Manténgala ocupada
Manténgala ocupada
Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza. Filipenses 4.8
Cuando comencé a usar por primera vez una computadora, el sistema venía cargado en un disco. Cuando uno encendía la máquina debía insertar el disco para que se cargara el sistema. En otra apertura se cargaba un segundo disco que contenía el programa que uno deseaba utilizar para trabajar. En mi caso, este segundo disco generalmente contenía el procesador de texto, junto con los archivos de mis trabajos.
No era inusual que los discos se dañaran. Ante la inserción de un disco dañado, aparecía en la pantalla la imagen de una bomba a punto de explotar. La computadora avisaba de esta manera, al usuario, que el disco debía ser cambiado por uno en buen estado.
La mente es algo como esta figura de la computadora: si tú entregas algo que te preocupa al Señor, pero no «cambias» el disco que tienes en la mente, comprobarás que, a los pocos minutos de haber orado, tus pensamientos volverán a concentrarse en el tema que te tiene a mal traer.
Si me permites emplear otra ilustración: piensa en un pequeño que está jugando con algo que le puede hacer daño; supongamos que se trata de un cuchillo. La madre sabia sabe que: si le quita el cuchillo y no le da otra cosa con que entretenerse, el pequeño estallará en llanto. Por esto, al intentar sacarle el cuchillo se asegurará de tener algún otro objeto con el que se pueda entretener.
Poseemos mentes muy activas. Solemos creer que tenemos poca injerencia sobre las actividades de nuestra mente, como si poseyera vida propia. La verdad, sin embargo, es que la mente se «entretiene» con los pensamientos que nosotros le ofrecemos.
Para concluir su exhortación sobre las preocupaciones, Pablo nos deja este principio importante: si tú dejas un tema en manos del Señor, no olvides que inmediatamente debes darle a la mente otros temas que la ocupen.
¿No sabes sobre qué temas pensar?
El apóstol nos da algunas pistas: «todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable». Por si acaso no entendimos la naturaleza de la consigna, el apóstol concluye: «Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza».
Como señalaba en el devocional de ayer: esto es un ejercicio. Estamos acostumbrados a pensar en lo malo; debemos ejercer cierta disciplina para que la mente se mueva en una nueva dirección. No te desanimes si encuentras que no pasa mucho tiempo antes de que vuelvas a pensar en el tema que te preocupaba. Entrégalo nuevamente en las manos del Señor y ordénale a tu mente que medite en todo aquello que es excelente y digno de alabanza. Con la perseverancia lograrás convertir este proceso en un hábito, y esa disciplina cambiará drásticamente la forma en que vives cada día.
Para pensar
«¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti; a todos los que concentran en ti sus pensamientos!» Isaías 26.3
Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza. Filipenses 4.8
Cuando comencé a usar por primera vez una computadora, el sistema venía cargado en un disco. Cuando uno encendía la máquina debía insertar el disco para que se cargara el sistema. En otra apertura se cargaba un segundo disco que contenía el programa que uno deseaba utilizar para trabajar. En mi caso, este segundo disco generalmente contenía el procesador de texto, junto con los archivos de mis trabajos.
No era inusual que los discos se dañaran. Ante la inserción de un disco dañado, aparecía en la pantalla la imagen de una bomba a punto de explotar. La computadora avisaba de esta manera, al usuario, que el disco debía ser cambiado por uno en buen estado.
La mente es algo como esta figura de la computadora: si tú entregas algo que te preocupa al Señor, pero no «cambias» el disco que tienes en la mente, comprobarás que, a los pocos minutos de haber orado, tus pensamientos volverán a concentrarse en el tema que te tiene a mal traer.
Si me permites emplear otra ilustración: piensa en un pequeño que está jugando con algo que le puede hacer daño; supongamos que se trata de un cuchillo. La madre sabia sabe que: si le quita el cuchillo y no le da otra cosa con que entretenerse, el pequeño estallará en llanto. Por esto, al intentar sacarle el cuchillo se asegurará de tener algún otro objeto con el que se pueda entretener.
Poseemos mentes muy activas. Solemos creer que tenemos poca injerencia sobre las actividades de nuestra mente, como si poseyera vida propia. La verdad, sin embargo, es que la mente se «entretiene» con los pensamientos que nosotros le ofrecemos.
Para concluir su exhortación sobre las preocupaciones, Pablo nos deja este principio importante: si tú dejas un tema en manos del Señor, no olvides que inmediatamente debes darle a la mente otros temas que la ocupen.
¿No sabes sobre qué temas pensar?
El apóstol nos da algunas pistas: «todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable». Por si acaso no entendimos la naturaleza de la consigna, el apóstol concluye: «Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza».
Como señalaba en el devocional de ayer: esto es un ejercicio. Estamos acostumbrados a pensar en lo malo; debemos ejercer cierta disciplina para que la mente se mueva en una nueva dirección. No te desanimes si encuentras que no pasa mucho tiempo antes de que vuelvas a pensar en el tema que te preocupaba. Entrégalo nuevamente en las manos del Señor y ordénale a tu mente que medite en todo aquello que es excelente y digno de alabanza. Con la perseverancia lograrás convertir este proceso en un hábito, y esa disciplina cambiará drásticamente la forma en que vives cada día.
Para pensar
«¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti; a todos los que concentran en ti sus pensamientos!» Isaías 26.3
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