Llamado a la reflexión
Llamado a la reflexión
Ahora pues, así dice el SEÑOR de los ejércitos: «¡Consideren bien sus caminos!». Hageo 1.5 NBLH
Dios, tal como señala el autor de Hebreos, recorre muchos caminos a la hora de comunicarse con nosotros. Esta diversidad de caminos no solamente revela el insistente deseo del Señor de comunicarse con los suyos, sino que también deja en claro que nosotros, su pueblo, somos lentos para entender lo que nos dice. Por esto, cuando no entendemos por un camino, el Señor explora otras opciones con tal de asegurarse de que, finalmente, comprendamos lo que nos quiere decir.
Una de las formas que emplea son las circunstancias que acompañan nuestra existencia. Este es el caso particular del pueblo que había regresado del exilio con la consigna de reconstruir el templo.
La inmensidad de la obra, sin embargo, pronto los desanimó y decidieron concentrarse en sus propias vidas. Sus esfuerzos, sin embargo, producían pocos frutos. «Han sembrado mucho, pero cosechado muy poco; comen pero no quedan satisfechos; beben pero aún tienen sed; se abrigan pero todavía tienen frío. Sus salarios desaparecen, ¡como si los echaran en bolsillos llenos de agujeros!» (1.6, NTV).
La vida les era contraria en todo. No lograban satisfacción en ninguna de las esferas donde invertían sus esfuerzos. Esta sucesión de desgracias no era el fruto de los caprichos de la naturaleza. No obstante, a nadie se le había ocurrido preguntarse si el Señor intentaba decirles algo. Finalmente, Dios mismo los llamó a detenerse a reflexionar sobre la realidad que atravesaban.
La palabra «consideren» encierra una invitación a reflexionar sobre la situación, a analizar los hechos para ver si percibían algo que, a simple vista, no se veía.
El Señor les ayuda en este proceso diciendo: «Es por causa de ustedes que los cielos retienen el rocío y la tierra no produce cosechas. Yo mandé la sequía sobre sus campos y colinas; una sequía que destruirá el grano, el vino nuevo, el aceite de oliva y las demás cosechas; una sequía que hará que ustedes y sus animales pasen hambre y arruinará todo aquello por lo que tanto han trabajado» (1.10-11, NTV).
Este incidente debe llevarnos a ser más sensibles a lo que está ocurriendo en nuestra propia vida. No toda adversidad es una señal de que el Señor nos está queriendo decir algo. En ocasiones, el Señor está trabajando en silencio para moldear nuestro carácter a su imagen. No obstante, nuestra primera responsabilidad, cuando la vida se nos vuelve adversa, es detenernos para examinarnos y reflexionar. Es posible que él intente hablarnos de algo que, hasta ahora, no hemos logrado percibir.
Será de inestimable ayuda atravesar este proceso de la mano de hermanos maduros y confiables.
Nuestra tendencia a ver lo que queremos ver nos puede jugar una mala pasada, pero la intervención de otros puede ayudarnos a ver con mayor claridad el mensaje que Dios intenta darnos.
Para pensar.
No toda adversidad encierra un mensaje. En ocasiones, constituye un llamado a la perseverancia, porque el enemigo se ha propuesto complicarnos la vida. Es por eso que el discernimiento es absolutamente esencial. Solamente el Espíritu puede darnos la luz que requerimos para entender la situación que atravesamos.
Ahora pues, así dice el SEÑOR de los ejércitos: «¡Consideren bien sus caminos!». Hageo 1.5 NBLH
Dios, tal como señala el autor de Hebreos, recorre muchos caminos a la hora de comunicarse con nosotros. Esta diversidad de caminos no solamente revela el insistente deseo del Señor de comunicarse con los suyos, sino que también deja en claro que nosotros, su pueblo, somos lentos para entender lo que nos dice. Por esto, cuando no entendemos por un camino, el Señor explora otras opciones con tal de asegurarse de que, finalmente, comprendamos lo que nos quiere decir.
Una de las formas que emplea son las circunstancias que acompañan nuestra existencia. Este es el caso particular del pueblo que había regresado del exilio con la consigna de reconstruir el templo.
La inmensidad de la obra, sin embargo, pronto los desanimó y decidieron concentrarse en sus propias vidas. Sus esfuerzos, sin embargo, producían pocos frutos. «Han sembrado mucho, pero cosechado muy poco; comen pero no quedan satisfechos; beben pero aún tienen sed; se abrigan pero todavía tienen frío. Sus salarios desaparecen, ¡como si los echaran en bolsillos llenos de agujeros!» (1.6, NTV).
La vida les era contraria en todo. No lograban satisfacción en ninguna de las esferas donde invertían sus esfuerzos. Esta sucesión de desgracias no era el fruto de los caprichos de la naturaleza. No obstante, a nadie se le había ocurrido preguntarse si el Señor intentaba decirles algo. Finalmente, Dios mismo los llamó a detenerse a reflexionar sobre la realidad que atravesaban.
La palabra «consideren» encierra una invitación a reflexionar sobre la situación, a analizar los hechos para ver si percibían algo que, a simple vista, no se veía.
El Señor les ayuda en este proceso diciendo: «Es por causa de ustedes que los cielos retienen el rocío y la tierra no produce cosechas. Yo mandé la sequía sobre sus campos y colinas; una sequía que destruirá el grano, el vino nuevo, el aceite de oliva y las demás cosechas; una sequía que hará que ustedes y sus animales pasen hambre y arruinará todo aquello por lo que tanto han trabajado» (1.10-11, NTV).
Este incidente debe llevarnos a ser más sensibles a lo que está ocurriendo en nuestra propia vida. No toda adversidad es una señal de que el Señor nos está queriendo decir algo. En ocasiones, el Señor está trabajando en silencio para moldear nuestro carácter a su imagen. No obstante, nuestra primera responsabilidad, cuando la vida se nos vuelve adversa, es detenernos para examinarnos y reflexionar. Es posible que él intente hablarnos de algo que, hasta ahora, no hemos logrado percibir.
Será de inestimable ayuda atravesar este proceso de la mano de hermanos maduros y confiables.
Nuestra tendencia a ver lo que queremos ver nos puede jugar una mala pasada, pero la intervención de otros puede ayudarnos a ver con mayor claridad el mensaje que Dios intenta darnos.
Para pensar.
No toda adversidad encierra un mensaje. En ocasiones, constituye un llamado a la perseverancia, porque el enemigo se ha propuesto complicarnos la vida. Es por eso que el discernimiento es absolutamente esencial. Solamente el Espíritu puede darnos la luz que requerimos para entender la situación que atravesamos.
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