Autor y consumador

Autor y consumador

 

Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.   Hebreos 12.2 NBLH

 

El autor del libro de Hebreos, al igual que Pablo en la exhortación de Colosenses 3.1, nos anima a que caminemos por la vida con los ojos puestos en Jesús. Lo que Pedro descubrió en un instante, al desviar la vista hacia las olas embravecidas, debe convertirse, para el discípulo maduro, en un estilo de vida.

Aun cuando nos rodean circunstancias que son completamente desconcertantes o adversas, debemos mantener fija la mirada en la persona de Cristo.



¿Por qué es necesaria esta postura?

Porque, según este texto, Jesús es el principio y el fin de nuestra fe, el impulsor y el destinatario, el fundador y el director, el conquistador y el gobernador. Es decir, todo comienza en la persona de Jesús y, también, todo termina en la persona de Jesús.



La palabra «autor» es la que escoge la versión Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy para traducir el término griego archegón. Este es, a su vez, la combinación de dos palabras: arche, que significa «el primero o precursor», y ago, que se refiere a «la acción de dirigir o liderar». De esta manera, entonces, la palabra archegón podría entenderse como una referencia a quien ha sido pionero en asuntos de la fe: aquel que abrió un nuevo camino que, hasta ese momento, era desconocido.



Entiendo por esta frase que en la persona de Jesús encontramos los orígenes de la fe. En el mismo jardín de Edén Dios proclamó que un día el Hijo aplastaría la cabeza de la serpiente. Todos los grandes personajes del Antiguo Testamento «vieron desde lejos» el cumplimiento de las promesas, en la persona de Jesús (Hebreos 11.13, NTV).



Del mismo modo, las gloriosas figuras en la historia de la iglesia se inspiraron en el ejemplo de aquel que mostró, en su peregrinaje terrenal, de qué manera se vive una vida impulsada por la fe.

El versículo, sin embargo, declara que Jesús también es el consumador de la fe. Es decir, no solamente ha sido pionero en el desarrollo de la fe, sino que además cumple la función de perfeccionar en sus seguidores el ejercicio de la fe. Al igual que el padre del hijo que padecía síntomas de epilepsia, todos nosotros sus discípulos podemos acercarnos confiados a pedirle que nos ayude en nuestra incredulidad (Marcos 9.24). De hecho, el autor de hebreos nos anima a que nos acerquemos «con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos» (4.16, NTV).



¿Cómo no intentar vivir por la fe, entonces?

Toda nuestra fragilidad, nuestros titubeos y nuestra ansiedad se ven revestidos por la gloriosa provisión del Hijo de Dios. Su llamado a transitar por el camino de la fe no es una misión imposible, sino una invitación a tomarnos de su mano y dejar que él nos enseñe cómo vivir este desafío. A cada paso, será nuestra inspiración y nos dará los medios necesarios para disfrutar de las más increíbles aventuras.



Para pensar.

«Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios». Colosenses 3.1 NTV

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