Iré delante de ti
Iré delante de ti
No temas ni te desalientes, porque el propio SEÑOR irá delante de ti. Él estará contigo; no te fallará ni te abandonará. Deuteronomio 31.8
Moisés le había rogado al Señor que no lo dejara morir sin antes ver que el pueblo gozara de la seguridad que le otorgaba poseer un pastor que velara por sus vidas y les guiara en la desafiante conquista de la Tierra Prometida. A Dios le agradó esta petición y le concedió el privilegio de nombrar a Josué, delante de todo el pueblo. Moisés no dudó en animar al nuevo líder a ser valiente y resistirse, a toda costa, a liderar desde el temor.
Seguramente, su exhortación se basaba en la experiencia de comprobar una y otra vez que el Señor había sido fiel en sacarlo de las más complejas situaciones. También recordaría los malos momentos que experimentó como resultado de haber cedido al temor, por lo que deseaba evitarle, al nuevo líder, esas amargas experiencias.
El motivo al que apela Moisés en esta exhortación es que «el propio SEÑOR irá delante de ti. Él estará contigo; no te fallará ni te abandonará».
Está convicción se basaba en lo que él mismo había experimentado. Aun en los peores momentos de rebeldía del pueblo, podía dar testimonio de que el Señor jamás lo había abandonado. De hecho, él creía que la compañía de Dios era tan importante para el desempeño de un liderazgo efectivo, que se había atrevido a decirle al Señor: «Si tú mismo no vienes con nosotros, no nos hagas salir de este lugar. ¿Cómo se sabrá que me miras con agrado —a mí y a tu pueblo— si no vienes con nosotros? Pues tu presencia con nosotros es la que nos separa —a tu pueblo y a mí— de todos los demás pueblos de la tierra» (Éxodo 33.15-16).
Es bueno que tomemos nota del hecho de que el Señor se compromete a estar siempre con el líder, pero en ningún lugar observamos que promete quitarle las pruebas por las que deberá atravesar. Josué, al igual que Moisés, debería transitar por momentos de incomprensión, cuestionamientos, decisiones mal tomadas, y también sería testigo del pecado del pueblo. El Señor no le evitaría todos esos infortunios, pero estaría a la par de él en cada circunstancia adversa, para extenderle la gracia y la fortaleza necesarias para poder sobrellevar con éxito las pruebas que le tocaría atravesar.
Es importante que entendamos esta realidad. Se ha hecho popular una forma de presentar el evangelio en la que se promete, a aquellos que se entregan a Cristo, una vida sin sobresaltos.
La Palabra, sin embargo, pareciera indicar que los que escogemos caminar con él seremos expuestos aún a mayores pruebas que los que no le conocen. Es parte del precio que debemos pagar por ser sus discípulos. A cambio, él nos da vida, y vida en abundancia.
Para pensar.
«Cuando pases por aguas profundas, yo estaré contigo. Cuando pases por ríos de dificultad, no te ahogarás. Cuando pases por el fuego de la opresión, no te quemarás; las llamas no te consumirán». Isaías 43.2
No temas ni te desalientes, porque el propio SEÑOR irá delante de ti. Él estará contigo; no te fallará ni te abandonará. Deuteronomio 31.8
Moisés le había rogado al Señor que no lo dejara morir sin antes ver que el pueblo gozara de la seguridad que le otorgaba poseer un pastor que velara por sus vidas y les guiara en la desafiante conquista de la Tierra Prometida. A Dios le agradó esta petición y le concedió el privilegio de nombrar a Josué, delante de todo el pueblo. Moisés no dudó en animar al nuevo líder a ser valiente y resistirse, a toda costa, a liderar desde el temor.
Seguramente, su exhortación se basaba en la experiencia de comprobar una y otra vez que el Señor había sido fiel en sacarlo de las más complejas situaciones. También recordaría los malos momentos que experimentó como resultado de haber cedido al temor, por lo que deseaba evitarle, al nuevo líder, esas amargas experiencias.
El motivo al que apela Moisés en esta exhortación es que «el propio SEÑOR irá delante de ti. Él estará contigo; no te fallará ni te abandonará».
Está convicción se basaba en lo que él mismo había experimentado. Aun en los peores momentos de rebeldía del pueblo, podía dar testimonio de que el Señor jamás lo había abandonado. De hecho, él creía que la compañía de Dios era tan importante para el desempeño de un liderazgo efectivo, que se había atrevido a decirle al Señor: «Si tú mismo no vienes con nosotros, no nos hagas salir de este lugar. ¿Cómo se sabrá que me miras con agrado —a mí y a tu pueblo— si no vienes con nosotros? Pues tu presencia con nosotros es la que nos separa —a tu pueblo y a mí— de todos los demás pueblos de la tierra» (Éxodo 33.15-16).
Es bueno que tomemos nota del hecho de que el Señor se compromete a estar siempre con el líder, pero en ningún lugar observamos que promete quitarle las pruebas por las que deberá atravesar. Josué, al igual que Moisés, debería transitar por momentos de incomprensión, cuestionamientos, decisiones mal tomadas, y también sería testigo del pecado del pueblo. El Señor no le evitaría todos esos infortunios, pero estaría a la par de él en cada circunstancia adversa, para extenderle la gracia y la fortaleza necesarias para poder sobrellevar con éxito las pruebas que le tocaría atravesar.
Es importante que entendamos esta realidad. Se ha hecho popular una forma de presentar el evangelio en la que se promete, a aquellos que se entregan a Cristo, una vida sin sobresaltos.
La Palabra, sin embargo, pareciera indicar que los que escogemos caminar con él seremos expuestos aún a mayores pruebas que los que no le conocen. Es parte del precio que debemos pagar por ser sus discípulos. A cambio, él nos da vida, y vida en abundancia.
Para pensar.
«Cuando pases por aguas profundas, yo estaré contigo. Cuando pases por ríos de dificultad, no te ahogarás. Cuando pases por el fuego de la opresión, no te quemarás; las llamas no te consumirán». Isaías 43.2
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