delante del trono del Altísimo las coronas que ganaron por medio de incomparables sufrimientos.
  • Es David, quien sacrifica su buen nombre y la pompa de su puesto, para bailar desenfrenadamente en presencia del Dios de su salvación.


Lo tercero
Que se observa es que el perfume rápidamente llenó la habitación con su deliciosa fragancia. Todos los que estaban presentes percibieron, de inmediato, que alguien había actuado de manera inusual ante el Mesías. Este elemento quizás sea el más llamativo, pues poseemos la convicción de que la adoración es un acto intensamente privado. Nos entregamos a las más puras expresiones de adoración cuando estamos solos.
No obstante, me atrevo a afirmar que la adoración privada nunca alcanza su más plena expresión hasta que toca la vida de aquellos que están a nuestro alrededor.
La adoración que permanece escondida en la intimidad de nuestra recámara puede delatar que aún sufrimos las limitaciones que imponen el temor y la vergüenza.
Si es genuina, sin embargo, deberá finalmente irrumpir sobre los espacios públicos de nuestra vida. Es allí donde es más necesaria la fragancia dulce e irresistible del verdadero adorador.

Para pensar.
Piensa hoy como vas a adorar al Rey hoy, mañana y siempre…
«La adoración es el anhelo espontáneo del corazón por adorar, honrar, magnificar y bendecir a Dios. No pedimos otra cosa que atesorarlo. No buscamos más que exaltarlo. Nos enfocamos exclusivamente en su bondad». Richard Foster

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