Esperanza inamovible
Esperanza inamovible
Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, mencionándolos en nuestras oraciones, teniendo presente sin cesar delante de nuestro Dios y Padre su obra de fe, su trabajo de amor y la firmeza de su esperanza en nuestro Señor Jesucristo. 1 Tesalonicenses 1.2-3 NBLH
El testimonio de la iglesia de Tesalónica impactó toda la región, pues la profunda transformación de sus vidas había dado que hablar, y mucho, sobre el poder de este Cristo a quien ellos decían servir. Entre las cosas que Pablo había escuchado menciona que «también comentan cómo ustedes esperan con ansias la venida, desde el cielo, del Hijo de Dios, Jesús, a quien Dios levantó de los muertos. Él es quien nos rescató de los horrores del juicio venidero» (1 Tesalonicenses 1.10, NTV).
Esta firme esperanza es el tercer elemento que contribuye a que una congregación crezca de manera sana y robusta. La palabra en griego que se traduce «firme» se refiere a una postura de rigidez, especialmente en lo que a convicciones concierne, que le permite a una persona resistir los embates de las tempestades y presiones de la vida.
Es la clase de fortaleza que posee un maratonista, que le permite seguir avanzando hasta completar la carrera que se extiende a lo largo de 42 kilómetros.
En este tiempo he estado meditando mucho sobre el papel que juega en nuestra vida la esperanza. Esta se refiere a una confiada expectativa acerca del cumplimiento de algún evento futuro. Es decir, poseemos seguridad de que algo que aún no ha sucedido va a suceder, y esa confianza afecta la manera en que vivimos el presente.
El peregrinaje de Israel a través del desierto nos puede servir de ejemplo. Habían salido de Egipto impulsados por una esperanza, la promesa de que llegarían a una tierra que fluía con leche y miel (Éxodo 3.8).
Su confianza en esa promesa, sin embargo, carecía de la fuerza necesaria para sobrevivir las adversidades con las que se enfrentaron en el camino.
De hecho, cada vez que tuvieron alguna prueba pusieron en duda las posibilidades de que esa esperanza se concretara. El resultado fue que transitaron por la vida con una actitud derrotista y amargada, convencidos de que habían sido estafados al salir de Egipto.
La actitud de Caleb y Josué, sin embargo, fue enteramente diferente. Eran parte de esa generación, pero —según el testimonio del propio Caleb— eligieron seguir a Dios de todo corazón (Josué 14.8). La expectativa de que, sin dudas, Dios cumpliría lo que había prometido, los vistió de la valentía y fortaleza necesarias para sobrellevar aun las pruebas más duras. En ningún momento pusieron en tela de juicio la esperanza que los sostenía.
El ejemplo de la iglesia de Tesalónica me inspira. Necesito tener los ojos puestos en la esperanza que poseo en Cristo no solamente de vida eterna, sino también de vida en plenitud, aquí y ahora. Cuando esa esperanza es inamovible, salgo a la vida con otra actitud. Camino con la frente en alto porque estoy del lado de los vencedores.
Para pensar.
«Pon tu esperanza en el SEÑOR y marcha con paso firme por su camino. Él te honrará al darte la tierra y verás destruidos a los perversos». Salmo 37.34 NTV
Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, mencionándolos en nuestras oraciones, teniendo presente sin cesar delante de nuestro Dios y Padre su obra de fe, su trabajo de amor y la firmeza de su esperanza en nuestro Señor Jesucristo. 1 Tesalonicenses 1.2-3 NBLH
El testimonio de la iglesia de Tesalónica impactó toda la región, pues la profunda transformación de sus vidas había dado que hablar, y mucho, sobre el poder de este Cristo a quien ellos decían servir. Entre las cosas que Pablo había escuchado menciona que «también comentan cómo ustedes esperan con ansias la venida, desde el cielo, del Hijo de Dios, Jesús, a quien Dios levantó de los muertos. Él es quien nos rescató de los horrores del juicio venidero» (1 Tesalonicenses 1.10, NTV).
Esta firme esperanza es el tercer elemento que contribuye a que una congregación crezca de manera sana y robusta. La palabra en griego que se traduce «firme» se refiere a una postura de rigidez, especialmente en lo que a convicciones concierne, que le permite a una persona resistir los embates de las tempestades y presiones de la vida.
Es la clase de fortaleza que posee un maratonista, que le permite seguir avanzando hasta completar la carrera que se extiende a lo largo de 42 kilómetros.
En este tiempo he estado meditando mucho sobre el papel que juega en nuestra vida la esperanza. Esta se refiere a una confiada expectativa acerca del cumplimiento de algún evento futuro. Es decir, poseemos seguridad de que algo que aún no ha sucedido va a suceder, y esa confianza afecta la manera en que vivimos el presente.
El peregrinaje de Israel a través del desierto nos puede servir de ejemplo. Habían salido de Egipto impulsados por una esperanza, la promesa de que llegarían a una tierra que fluía con leche y miel (Éxodo 3.8).
Su confianza en esa promesa, sin embargo, carecía de la fuerza necesaria para sobrevivir las adversidades con las que se enfrentaron en el camino.
De hecho, cada vez que tuvieron alguna prueba pusieron en duda las posibilidades de que esa esperanza se concretara. El resultado fue que transitaron por la vida con una actitud derrotista y amargada, convencidos de que habían sido estafados al salir de Egipto.
La actitud de Caleb y Josué, sin embargo, fue enteramente diferente. Eran parte de esa generación, pero —según el testimonio del propio Caleb— eligieron seguir a Dios de todo corazón (Josué 14.8). La expectativa de que, sin dudas, Dios cumpliría lo que había prometido, los vistió de la valentía y fortaleza necesarias para sobrellevar aun las pruebas más duras. En ningún momento pusieron en tela de juicio la esperanza que los sostenía.
El ejemplo de la iglesia de Tesalónica me inspira. Necesito tener los ojos puestos en la esperanza que poseo en Cristo no solamente de vida eterna, sino también de vida en plenitud, aquí y ahora. Cuando esa esperanza es inamovible, salgo a la vida con otra actitud. Camino con la frente en alto porque estoy del lado de los vencedores.
Para pensar.
«Pon tu esperanza en el SEÑOR y marcha con paso firme por su camino. Él te honrará al darte la tierra y verás destruidos a los perversos». Salmo 37.34 NTV
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