Asombrosqa revelación
Asombrosa revelación
Te conocía aun antes de haberte formado en el vientre de tu madre; antes de que nacieras, te aparté y te nombré mi profeta a las naciones. Jeremías 1.5
Existe un elemento maravillosamente misterioso en lo que el Señor comparte con Jeremías. Hace eco a las palabras del Mesías, en Isaías: «El SEÑOR me llamó desde antes que naciera; desde el seno de mi madre me llamó por mi nombre» (Isaías 49.1). El apóstol Pablo también se atreve a hacer una afirmación similar: «Pero aun antes de que yo naciera, Dios me eligió y me llamó por su gracia maravillosa» (Gálatas 1.15).
Cuando nos llega la feliz noticia de un embarazo, no sabemos siquiera si seremos los padres de un varón o una nena. Desconocemos por completo qué aspecto físico tendrá, qué clase de carácter poseerá o qué destino le espera en esta vida. Pasarán años, después de que haya nacido, antes de comenzar a descifrar, a tientas, quién es esta persona que ha llegado para ser parte de nuestra familia. Muchos años más pasarán antes de que exista cierta claridad acerca de su vocación en la vida. En muchos casos, solamente se alcanza luego de una serie de tentativas incursiones en diferentes direcciones.
Qué tremendo es saber que el Señor ya conocía íntimamente a Jeremías, aun antes de que sus padres lo hubieran concebido.
¡Existe algo tan increíblemente profundo en esta frase! Revela la dimensión en la que habita nuestro Dios, algo que está más allá del paso de los días, los años y los siglos. Aunque desconocemos el significado acabado de esta declaración, seguramente este conocimiento llevó a que el Señor actuara en el entorno de Jeremías y ordenara aun los detalles más minuciosos de su vida. De esta manera se vería revestido de las cualidades y herramientas que requería el ministerio profético al cual había sido llamado.
El Señor añade un detalle importante a su declaración: «te nombré mi profeta a las naciones». A pesar de la marcada reticencia que había mostrado Israel por compartir con otras naciones la bendición de caminar con el Creador de los cielos y la Tierra, Dios tenía en mente alcanzar a todas las naciones con su buena voluntad. Este profeta, entonces, no debía hablarle pura y exclusivamente a Israel, sino que su llamado también consistía en llevarles la Palabra de Dios a otras naciones, una dimensión mucho más amplia de lo que normalmente acompaña nuestro esfuerzo por hacer avanzar el reino.
Entiendo que Dios no pretendía que Jeremías lograra dimensionar el sentido completo de la declaración que acompañaba su llamado. Solamente el paso de los años le mostraría al profeta lo que implicaba esta extraordinaria revelación. Por el momento, el Señor deseaba extenderle a Jeremías una invitación a alinearse con los propósitos eternos que Dios tenía para su vida.
Para pensar
Nosotros también podemos maravillarnos ante la grandeza del Señor, pues el salmista declara «Tú formaste mis entrañas; Me hiciste en el seno de mi madre» (139.13, NBLH). Podemos confiar plenamente en este Dios, quien nos conoció ¡aun antes de que fuéramos concebidos!
Te conocía aun antes de haberte formado en el vientre de tu madre; antes de que nacieras, te aparté y te nombré mi profeta a las naciones. Jeremías 1.5
Existe un elemento maravillosamente misterioso en lo que el Señor comparte con Jeremías. Hace eco a las palabras del Mesías, en Isaías: «El SEÑOR me llamó desde antes que naciera; desde el seno de mi madre me llamó por mi nombre» (Isaías 49.1). El apóstol Pablo también se atreve a hacer una afirmación similar: «Pero aun antes de que yo naciera, Dios me eligió y me llamó por su gracia maravillosa» (Gálatas 1.15).
Cuando nos llega la feliz noticia de un embarazo, no sabemos siquiera si seremos los padres de un varón o una nena. Desconocemos por completo qué aspecto físico tendrá, qué clase de carácter poseerá o qué destino le espera en esta vida. Pasarán años, después de que haya nacido, antes de comenzar a descifrar, a tientas, quién es esta persona que ha llegado para ser parte de nuestra familia. Muchos años más pasarán antes de que exista cierta claridad acerca de su vocación en la vida. En muchos casos, solamente se alcanza luego de una serie de tentativas incursiones en diferentes direcciones.
Qué tremendo es saber que el Señor ya conocía íntimamente a Jeremías, aun antes de que sus padres lo hubieran concebido.
¡Existe algo tan increíblemente profundo en esta frase! Revela la dimensión en la que habita nuestro Dios, algo que está más allá del paso de los días, los años y los siglos. Aunque desconocemos el significado acabado de esta declaración, seguramente este conocimiento llevó a que el Señor actuara en el entorno de Jeremías y ordenara aun los detalles más minuciosos de su vida. De esta manera se vería revestido de las cualidades y herramientas que requería el ministerio profético al cual había sido llamado.
El Señor añade un detalle importante a su declaración: «te nombré mi profeta a las naciones». A pesar de la marcada reticencia que había mostrado Israel por compartir con otras naciones la bendición de caminar con el Creador de los cielos y la Tierra, Dios tenía en mente alcanzar a todas las naciones con su buena voluntad. Este profeta, entonces, no debía hablarle pura y exclusivamente a Israel, sino que su llamado también consistía en llevarles la Palabra de Dios a otras naciones, una dimensión mucho más amplia de lo que normalmente acompaña nuestro esfuerzo por hacer avanzar el reino.
Entiendo que Dios no pretendía que Jeremías lograra dimensionar el sentido completo de la declaración que acompañaba su llamado. Solamente el paso de los años le mostraría al profeta lo que implicaba esta extraordinaria revelación. Por el momento, el Señor deseaba extenderle a Jeremías una invitación a alinearse con los propósitos eternos que Dios tenía para su vida.
Para pensar
Nosotros también podemos maravillarnos ante la grandeza del Señor, pues el salmista declara «Tú formaste mis entrañas; Me hiciste en el seno de mi madre» (139.13, NBLH). Podemos confiar plenamente en este Dios, quien nos conoció ¡aun antes de que fuéramos concebidos!
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