Llamado a la valentia
Llamado a la valentía
No temas ni te desalientes, porque el propio SEÑOR irá delante de ti. Él estará contigo; no te fallará ni te abandonará. Deuteronomio 31.8
Al nombrar a Josué como el nuevo líder del pueblo, Moisés lo animó con la frase: «esfuérzate y sé valiente», la cual repitió tres veces. Como para dejar en claro las opciones que debía descartar, el Señor señaló: «No temas ni te acobardes, porque el SEÑOR tu Dios estará contigo dondequiera que vayas» (Josué 1.9, NBLH).
Normalmente asociamos la valentía con la necesidad de enfrentarse a alguna situación en la que son obvias las desigualdades. David, por ejemplo, requirió una enorme cuota de valentía para enfrentar a Goliat. Juan el Bautista necesitó coraje para hacerle frente a Herodes.
En el caso de Josué, sin embargo, sospecho que la valentía tenía que ver con otra clase de conflicto. Al avanzar en la lectura de la conquista de la Tierra Prometida observo que Dios le pidió que haga cosas que parecían descabelladas.
Para conquistar Jericó, por ejemplo, lo mandó a marchar durante seis días alrededor de la ciudad fortalecida. El séptimo día debía repetir el procedimiento siete veces. La promesa de Jehová le garantizaba que, ante el grito de los guerreros, los muros se desplomarían.
La lucha principal de Josué, ante estas instrucciones, no fue con ningún enemigo de carne y hueso. Más bien, tenía que lidiar con la multitud de voces que se levantaban a protestar ante lo absurdo del plan que debía implementar para tomar Jericó. Sus hombres estaban listos para salir a pelear y hacerles frente a los guerreros de Jericó.
Canalizar el entusiasmo y la pasión de sus soldados por medio de un desfile alrededor de la ciudad, convertía en una parodia todas las probadas estrategias militares de la época.
Josué debía ser valiente porque corría el riesgo de ser incomprendido, de hacer el ridículo. Algunos dudaban de su capacidad como líder. Otros creían que había perdido la cordura. Y en su interior tuvo que luchar con sus propias dudas, su timidez y falta de fe. La valentía es lo único que le permitiría ejecutar las instrucciones del Señor. Debía descubrir que seguir a Dios no es para cobardes.
La valentía no se refiere a una particular fortaleza de carácter. Más bien, es la capacidad de aquietar el espíritu y dejar los temores al pie del trono de gracia. Se refiere a la capacidad de desarrollar la convicción de que la victoria no depende de nuestro esfuerzo ni de nuestras capacidades, sino del Dios que nos ha confiado la misión. Es creer contra viento y marea que, si seguimos al pie de la letra sus instrucciones, inevitablemente resultarán en bendición.
Para pensar
«Amado, suelta tus temores, no sea que acabes siendo pusilánime. Deja de despertar temores en los de tu alrededor y asume, en fe, una postura de valentía. Dios ha sido bueno y continuará manifestando su bondad. Enfrentemos los días por delante con la expectativa de ver, una vez más, la bondad del Señor. Seamos fuertes y valientes, pues el Señor peleará por nosotros si escogemos vivir por fe». Francis Frangipane
No temas ni te desalientes, porque el propio SEÑOR irá delante de ti. Él estará contigo; no te fallará ni te abandonará. Deuteronomio 31.8
Al nombrar a Josué como el nuevo líder del pueblo, Moisés lo animó con la frase: «esfuérzate y sé valiente», la cual repitió tres veces. Como para dejar en claro las opciones que debía descartar, el Señor señaló: «No temas ni te acobardes, porque el SEÑOR tu Dios estará contigo dondequiera que vayas» (Josué 1.9, NBLH).
Normalmente asociamos la valentía con la necesidad de enfrentarse a alguna situación en la que son obvias las desigualdades. David, por ejemplo, requirió una enorme cuota de valentía para enfrentar a Goliat. Juan el Bautista necesitó coraje para hacerle frente a Herodes.
En el caso de Josué, sin embargo, sospecho que la valentía tenía que ver con otra clase de conflicto. Al avanzar en la lectura de la conquista de la Tierra Prometida observo que Dios le pidió que haga cosas que parecían descabelladas.
Para conquistar Jericó, por ejemplo, lo mandó a marchar durante seis días alrededor de la ciudad fortalecida. El séptimo día debía repetir el procedimiento siete veces. La promesa de Jehová le garantizaba que, ante el grito de los guerreros, los muros se desplomarían.
La lucha principal de Josué, ante estas instrucciones, no fue con ningún enemigo de carne y hueso. Más bien, tenía que lidiar con la multitud de voces que se levantaban a protestar ante lo absurdo del plan que debía implementar para tomar Jericó. Sus hombres estaban listos para salir a pelear y hacerles frente a los guerreros de Jericó.
Canalizar el entusiasmo y la pasión de sus soldados por medio de un desfile alrededor de la ciudad, convertía en una parodia todas las probadas estrategias militares de la época.
Josué debía ser valiente porque corría el riesgo de ser incomprendido, de hacer el ridículo. Algunos dudaban de su capacidad como líder. Otros creían que había perdido la cordura. Y en su interior tuvo que luchar con sus propias dudas, su timidez y falta de fe. La valentía es lo único que le permitiría ejecutar las instrucciones del Señor. Debía descubrir que seguir a Dios no es para cobardes.
La valentía no se refiere a una particular fortaleza de carácter. Más bien, es la capacidad de aquietar el espíritu y dejar los temores al pie del trono de gracia. Se refiere a la capacidad de desarrollar la convicción de que la victoria no depende de nuestro esfuerzo ni de nuestras capacidades, sino del Dios que nos ha confiado la misión. Es creer contra viento y marea que, si seguimos al pie de la letra sus instrucciones, inevitablemente resultarán en bendición.
Para pensar
«Amado, suelta tus temores, no sea que acabes siendo pusilánime. Deja de despertar temores en los de tu alrededor y asume, en fe, una postura de valentía. Dios ha sido bueno y continuará manifestando su bondad. Enfrentemos los días por delante con la expectativa de ver, una vez más, la bondad del Señor. Seamos fuertes y valientes, pues el Señor peleará por nosotros si escogemos vivir por fe». Francis Frangipane
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