Voluntarios para la brecha
Voluntarios para la brecha
Busqué entre ellos alguien que levantara un muro y se pusiera en pie en la brecha delante de Mí a favor de la tierra, para que Yo no la destruyera, pero no lo hallé. Ezequiel 22.30 NBLH
Una de las formas en que se diseñaban los muros defensivos de una ciudad, en tiempos del Antiguo Testamento, consistía en abrir pequeñas brechas a lo largo de su construcción.
Estas servían para que allí se ubicaran las personas que no solamente cumplían con la función de centinelas, sino que se constituían en la primera defensa contra cualquier ataque por parte de un enemigo. Estas personas anticipaban la llegada del enemigo con acciones para entorpecer sus movimientos, mientras llamaban a los habitantes de la ciudad a ocupar los puestos que les correspondían para su exitosa defensa.
El profeta Ezequiel emplea el simbolismo de esta función para hablar de la sagrada tarea de representar al pueblo delante de Dios. Las Escrituras nos presentan varios ejemplos de esta clase de acción. Cuando el faraón quiso tomar por esposa a la mujer de Abraham, el Señor se le apareció y le dijo que la única manera que podía escapar del juicio era pidiendo a Abraham que intercediera por él (Génesis 20.7).
Del mismo modo, cuando Israel cometió la abominación de construir un becerro de oro Moisés dijo: «Ustedes han cometido un gran pecado, y ahora yo voy a subir al SEÑOR. Quizá pueda hacer expiación por su pecado» (Éxodo 32.30, NBLH).
En otra instancia, se desató una devastadora plaga contra el pueblo rebelde y obstinado. Aarón, siguiendo las instrucciones de Moisés: «se puso entre los vivos y los muertos y se detuvo la plaga» (Números 16.48, NTV). En el Nuevo Testamento, Jesús intervino, en oración, para que la fe de Pedro no disminuyera en medio de la prueba que tendría que vivir (Lucas 22.32).
El texto de hoy nos comunica dos importantes verdades. La primera verdad es que se nos ha concedido el privilegio de ocupar lugares en la brecha, para interceder por situaciones que no cambiarán salvo por la oración ferviente de los santos. El mejor ejemplo de esta clase de oración, a mi entender, la ofrece Epafras. Pablo dice de él que vive «siempre esforzándose intensamente a favor de ustedes en sus oraciones, para que estén firmes, perfectos y completamente seguros en toda la voluntad de Dios» (Colosenses 4.12, NBLH).
La segunda verdad que se desprende de este texto es que escasean las personas que están dispuestas a asumir este compromiso. El Señor comunica su tristeza a Ezequiel porque no halló una sola persona en la tierra que estuviera dispuesta a interceder por la protección de su pueblo. No obstante, la tarea de interceder delante de Dios a favor de individuos, familias, pueblos y naciones sigue siendo tan necesaria como lo fue en el tiempo de Ezequiel. Por alguna razón que no logramos entender, el Señor a veces escoge intervenir solamente luego de que clamamos delante de su trono en favor de otros.
Para pensar.
Luchemos «a brazo partido» en contra del hábito de las oraciones egoístas. Abramos el círculo de nuestra influencia y luchemos en los lugares celestes a favor de aquellos que requieren, con urgencia, una visitación de lo alto.
Busqué entre ellos alguien que levantara un muro y se pusiera en pie en la brecha delante de Mí a favor de la tierra, para que Yo no la destruyera, pero no lo hallé. Ezequiel 22.30 NBLH
Una de las formas en que se diseñaban los muros defensivos de una ciudad, en tiempos del Antiguo Testamento, consistía en abrir pequeñas brechas a lo largo de su construcción.
Estas servían para que allí se ubicaran las personas que no solamente cumplían con la función de centinelas, sino que se constituían en la primera defensa contra cualquier ataque por parte de un enemigo. Estas personas anticipaban la llegada del enemigo con acciones para entorpecer sus movimientos, mientras llamaban a los habitantes de la ciudad a ocupar los puestos que les correspondían para su exitosa defensa.
El profeta Ezequiel emplea el simbolismo de esta función para hablar de la sagrada tarea de representar al pueblo delante de Dios. Las Escrituras nos presentan varios ejemplos de esta clase de acción. Cuando el faraón quiso tomar por esposa a la mujer de Abraham, el Señor se le apareció y le dijo que la única manera que podía escapar del juicio era pidiendo a Abraham que intercediera por él (Génesis 20.7).
Del mismo modo, cuando Israel cometió la abominación de construir un becerro de oro Moisés dijo: «Ustedes han cometido un gran pecado, y ahora yo voy a subir al SEÑOR. Quizá pueda hacer expiación por su pecado» (Éxodo 32.30, NBLH).
En otra instancia, se desató una devastadora plaga contra el pueblo rebelde y obstinado. Aarón, siguiendo las instrucciones de Moisés: «se puso entre los vivos y los muertos y se detuvo la plaga» (Números 16.48, NTV). En el Nuevo Testamento, Jesús intervino, en oración, para que la fe de Pedro no disminuyera en medio de la prueba que tendría que vivir (Lucas 22.32).
El texto de hoy nos comunica dos importantes verdades. La primera verdad es que se nos ha concedido el privilegio de ocupar lugares en la brecha, para interceder por situaciones que no cambiarán salvo por la oración ferviente de los santos. El mejor ejemplo de esta clase de oración, a mi entender, la ofrece Epafras. Pablo dice de él que vive «siempre esforzándose intensamente a favor de ustedes en sus oraciones, para que estén firmes, perfectos y completamente seguros en toda la voluntad de Dios» (Colosenses 4.12, NBLH).
La segunda verdad que se desprende de este texto es que escasean las personas que están dispuestas a asumir este compromiso. El Señor comunica su tristeza a Ezequiel porque no halló una sola persona en la tierra que estuviera dispuesta a interceder por la protección de su pueblo. No obstante, la tarea de interceder delante de Dios a favor de individuos, familias, pueblos y naciones sigue siendo tan necesaria como lo fue en el tiempo de Ezequiel. Por alguna razón que no logramos entender, el Señor a veces escoge intervenir solamente luego de que clamamos delante de su trono en favor de otros.
Para pensar.
Luchemos «a brazo partido» en contra del hábito de las oraciones egoístas. Abramos el círculo de nuestra influencia y luchemos en los lugares celestes a favor de aquellos que requieren, con urgencia, una visitación de lo alto.
No Comments