Exhortacion al pueblo

Exhortación al pueblo

¡Así que sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni sientas pánico frente a ellos, porque el SEÑOR tu Dios, él mismo irá delante de ti. No te fallará ni te abandonará.   Deuteronomio 31.6

La partida de Moisés era inminente. Conforme a lo que Dios le había hablado, él no tendría la alegría de acompañar al pueblo en la entrada a la Tierra Prometida. No obstante, Dios le concedió la petición de ver instalado un nuevo líder que guiaría al pueblo en esta siguiente etapa.

Luego de la ceremonia de nombramiento de Josué, Moisés habló al pueblo las palabras que leemos en el texto de hoy. Emprenderían una nueva aventura, totalmente diferente a la vida nómada que habían llevado durante cuarenta largos años en el desierto. Esta nueva etapa les presentaba el desafío de tomar posesión de la tierra que el Señor entregaba en sus manos, pero también con la difícil obligación de destruir las naciones que en ella habitaban.
Entiendo que las palabras que Moisés habla al pueblo se refieren específicamente a animarse a creer en el liderazgo de Josué, el líder que había sido escogido por Dios para esta particular etapa. Él iba a impartirles instrucciones frente a cada desafío que enfrentarían, y ellos debían tener la misma disposición por obedecerlo que habían mostrado hacia Moisés.
El cambio de liderazgo en el pueblo de Dios siempre plantea retos muy específicos. Debemos resistirnos, ante todo, a comparar al nuevo líder con el que estaba anteriormente. Se viven tiempos nuevos y ningún líder es exactamente igual al que lo precedió. Las comparaciones, además de ser odiosas, muchas veces suman una cuota de presión a la vida del nuevo líder, que dificulta aún más su tarea de direccionar al pueblo correctamente.

Por otro lado, es importante demostrarle a este nuevo líder el mismo respeto y honra que se le extendieron al líder saliente. Esto requiere que el pueblo sea generoso en permitirle al nuevo líder suficiente espacio como para cometer sus propios errores, sin caer bajo la condenación ni la descalificación que tan rápidamente expresamos cuando las cosas no salen bien.

Es necesario recordar que el líder saliente alguna vez también fue joven e inexperto. Pudo crecer y alcanzar gran estatura espiritual precisamente porque estuvo rodeado de personas generosas que estuvieron dispuestas a confiar en él, aun cuando estaba atravesando un proceso de aprendizaje.

Lo que nos permite ser tan magnánimos con nuestros nuevos líderes es la convicción de que Dios está con nosotros. Confiamos en que el Señor cubrirá nuestros desaciertos y convertirá nuestros errores en lecciones valiosas para nuestro crecimiento. Él es el Rey soberano sobre el pueblo y, como tal, velará por su bienestar. Nosotros, y nuestros inexpertos líderes, estamos bien cubiertos por la bondadosa compasión de nuestro Padre celestial.

Para pensar.
Evita criticar a tus líderes. Nuestras críticas no aportan nada al crecimiento, y muchas veces siembran el descontento en otros. En lugar de señalar los errores, asumamos el compromiso de cubrir sus vidas en oración. La tarea que se les ha encomendado no es sencilla. Necesitan de todo el cariño y el apoyo que les podamos extender.






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