Una iglesia sana

Una iglesia sana 
 
Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, mencionándolos en nuestras oraciones, teniendo presente sin cesar delante de nuestro Dios y Padre su obra de fe, su trabajo de amor y la firmeza de su esperanza en nuestro Señor Jesucristo. 
1 Tesalonicenses 1.2-3 NBLH

Al finalizar su inmejorable descripción del amor, en 1 Corintios 13, el apóstol Pablo señala el fundamento de toda obra espiritual.
«Tres cosas durarán para siempre: la fe, la esperanza y el amor; y la mayor de las tres es el amor» (v. 13, NTV).
En la iglesia de Tesalónica, Pablo pudo observar la forma en que la fe, el amor y la esperanza revelaron un poderoso mover del Espíritu.
En la reflexión de este día quisiera meditar sobre la obra de fe de esta congregación. La palabra «obra» se refiere al trabajo relacionado a una vocación en la vida. De esta manera, por ejemplo, Pedro señala que «Jesús anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que eran oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hechos 10.38, NTV). El «bien» que hacía era la manifestación visible de su llamado, y trabajaba cada día para cumplir con fidelidad esta vocación.
Quizás hayas observado que Pablo no habla de obras de fe, en plural, sino de la «obra de fe». Este detalle nos ayuda a entender que la fe, correctamente entendida, se manifiesta en un estilo de vida que agrada al Padre. Todas las acciones individuales que resultan de esta forma de vivir conforman una sola obra, la manifestación visible de una convicción invisible.
En el caso de los hermanos de Tesalónica, el trabajo de fe los llevó a abandonar a sus ídolos (v. 9), para recibir la palabra en medio de mucha tribulación (v. 6) y compartir con otros la salvación (v. 7).
La fe nunca se refiere a un ejercicio intelectual. No consiste en asentir algunas verdades ni abrazarse a ciertas doctrinas. Es, más bien, una postura que requiere una acción, pues la fe solamente cobra vida cuando la traducimos en obra. De esta manera, entonces, la manifestación visible de la fe es la obra que expresa esa convicción espiritual.
Este es el eje que sostiene el argumento del autor de Hebreos. En el capítulo 11 busca ilustrar de qué manera se vive la fe. Nos provee de una larga lista de figuras del Antiguo Testamento que, por la fe, llevaron a cabo diferentes acciones. Todos, sin excepción, entendieron la fe como una forma de encarar la vida.
Nuestro trabajo diario será, entonces, convertir la fe en una forma de movernos por la vida.
Descartar la ansiedad, la desesperación y el pesimismo para avanzar, ante cada desafío, con la seguridad y la paz que caracterizan a quienes están convencidos de que Dios ordena sus pasos y vela por sus intereses. Podemos asumir esta postura porque hemos entendido que la fe afecta todos los aspectos de nuestra existencia. Es, de hecho, la columna vertebral de la vida espiritual.

Para pensar.
«El vivir diariamente por fe en Cristo es lo que distingue al cristiano saludable del enfermizo, al santo victorioso del santo derrotado». A. W. Pink

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